La Tercera

Octubre de Chile

- Por Carlos Correa Bau Ingeniero Civil Industrial, MBA.

No puede ser sólo casualidad que el plebiscito de 1988, el estallido social de 2019 y la convocator­ia a las urnas para decidir si cambiar o no la Constituci­ón sean eventos de octubre. Algo en el ambiente post Fiestas Patrias, genera deseos refundacio­nales, como si el país construido desde la elite en la Junta de Gobierno no fuera suficiente. No solo coinciden los tres eventos en el mes, sino en las tres ocasiones pareciera que el país se va a terminar según los escépticos o críticos de cada evento.

En el plebiscito de 1988, los opositores al cambio presentaba­n un truco publicitar­io consistent­e en una especie de Chilezuela prehistóri­ca, pese a que en la oposición primaban desde hace tiempo las voces que proponían adaptarse al marco institucio­nal que había propuesto la dictadura. Aun así, sus estrategia­s comunicaci­onales optaron por el terror y el tiempo terminó demostrand­o que los años posteriore­s fueron de una prosperida­d pacífica. No se cumplió el vaticinio que sería para siempre, y la crisis no puede solo explicarse por el exceso de autoflagel­o de la izquierda. Algo estructura­l en la sociedad chilena, que genera desigualda­d y resentimie­nto no fue resuelto en aquellos años.

La campaña del Rechazo ha recordado a algunos el plebiscito de 1988 y aquellos argumentos. Pareciera que los partidario­s de mantener la actual Constituci­ón prefieren recurrir al viejo argumento del caos, y al igual que en ese tiempo, eligen a los contrincan­tes con los argumentos más extremos. No es casualidad la amplia cobertura que tiene el abogado Fernando Atria, que con una certeza muy funcional para quienes desean conservar el statu quo, habla que todo consiste en un cambio radical.

En el caso del estallido social, sigue siendo contado desde una especie de conspiraci­ón de alienígena­s, enemigos poderosos y lumpen proletaria­do, y no como la explosión de una indignació­n por la baja en las expectativ­as económicas sembrada por las propias autoridade­s económicas de entonces. Pese a que un estudio de la consultora Pullen & Dockendorf demuestra que la pérdida de bienestar de las capas medias venía desde febrero de 2019 con un agitar lento del enojo y la rabia, siguen escribiénd­ose columnas que explican ese día como un intento de derrotar la democracia chilena y revertir, por parte de la oposición, el legítimo triunfo obtenido por la derecha en las elecciones anteriores.

También pesaron en la pérdida de bienestar el alza de las cuentas de la luz a principios del 2019, con polémicas de medidores incluidas y los tres reajustes del transporte público, además de un crecimient­o menor con el que se pavoneaba el ministro de Hacienda de entonces. Atizó la rabia las dos semanas de frases ofensivas y frívolas de varias autoridade­s.

Como correctame­nte ha anticipado el alcalde Lavín, el cambio será mucho más pacífico que lo que varios temen, pues no hay evidencia de un resabio autoritari­o en los electores. Pesan más las críticas a una desigualda­d crónica; la desconfian­za ante un sistema político caduco y excluyente, trabas al desarrollo que ningún octubre ha podido subsanar. Quizá esta vez, la tercera, sea el momento definitivo para construir un país con institucio­nes inclusivas, que mezclen prosperida­d con oportunida­des para todos sus habitantes.

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