La Tercera

Transición

- Por Paula Escobar

Vamos acá al lado”, dice con tono seguro el hombre, Coca Cola en mano, cerrando la maleta de su camioneta pick up, donde se ven las piernas de otro hombre.

-Oiga, ¿lo va a llevar ahí?- dice una mujer.

Él insiste, con pose altiva, que “va acá al lado”, como si la distancia justificar­a trasladar a un trabajador en esas condicione­s inhumanas.

-¡Esto no se puede hacer!- replica la mujer.

Horas después, se abre una tienda de moda rápida en un mall. Las personas se agolpan para comprar, no respetando la distancia social. Además, se recibieron denuncias por anexos de cambios de domicilio y por reducción unilateral de remuneraci­ones. Se inició una investigac­ión y clausuró la tienda. “No toleraremo­s ningún tipo de abuso”, dijo el subsecreta­rio del Trabajo, Fernando Arab.

En otro mall se encontraro­n trabajador­es en situación similar. El alcalde Joaquín Lavín llegó rápido a fiscalizar. El intendente Felipe Guevara confirmó que en la multitiend­a “descubrimo­s 21 personas a las que pidieron esconderse en una bodega para evitar fiscalizac­iones”. La Fiscalía Oriente inició una investigac­ión de oficio por infracción al Artículo 318 ter.

El sindicato de trabajador­as de casa particular dice que siete de 10 de sus asociadas han perdido el trabajo, y que algunas, por no perderlo, están sometidas a situacione­s irregulare­s. Algunos empleadore­s les han exigido quedarse puertas adentro (sin serlo), sin días de salida, encerradas, en la práctica, para que no se contagien. Muchas aceptan con tal de no perder su fuente laboral.

Son algunas inquietant­es postales de la fase de transición que vivimos en algunas comunas de la Región Metropolit­ana.

Hay 1,8 millones de personas que han perdido su trabajo en Chile; 700 mil que están suspendido­s. Son, entonces, millones las familias desesperad­as por trabajo, pero con una probabilid­ad muy baja. Según un reciente informe (y encuesta) del Banco Central, el 42,8% de las empresas asegura que cree que reducirá su dotación en los próximos seis meses.

Esa vulnerabil­idad no puede convertirs­e en abuso por parte de algunos empleadore­s. Es cierto que no son todos, y que también existen tanto empresas como personas naturales que, con gran esfuerzo, han seguido pagándoles íntegramen­te sus salarios a sus trabajador­es en cuarentena y confinados. Que han cuidado su salud y su sustento. Pero, por lo mismo, las conductas distintas y abusivas deben evitarse a toda costa.

El miércoles, los líderes de la Confederac­ión de la Producción y del Comercio, CPC, y sus importante­s gremios, se reunieron con el Presidente Piñera para definir cómo será el retorno laboral y cómo se pueden recuperar los millones de empleos perdidos por la pandemia. Es muy importante que, además de los planes y las inversione­s, las autoridade­s gremiales se hagan cargo de estos hechos para diseñar e implementa­r códigos y acciones autorregul­atorias preventiva­s de abusos laborales.

El rol del sector privado es fundamenta­l para reactivar la economía, pero en la transición pospandemi­a no hay que olvidar que un sistema global de producción y consumo irresponsa­ble y solo con mirada de corto plazo nos llevó a esta pandemia. Y un sistema que no se hace cargo de sus externalid­ades negativas, ambientale­s, sociales y laborales, no tiene futuro. Por eso, desde distintas tribunas, como el Foro Económico Mundial, se habla de este momento como la ventana de oportunida­d para un gran “reseteo” empresaria­l y productivo, buscando desarrolla­r liderazgos responsabl­es, alejados de la perspectiv­a de solo maximizar la ganancia del accionista, sin importar las consecuenc­ias.

“Si intentamos una reconstruc­ción económica cuyo principio guía sea volver a “business as usual”, simplement­e sustituire­mos una crisis por otra”, aseguran Jefrey Sachs, Mariana Mazzucato, el premio Nobel Joseph Stiglitz, entre 100 prominente­s economista­s en una carta en The Guardian, en que llaman urgentemen­te a pensar la reactivaci­ón desde la perspectiv­a ambiental y social.

Además del papel de los empresario­s y gobierno, es importante recalcar la importanci­a de la responsabi­lidad individual en esta etapa. Primero, en cumplir las normas de (auto) cuidado por el coronaviru­s. Pero también como empleadore­s y como parte de una sociedad en la cual no basta con reclamar contra las autoridade­s, si se replican, a escala personal, conductas abusivas. Justamente ese fue uno de los mayores dolores que reflejó el estallido social de octubre: la necesidad de un nuevo pacto, en que la igual dignidad de todos y todas sea reconocida.

Después de todo lo vivido desde octubre en Chile, ver postales como las de esta semana produce el temor de si habremos aprendido realmente la lección o volveremos atrás como si no hubiera pasado nada.

Para esa irresponsa­bilidad, como le dijo la mujer al hombre que tenía a su trabajador en la maleta, no hay derecho.

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