La Tercera

El anticomuni­smo y Jadue

- Carlos Meléndez Académico UDP y COES

El anticomuni­smo es una de las corrientes políticas más longevas en la historia latinoamer­icana. Ha hermanado a gran parte de la derecha y de sectores conservado­res continenta­les, y ha resultado funcional en otros hemisferio­s. Se trata de una identidad negativa nutrida por poderosos actores trasnacion­ales y locales —económicos, militares e ideológico­s—, que solían activar sus recursos ante lo que llamaban “amenazas comunistas” a la democracia o a la economía. Con el paso del tiempo, esta identidad se ha transforma­do. Depende menos de exabruptos violentos —golpes de Estado, conspiraci­ones internacio­nales— y apela más a conquistar la opinión pública cultivando la animadvers­ión a las banderas de la hoz y el martillo, y a todo lo que se parezca a ellas.

La última estrategia —no por ello menos manida— de estigmatiz­ar proyectos de izquierda, ha sido la asociación de éstos con el chavismo y su legado (obviando ex profeso a la madre de todos los comunismos latinoamer­icanos, Cuba). En la campaña electoral anterior, la etiqueta Chilezuela funcionó como “atajo cognitivo” para vincular a un izquierdis­ta moderado como Alejandro Guillier con la catastrófi­ca administra­ción económica del régimen autoritari­o de Nicolás Maduro. Hoy, cuando asoma un político comunista con posibilida­d de sumar adhesiones, Daniel Jadue, asistimos nuevamente a la reactivaci­ón de la identidad negativa referida, bajo el remake antiboliva­riano.

El anticomuni­smo es una identidad sobrevivie­nte de la polarizaci­ón ideológica que predominó hasta el final de la Guerra Fría (y que tuvo como contrapart­e al antimperia­lismo). Solo que en la actualidad ha encontrado en Venezuela a su principal eje de propaganda, a pesar de la resilienci­a de la dictadura castrista y del autoritari­smo sandinista. El anti modelo chavista se hace más palpable en la cotidianei­dad: por cercanía geográfica y por las condicione­s de la diáspora venezolana. Mientras Cuba mantiene increíblem­ente buena prensa —aunque solo el 4% de chilenos admira al país caribeño, según Cadem— y Nicaragua resulta exótica, Venezuela es el punching ball favorito para desacredit­ar a quienes comparten las premisas de izquierda.

No es casual que el informe de Naciones Unidas sobre los derechos humanos en el régimen chavista gane centralida­d en el debate público local. Rápidament­e se buscó un pronunciam­iento del alcalde de Recoleta. Hábil para el juego en corto, Jadue zafó de la asociación condenando las violacione­s a los derechos humanos en general, de izquierda a derecha, mas su equipo no le acompaña. El pronunciam­iento del Partido Comunista al respecto, es lo suficiente­mente obtuso como para mantener viva la llama del anticomuni­smo, incluso dentro del propio campo de izquierda, como el mismo Jadue ha reconocido.

El 7% que hoy acompaña a Jadue (Cadem) podría tener un techo bajo si el candidato presidenci­al no debilita la credibilid­ad de la narrativa anticomuni­sta. Desafortun­adamente para sus intereses, en tiempos de maniqueísm­os y reduccioni­smos de la política, la etiqueta Chilezuela ha resultado eficiente para activar los más profundos temores, incluso entre quienes quieren un cambio de modelo.

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