El anticomunismo y Jadue
El anticomunismo es una de las corrientes políticas más longevas en la historia latinoamericana. Ha hermanado a gran parte de la derecha y de sectores conservadores continentales, y ha resultado funcional en otros hemisferios. Se trata de una identidad negativa nutrida por poderosos actores trasnacionales y locales —económicos, militares e ideológicos—, que solían activar sus recursos ante lo que llamaban “amenazas comunistas” a la democracia o a la economía. Con el paso del tiempo, esta identidad se ha transformado. Depende menos de exabruptos violentos —golpes de Estado, conspiraciones internacionales— y apela más a conquistar la opinión pública cultivando la animadversión a las banderas de la hoz y el martillo, y a todo lo que se parezca a ellas.
La última estrategia —no por ello menos manida— de estigmatizar proyectos de izquierda, ha sido la asociación de éstos con el chavismo y su legado (obviando ex profeso a la madre de todos los comunismos latinoamericanos, Cuba). En la campaña electoral anterior, la etiqueta Chilezuela funcionó como “atajo cognitivo” para vincular a un izquierdista moderado como Alejandro Guillier con la catastrófica administración económica del régimen autoritario de Nicolás Maduro. Hoy, cuando asoma un político comunista con posibilidad de sumar adhesiones, Daniel Jadue, asistimos nuevamente a la reactivación de la identidad negativa referida, bajo el remake antibolivariano.
El anticomunismo es una identidad sobreviviente de la polarización ideológica que predominó hasta el final de la Guerra Fría (y que tuvo como contraparte al antimperialismo). Solo que en la actualidad ha encontrado en Venezuela a su principal eje de propaganda, a pesar de la resiliencia de la dictadura castrista y del autoritarismo sandinista. El anti modelo chavista se hace más palpable en la cotidianeidad: por cercanía geográfica y por las condiciones de la diáspora venezolana. Mientras Cuba mantiene increíblemente buena prensa —aunque solo el 4% de chilenos admira al país caribeño, según Cadem— y Nicaragua resulta exótica, Venezuela es el punching ball favorito para desacreditar a quienes comparten las premisas de izquierda.
No es casual que el informe de Naciones Unidas sobre los derechos humanos en el régimen chavista gane centralidad en el debate público local. Rápidamente se buscó un pronunciamiento del alcalde de Recoleta. Hábil para el juego en corto, Jadue zafó de la asociación condenando las violaciones a los derechos humanos en general, de izquierda a derecha, mas su equipo no le acompaña. El pronunciamiento del Partido Comunista al respecto, es lo suficientemente obtuso como para mantener viva la llama del anticomunismo, incluso dentro del propio campo de izquierda, como el mismo Jadue ha reconocido.
El 7% que hoy acompaña a Jadue (Cadem) podría tener un techo bajo si el candidato presidencial no debilita la credibilidad de la narrativa anticomunista. Desafortunadamente para sus intereses, en tiempos de maniqueísmos y reduccionismos de la política, la etiqueta Chilezuela ha resultado eficiente para activar los más profundos temores, incluso entre quienes quieren un cambio de modelo.