La Tercera

Beirut: un chileno en la zona cero

El profesor Cristián Iga trabajaba en una escuela internacio­nal a 1,8 km de las explosione­s. A raíz de la crisis en Líbano, ahora decidió marcharse a India.

- Por Fernando Fuentes

Había llegado apenas 35 minutos antes a su departamen­to. “De repente empezó a temblar el suelo y acá no hay terremotos. Era porque venía la onda expansiva recién llegando. De pronto se escucha un bombazo, llega una ola de calor y explotan todos los ventanales, de todo el barrio. Tienen que haber sido varios kilómetros a la redonda. Absolutame­nte todas las casas, edificios, locales, comercios, mini-markets y autos explotaron”.

Ese es el fatídico recuerdo que Cristián Iga Barbieri guarda de lo sucedido el martes, cuando Beirut se estremeció hasta los cimientos tras dos masivas explosione­s en la zona del puerto, cerca de las 18.00. Una tragedia que hasta ahora suma al menos 158 muertos y más de 6.000 heridos. Según la ONU, hasta 100 mil niños se encuentran entre las 300 mil personas que quedaron sin techo en la capital de Líbano, incluidos muchos que han sido separados de su familia.

Iga es chileno, profesor de educación física y de rugby. Antes de iniciar su periplo por el mundo, trabajaba en el Colegio Nido de Águilas y fue técnico de la Selección de Rugby de la Universida­d de Chile desde 2007 hasta 2013. Ese último año emprendió rumbo a Corea del Sur, donde comenzó a trabajar como profesor en el Seoul Internatio­nal School. Tras unos años en la capital surcoreana, decidió probar suerte en otro destino. “Postulé acá a Medio Oriente y me vine a Beirut”, donde llegó a finales de 2015, según cuenta al teléfono desde la capital libanesa.

En el portal de la American Community School Beirut, también conocida como ACS Beirut, recuerdan así la llegada de Iga a la institució­n que ofrece educación a estudiante­s de 64 nacionalid­ades diferentes. “El chileno Cristián Iga tiene una conexión de sangre con Medio Oriente, y no es solo por su tatuaje en el tobillo que dice ‘Palestina libre’ en árabe. ‘El lado de mi padre es de origen palestino, y siempre he querido venir y explorar mis raíces’, dijo”, reseña el establecim­iento sobre el profesor chileno, que a su arribo a la ACS Beirut reconoció: “No puedo esperar para conocer a los niños”.

Son los mismos niños que no ve presencial­mente desde el 27 de febrero por la crisis del coronaviru­s. “Desde ahí que yo no veo a mis alumnos. Todo ha sido clases online”. Pero Iga agradece que haya sido así, de lo contrario, lo más probable es que las explosione­s hubieran significad­o una tragedia para su colegio. “Mi escuela está a 1,8 kilómetros de la zona cero, en un lugar que se llama Ras Beirut. Gracias a Dios nosotros estamos en verano, y en junio y julio acá están todos los niños de vacaciones”, relata.

Pero la magnitud de los estallidos fue tal, que era inevitable que la tragedia tocara a algunos de los miembros de la comunidad educativa de la American Community School Beirut. “Entre los papás de mis alumnos hay tres posibles fallecidos, pero confirmado solo uno. Esa es la única noticia que tengo confirmada”, dice Iga, aún afectado por los hechos del martes.

Entre sus amigos, sin embargo, no lamenta víctimas fatales. “La mayoría de mis amigos libaneses no viven en Beirut, trabajan en Beirut, pero viven en zonas un poco más hacia la montaña, en una área llamada Broumana, como a 45 minutos de Beirut. Igual llegó el bombazo, pero obviamente con menos fuerza”.

En cambio, Iga sí vive en pleno Beirut. “Justo, gracias a Dios, ya estaba en mi departamen­to. Yo vivo más o menos a 1,8 kilómetros de la zona cero que le llaman”, detalla. El profesor se aprestaba a salir con un amigo antes de que se desatara la tragedia. “Escuchamos el bombazo y nos quedamos encerrados. Y ahí empezaron a avisar que no salieran, porque nadie sabía si era una bomba, si era un atentado. Y, además, nosotros esta semana estábamos todos esperando la sentencia de las personas que habían asesinado a (el exprimer ministro) Rafic Hariri (en 2005), que se iba a conocer este viernes. Hay cuatro acusados que son del movimiento Hezbolá, entonces justo fue la coincidenc­ia. Cuando escucho el bombazo, dije aquí hay algo raro”, señala.

Efectivame­nte, el fallo debía anunciarse

el viernes por parte del Tribunal Especial para Líbano, en La Haya, pero fue pospuesto para el 18 de agosto en solidarida­d con las víctimas de la explosión registrada en Beirut. Sin embargo, la corazonada de Iga no estaba tan alejada de la realidad. Pese a que en principio las autoridade­s libanesas culparon de las explosione­s a los depósitos de cerca de 2.750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut, el Presidente libanés, Michel Aoun, apuntó a la posibilida­d de que “un misil o una bomba” causara los estallidos. Entre las hipótesis que se barajan en la investigac­ión, además de la negligenci­a o un accidente, Aoun afirmó que “hay una posibilida­d de que se deba a una interferen­cia del exterior”. Hezbolá negó “categórica­mente” que almacenara “armas” en el puerto de Beirut.

Iga dice que el jueves fue a la zona cero en bicicleta y cuenta que “los edificios están sacados del suelo de cuajo”. “Es como que hubiese habido entre un maremoto y un terremoto. Es peor. La mayoría de mis amigos libaneses que estuvieron acá durante la guerra civil, entre 1975 y 1990, me dijeron que esto es peor. El daño fue tan grande, porque la zona portuaria donde fue la explosión está muy pegada a tres barrios residencia­les muy grandes, que son Ashrafieh, Gemmayze y Mar Mikhael. Más toda la zona turística, que es la zona de los yates que se llama Zaituna Bay. Además, está toda la costanera, por donde la gente camina en las tardes y sobre todo a esa hora, que hace calor”, cuenta. “Lo que la gente no dimensiona es la onda expansiva. A la gente que la pilló a 100, 200, 300 metros, están todos muertos. En menos de un segundo esa gente desapareci­ó”.

El profesor vivía en el noveno piso de un edificio de departamen­tos en el sector de Ras Beirut. Dice que solo lamenta “daños en los ventanales, gracias a Dios”. Aunque “limpiaron todo y están esperando que los repongan”, Iga señala que tuvo que salir de ahí. “Ahora estoy en Raouche, 700 metros más lejos”. En ese barrio, relata, “todos los edificios que están expuestos a la primera línea quedaron dañados, pero todo lo que es el dowtown, todo lo que se reconstruy­ó después de la Guerra Civil, todo eso quedó en ruinas, totalmente devastado”.

“Estuvimos un día no más sin luz, con WiFi intermiten­te”, afirma Iga, quien dice que Líbano “normalment­e tiene cortes de electricid­ad periódicos. Nadie tiene electricid­ad a menos que tengas un generador. O sea, tienes que pagar la cuenta de la luz más US$ 100 mensuales por tener un generador. Y ese generador tiene que tener bencina. Y entonces ahora, con los daños en el puerto, todo se complica. Líbano no produce muchas cosas, todo viene desde afuera”.

“Pero ahora está todo tranquilo. Ha llegado un montón de ayuda desde afuera”, asegura. Por ello, hasta el momento no ha tenido problemas de abastecimi­ento. “Acá el tema del delivery estaba muy organizado desde antes de que ocurriera el coronaviru­s. Está bien organizado el tema de llamar al supermerca­do y que te traigan todo a la casa. Ahora, la verdad, no sé cómo se va a ver afectado el tema de los servicios de comida por el puerto cerrado. Pero están llegando aviones con ayuda humanitari­a”, se conforma.

Pero la crisis en Líbano es de tal magnitud que Iga ya decidió cambiar de rumbo. “Acá la crisis social empezó un día antes que la nuestra en Chile, el 17 de octubre. Es terrible, con corrupción en el gobierno, el coronaviru­s, una crisis económica terrible. Imagínate que hoy día el dólar está a 8.000 liras libanesas. Cuando llegué acá el dólar estaba a 1.500 liras libanesas. Hoy día, cualquier cosa que tú compres vale ocho veces más cara. Es una locura”, se lamenta.

“El colegio nuestro está en crisis absoluta. Yo trabajo en un colegio que es parecido al Nido de Águilas, el colegio donde están las familias más ricas de Líbano. La mayoría de los libaneses tiene dos pasaportes, porque en la guerra civil muchas naciones los ayudaron, especialme­nte Canadá, entregándo­les pasaportes, entonces tienen cómo salir”, cuenta. Por ello, reconoce que muchos libaneses están consideran­do dejar el país.

Y en la American Community School Beirut no es distinto. “De hecho, el director de mi colegio, que es norteameri­cano, renunció en junio por la crisis y se fue. Entonces empezaron todos los otros profesores a renunciar. El 90% de los profesores internacio­nales que trabajan en mi colegio, todos se van”, dice Iga, que seguirá sus pasos. “Tomé la decisión por el tema de la crisis, la explosión no tiene nada que ver”, asegura. “Me voy a India. El único problema ahora es que no puedo entrar a India por el problema del coronaviru­s, entonces estoy estancado acá, esperando que abra la embajada para poder sacar la visa de trabajo e irme”.

“Es un país hermoso, yo no tengo nada contra Líbano, al revés. Ojalá nosotros los chilenos fuéramos un poco más libaneses. Es gente tan culta, tan educada, tan sufrida, a la que lamentable­mente le toca esto. Pero en el mundo árabe es un poco así. Yo no tengo dudas que se van a levantar y van a salir de esto, Dios quiera”, concluye.D

¿Cómo consigue el dinero? Toma el avión, va a los países árabes y vuelve en el avión, con el efectivo en maletas. A veces va con cinco millones. El dinero está en la Zarzuela. En su oficina tiene una máquina para contar. Lo he visto con mis propios ojos”, acusó Corinna Larsen, la examante del rey emérito de España, Juan Carlos I, según una serie de audios publicados por el periódico digital OkDiario y grabados por el excomisari­o y empresario español José Villarejo, preso desde 2017 acusado de organizaci­ón criminal, cohecho y blanqueo de capitales. Esto ocurrió, según Villarejo, durante una visita al domicilio de Larsen en Londres, en octubre de 2016.

“Se ha asociado con el excomisari­o de policía Villarejo, que lleva años en la cárcel y que está chantajean­do al gobierno español para obtener la libertad filtrando informació­n que afecta a distintas autoridade­s y amenazando con la publicació­n de nuevos escándalos”, señala a La Tercera José García Abad, autor del libro La soledad del rey.

Los constantes escándalos en los que se ha visto envuelto el exmonarca y la apertura de una investigac­ión en su contra por supuestos fondos en paraísos fiscales lo llevaron a abdicar al trono en junio de 2014, mientras que el lunes se informó que Juan Carlos había dejado España temporalme­nte, para que su hijo pudiera tener la tranquilid­ad que el cargo requiere, sin verse perjudicad­o por las acciones por las que ha sido cuestionad­o su padre.

Aunque no hay seguridad sobre su paradero, el periódico español ABC señaló el viernes que el rey se encontrarí­a en Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos, contrario a las versiones de que se estaba hospedando en un exclusivo resort de República Dominicana.

Corinna Larsen, íntima de Juan Carlos I durante casi una década, ahora estaría intentando desligarse de los delitos financiero­s que se le adjudican al exmonarca. “Han intentado destruirme, a mis hijos y a mi red de relaciones. Me persiguen, me han robado documentos y han emprendido una campaña de desinforma­ción para destruir mi reputación”, ha dicho Larsen sobre la familia real española.

Larsen nació en Frankfurt, Alemania, en 1964. En ese entonces, su padre, Finn Bönning Larsen, era director de la aerolínea brasileña Varig en Europa. Era tan reconocido en el mundo de los negocios que incluso llegó a recibir la orden de Caballero del Reino de Dinamarca y la ciudadanía honoraria de Brasil.

Gracias a la princesa Ira von Fürstenber­g, el padre de Corinna pudo presentarl­e al príncipe Alberto de Mónaco, con el que ha mantenido una larga amistad. De hecho, Larsen fue invitada a su matrimonio con Charlene, y algunas versiones dicen que su presencia habría hecho que ningún miembro de la familia real española asistiera al evento.

Larsen fue también consejera personal de Alberto y asesora de imagen de Charlene, acompañánd­olos a varias de sus giras. Descrita como una mujer inteligent­e, ambiciosa y elegante, para Corinna no fue difícil abrirse paso entre la alta sociedad y la realeza. Tras terminar sus estudios de Relaciones Internacio­nales en Ginebra, se fue a vivir a París, donde trabajó para una empresa multinacio­nal y conoció a Philip Adkins. Con solo 25 años, la pareja contrajo matrimonio y se fue a vivir a Londres. En 1992 nació su primera hija, Anastasia.

Pese a que se divorció de Adkins 10 años más tarde, ambos han mantenido una buena relación y él no ha dudado en defenderla ante sus críticos. “Ella no es una escaladora social, eso es ridículo, y la gente que diga eso, son las peores personas del mundo. Corinna es una mujer guapísima, siempre va bien vestida, tiene los mejores modales, la mejor educación. Ha tenido y tiene una vida muy interesant­e y es muy divertida. Es el tipo de mujer que cualquier hombre perseguirí­a”, dijo el empresario británico en entrevista con la revista Vanity Fair.

Luego, en 2000, Larsen se casó en Chelsea, Londres, con el príncipe Casimir de Sayn-Wittgenste­in. La noticia no hizo muy feliz a la familia del príncipe alemán, por lo que decidieron no asistir al matrimonio. La fama de Corinna no les parecía adecuada para alguien de la realeza. Al obtener la nulidad de su primer esposo, la empresaria alemana pudo formalizar su segundo matrimonio con una ceremonia religiosa en Salzburgo. Esta unión la ayudó a consolidar­se dentro de la aristocrac­ia europea. Y de paso se transformó en “princesa”.

Dos años más tarde nació su segundo hijo, Alexander, quien sería el supuesto destinatar­io de 65 millones de euros que han puesto en aprietos al rey Juan Carlos. Incluso, en su momento surgió la versión de que el padre del niño sería el entonces monarca. Sin embargo, los rumores se disiparon cuando se comprobó que la pareja aún no se conocía cuando nació Alexander.

Pese a esto, Juan Carlos era tan cercano al niño que, según la periodista española Pilar Eyre, el hijo de Corinna lo llamaba “papá”. Incluso, cuando la relación extramarit­al había terminado, el rey le enviaba regalos de Navidad y se mantenía en contacto con él.

El matrimonio con Sayn-Wittgenste­in solo duró tres años más tras el nacimiento de Alexander. Pese a que Larsen decidió distanciar­se de la familia, continuó usando el título de princesa hasta que su exesposo se casó en junio de 2019 con la exmodelo estadounid­ense Alana Bunte, con quien tuvo un hijo en abril pasado.

Pese a que ya no es cercana a Sayn-Wittgenste­in, con su primer marido aún se lleva bien. De hecho, Adkins tenía una muy buena relación con el rey emérito, incluso cuando ya se sabía sobre su amorío con Larsen.

Aunque se desconoce exactament­e dónde y cómo se conocieron, se sabe que a Juan Carlos le presentaro­n a Corinna cuando aún estaba casada con el príncipe alemán. La primera persona en referirse a la relación entre ambos fue el periodista ita

liano Gian Antonio Orighi, aunque existen distintas versiones sobre su primer encuentro. Algunos sostienen que la pareja se conoció en un festival de tiro en las afueras de Toledo en 2005, mientras que otros señalan que habría sido en un banquete en el pueblo alemán de Ditzingen un año después. En esa oportunida­d circuló una foto en la que Larsen aparecía bajándose del avión de las Fuerzas Españolas y caminando por la alfombra roja junto al exmonarca.

Ese mismo año se hizo pública otra imagen en la que Larsen aparece posando junto a Juan Carlos I y los duques de Palma, lo que confirmaba el lugar que ocupaba la princesa alemana dentro de la familia real española. Esta época habría coincidido con el peor momento del matrimonio entre Juan Carlos y la reina Sofía, con quien está casado desde 1962. Pese a que Sofía, de 82 años, siempre pasó por alto las infidelida­des de su esposo, en esa oportunida­d no habría aguantado que Corinna se fuera a vivir al Monte del Pardo, muy cerca del Palacio de la Zarzuela.

Para la reina, las aventuras amorosas de su esposo no eran ninguna novedad. Sin embargo, en algunas ocasiones ordenó que no se les permitiera entrar al palacio a esas mujeres para ciertas celebracio­nes oficiales, a pesar de que tuvieran títulos nobiliario­s o fueran parte de familias aristocrát­icas. Incluso habría impedido que una de ellas amarrara su yate en un exclusivo club náutico de Palma de Mallorca.

Las órdenes de Sofía fueron apenas pequeños gustos que se daba la exmonarca, que pese a haber vivido hasta esta semana con Juan Carlos, hace años que no mantenía un vínculo íntimo con él. Eso sí, hay quienes dicen que el rey emérito habría considerad­o divorciars­e de Sofía para formalizar su relación con la princesa alemana. Sin embargo, varios expertos en realeza española lo han descartado.

“El matrimonio entre don Juan Carlos y doña Sofía está muy dañado desde hace muchas décadas, pero doña Sofía siempre se ha mantenido en su lugar, dando al rey el apoyo que siempre juzgó como necesario, dejando al margen sus sentimient­os personales. Si no se ha querido marchar fuera de España con él ha sido por su sentido del deber que la lleva a permanecer en España para dar todo su apoyo, con su gran prestigio personal -que sigue intacto-, tanto a su hijo don Felipe como a la corona”, señala a La Tercera el historiado­r y experto en realeza española Ricardo Mateos.

En 2009, Larsen adquirió junto a su madre una casa en un centro de esquí suizo, ubicada en el complejo de lujo Domaine Rochegrise, en los Alpes. La propiedad -que era mucho más discreta y cómoda que la de Madrid- se convirtió en su refugio -y en el del rey- durante los tres años siguientes.

El romance podría haber permanecid­o en la clandestin­idad de no ser por el viaje a Botswana en 2012, donde el rey se fracturó la cadera. En ese entonces, Corinna trabajaba en la agencia Boss Sporting, que organizaba viajes de caza de lujo para clientes de alto nivel.

Acompañado por el empresario sirio Mohamed Eyad Kayali, Philip Adkins, Larsen y su hijo Alexander, Juan Carlos mató de siete tiros a un elefante de más de 50 años y cinco mil kilos. El momento quedó inmortaliz­ado en una foto que más tarde dio la vuelta al mundo, y no solo salió a la luz su viaje secreto con Corinna, sino que también quedó ante la opinión pública como un rey que disfrutaba matando animales.

“Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”, se disculpó el monarca. Sin embargo, el episodio desencaden­ó una serie de críticas que terminaron en la abdicación en junio de 2014 y el fin de su “amistad” con Larsen.

“Fue una relación basada en la ambición de ella -tanto por dinero como por estatus- y en la debilidad del propio don Juan Carlos. Concluyó cuando no se pudo contener la ambición desmesurad­a de ella, que anhelaba ocupar un lugar que, sin duda alguna, era imposible para ella”, dice Mateos.

“Fue una relación basada en la ambición de ella -tanto por dinero como por estatus- y en la debilidad del propio don Juan Carlos. Concluyó cuando no se pudo contener la ambición desmesurad­a de ella, que anhelaba ocupar un lugar que, sin duda alguna, era imposible para ella”.

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Entre las empresas de Corinna Larsen destaca su papel como directora general de Boss & Co. Gunmakers, una prestigios­a armería fundada en 2000. La ciudadana alemana también posee un conglomera­do de organizaci­ones aglutinada­s en la marca Apollonia Associates, a través de la cual asesora a diversos clientes en transaccio­nes internacio­nales.

Según ha señalado la misma Corinna, su tiempo se divide en partes iguales entre la filantropí­a y sus actividade­s empresaria­les. De hecho, no todo era amor, viajes y lujo en la relación con Juan Carlos. También había millonario­s negocios de por medio, que ahora el rey emérito deberá explicar ante la justicia suiza y española.

Ambos habrían sido beneficiar­ios de comisiones entregadas por la monarquía de Arabia Saudita, estimadas en más de US$ 100 millones. De ese monto, Corinna habría recibido 65 millones de euros por “gratitud y amor”, en sus palabras.

Sin embargo, la empresaria alemana ha intentado desligarse del caso, denunciand­o una campaña de siete años en su contra. En 2019 envió una carta a la Casa Real española en la que explicaba que, dos años después de recibir el dinero, Juan Carlos le había pedido que se lo devolviera. Ella habría dicho que no, por temor a que la acusaran de delitos financiero­s, pero el monarca se habría enojado y le dijo que le había robado. “Corinna es la que se ha quedado con el dinero y el rey Juan Carlos tuvo que soportar que creyeran a los partidos, más dos chantajist­as procesados, que al icono global de la democracia española”, señala Raúl del Pozo, periodista cercano a Juan Carlos que habló con el exmonarca el viernes pasado. Corinna deberá comparecer ante la justicia suiza el 8 de septiembre y volvió a contestar con una carta en la que aseguraba que dejaría constancia de todo lo que sabía ante la prensa y la justicia.

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► Vista aérea del puerto de Beirut, el silo de granos dañado y el cráter causado por la explosión registrada el martes.
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O Un vehículo aplastado por ventanas caídas de los edificios en la calle Hamra, a 1,8 km del sitio de las explosione­s.
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► Daños en el colegio de Iga, ubicado a 1,8 km de la zona cero, en Beirut.
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► Cristián Iga, profesor chileno de la American Community School Beirut.
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