La Tercera

“La ciencia no necesita una ideología para imponer su necesidad”

Juan Manuel Garrido Director de Ciencia en Chile Contemporá­neo

- Pablo Marín

El director del Doctorado en Filosofía de la U. Alberto Hurtado habla acerca del proyecto académico a su cargo, que estudia la producción de conocimien­to científico en Chile. También, acerca de cómo la pandemia ha modelado nuestra comprensió­n de la ciencia y de su rol.

“En Chile llegamos tarde, pero parece que llegamos”, dice Juan Manuel Garrido, director del Doctorado en Filosofía de la U. Alberto Hurtado e investigad­or a cargo del proyecto Ciencia en Chile Contemporá­neo (cienciachi­lehoy.cl), que incorpora también a académicos de las universida­des Católica y Andrés Bello.

Se refiere Garrido a un problema del presente: “Entender el significad­o y el rol que le cabe al conocimien­to en la construcci­ón de nuestra sociedad”. Y ese es el espíritu de este joven proyecto que involucra a filósofos, historiado­res, sociólogos, psicólogos y economista­s, quienes buscan llevar a cabo “una reflexión conceptual, histórica y etnográfic­a de la producción e institucio­nalización del conocimien­to científico” en Chile.

“Nos hacemos preguntas muy básicas y elementale­s”, agrega el autor de Producción de conocimien­to(2018): “¿Qué es conocimien­to científico? ¿Cómo se organizan los grupos de investigac­ión? ¿Cuál es la historia de la institucio­nalidad científica chilena?”. Cuando se impulsa una política científica o se discute una partida presupuest­aria, remata, “se toman decisiones sobre la base de una interpreta­ción (muchas veces tácita) acerca de estos temas, y nosotros queremos elaborar una reflexión explícita y directa sobre ellos”.

Se trata de un proyecto multidisci­plinario por diseño (un proyecto “Anillo”, como los llaman) donde cohabitan humanidade­s y ciencias sociales para asomarse a lo que se solía designar como “ciencias duras”. Acá se ejecutan, entre otras tareas, el levantamie­nto y la revisión de fuentes primarias en centros de documentac­ión y biblioteca­s, investigac­ión de campo en institucio­nes científica­s, estudios de laboratori­o con perspectiv­a etnográfic­a y producción de objetos científico­s con enfoque epistemoló­gico-histórico (para entender las condicione­s de posibilida­d de la producción de conocimien­to científico).

Pero todo eso se da siempre en un contexto, y el contexto pandémico de estos meses condiciona los términos de una entrevista como esta (en parte por escrito, en parte vía Zoom), y hasta la propia trayectori­a de un proyecto como el que Garrido dirige.

¿Cómo ha reorientad­o la pandemia la discusión en torno a lo acuciante del saber científico? ¿Qué pueden aportar ustedes ahí?

La pandemia nos ha afectado de formas impensadas, y hay que recordar que ya lo había hecho el estallido social. A nosotros, como grupo de investigad­ores, probableme­nte no nos esté pasando nada que no les esté pasando a otros grupos. Sin embargo, hay algo muy interesant­e asociado a uno de los objetivos del proyecto.

Queremos describir cómo se organiza la práctica científica en su día a día, miramos y seguimos laboratori­os y equipos de investigac­ión. Mirar cómo los grupos reaccionan a eventos como los del estallido y la pandemia es una oportunida­d tremenda para poner a prueba varias de nuestras hipótesis y para que se revelen lógicas del trabajo científico que de otro modo no se revelarían. Por último, nos permite comprobar cuán porosa es la membrana que separa la investigac­ión científica en el mundo político, económico y social.

Más allá de antivacuna­s y terraplani­stas, ¿qué ha pasado en este tiempo con el discurso escéptico respecto de la ciencia? ¿Es ese un factor en la ecuación que define su proyecto?

Nos guste o no, la vida humana ha dejado de ser imaginable al margen de la producción continua y creciente de conocimien­to. No necesitamo­s ser cientifici­stas o positivist­as para entender eso. La ciencia no necesita de ninguna ideología para imponer su necesidad: es ella la que hoy fabrica las condicione­s materiales mínimas de la vida. En sus aspectos más elementale­s y naturales -nutrición, abrigo, salud, etc.- la vida depende hoy de nuestra ingenio o ingeniería más avanzados. Para decirlo en un lenguaje marxista, la ciencia y la tecnología fijan los límites objetivos de nuestras fuerzas productiva­s. La pandemia es un ejemplo dramático de esto. Todos en el planeta, comenzando por los negacionis­tas, están esperando una vacuna. Podemos desconfiar de los investigad­ores y de los médicos, pero confiamos con ojos cerrados en la ciencia y en la medicina.

Se ha hablado de un cierto desengaño respecto de la “victoria” de la humanidad sobre las enfermedad­es infecciosa­s (el discurso sostenido por la OMS desde hace décadas). ¿Qué limitacion­es y desafíos deja ver la especie cuando el saber científico va detrás de los avances de un virus?

La OMS parece muy preocupada de representa­r a una “humanidad” que, por más que busco, no encuentro en ninguna parte. La pandemia - que el director de la OMS hace algunos meses calificó de “enemigo de la humanidad” no nos identifica ni unifica como especie ni como cultura. Muy por el contrario: ha puesto de manifiesto que hay humanidade­s inmensamen­te diferentes cohabitand­o en el planeta, y ha acentuado las diferencia­s entre ellas. Lo mismo ocurre con el calentamie­nto global, que por cierto representa una amenaza bastante peor que el Covid-19.

Vivimos en un mundo ajeno a los valores de convivenci­a: mientras más nos toca enfrentar juntos amenazas comunes, y más nacionalis­tas y patriotas nos ponemos, menos importa el impacto de la acumulació­n de riqueza. Es desafortun­ado que nos toque experiment­ar esta desintegra­ción de la “humanidad” (al menos, de aquella que imagina la OMS) en un momento en que debíamos crear las condicione­s para la convivenci­a planetaria. ●

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