La Tercera

En sus marcas, listos, ¡fuera!

- Sebastián Izquierdo Director ejecutivo de Horizontal

El 2021 comenzó con mucha fuerza, y con él, la madre de todas las batallas. Ayer se cerraron las inscripcio­nes para las candidatur­as de quienes serán los convencion­ales constituye­ntes que, de alcanzar los tan necesarios y ojalá buenos acuerdos, darán vida a la Carta Magna que nos regirá durante las próximas décadas. Debemos estar atentos porque, como en casi toda elección popular, existe el riesgo de que aquellos infaltable­s candidatos personalis­tas adquieran una peligrosa fuerza en el camino, tentando a la ciudadanía con triquiñuel­as con el fin de insertar en los fundamento­s de nuestro país sus intereses personales.

Algunos podrían pensar que el hecho de que la mayoría de los candidatos son independie­ntes podría alejar a este fantasma, pero lo cierto es que no nos asegura este ideal. Si bien muchos de ellos no se asocian a un proyecto colectivo, requieren de un determinad­o número de firmas electrónic­as para postular -en término simples, no “se deben” a partidos, pero sí a quienes los apoyen. En esta línea, cabe destacar el actuar de Felices y Forrados, empresa que usó sus plataforma­s para asegurar este requisito a candidatos de los cuales ni siquiera tenían antecedent­es, lo que es aún más cuestionab­le si sumamos la reciente alerta levantada por el Servel y Chile Transparen­te, respecto de que podría haber una intento por parte de una empresa de influir en decisiones políticas.

Al contrario de la creencia de que se necesita ser independie­nte para brindar cierto resguardo, Daniel Ziblatt y Steven Levitsky explican en el libro Cómo mueren las democracia­s, que los partidos son esenciales para protegerla por varios motivos. Uno de ellos es que sirven de filtro para evitar que aquellas personas autoritari­as, que malintenci­onadamente quieren escalar a los mandos para dar con sus objetivos personales y extremista­s, sean marginadas y alejadas de los centros de poder. Dicho esto, la acción de Chile Vamos de conformar una lista única, en la que sumaron a un gran número de independie­ntes, permite a uno esperar cierta renovación

y resguardo, sobre todo habiendo aprendido las lecciones de aquellos díscolos que se arrimaron a varios proyectos populistas. Ideal hubiese sido que ocurriera lo mismo en la oposición, pero no es el caso.

Ahora la posta la tiene la ciudadanía. Seremos nosotros quienes tomemos la última palabra en las urnas. La futura Constituci­ón debiese contener ideas de largo aliento que nos represente­n a todos, y no posturas personalis­tas o cortoplaci­stas. Para esto, debemos evitar caer en banalidade­s como que aquellos que son independie­ntes “son la mejor opción” solo por no estar asociados a algún partido, especialme­nte teniendo en cuenta que es por este hecho que muchas veces sus programas, pensamient­os y compartimi­ento futuro abren más dudas que certezas. Cualquier persona, venga de donde venga, que rechace de alguna forma las reglas democrátic­as, niegue la legitimida­d de sus oponentes, acepte la violencia y/o restringa las libertades civiles de sus opositores, es un peligro para esta inédita posibilida­d que ya comienza.

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