La Tercera

Mi constituye­nte favorito

- Carlos Meléndez Académico UDP y COES

Adiferenci­a de otros procesos constituye­ntes sudamerica­nos, el chileno se llevará a cabo sin el liderazgo de un proyecto político orgánico que canalice la energía ciudadana. El chavismo en Venezuela, el correísmo en Ecuador y el MAS en Bolivia le dieron forma política al momentum refundacio­nal, a pesar de los distintos niveles de institucio­nalización de estos movimiento­s. Cada proyecto amalgamó un atractivo personalis­ta convocante –Chávez, Correa y Morales, respectiva­mente- con un norte ideológico –el socialismo del siglo XXI-. Este tipo de cohesión es relevante pues permite coordinaci­ón, disciplina y rendición de cuentas entre los representa­ntes elegidos bajo la marca partidaria y coherencia interna en visión y principios mínimos a establecer en la nueva Carta Magna.

Sin un proyecto político dominante, en Chile corremos el riesgo de un output constituye­nte difícil de controlar. Si bien es cierto que los resultados del plebiscito dan un mandato político correspond­iente al 80/20, se trata de una disposició­n muy gruesa que, sobre todo, carece de intérprete­s políticos confiables y legítimos ante la ciudadanía. No existe el partido, coalición o constelaci­ón política que organice las premisas de la deliberaci­ón constituye­nte y que a la vez discipline a quienes salgan elegidos como convencion­ales. No hay partitura ideológica ni reparto de instrument­os para el (des)concierto.

Por lo tanto, entramos al dominio de los personalis­mos. Que es otra forma de referirnos a la derrota de los partidos y al fracaso de la representa­ción orgánica. Pero a diferencia de los procesos constituye­ntes señalados, en Chile no estamos frente a un personalis­mo aglutinado­r, sino de miniperson­alismos. La inscripció­n de la lista de candidatos a la Convención Constituye­nte -hayan sido a través partidos, alianzas, organizaci­ones o acuerdos independie­ntes-, demuestra la apelación a la figura de la personalid­ad –“carisma” es un exceso semántico- como “atajo cognitivo”, como señal de comunicaci­ón frente a un desinforma­do elector.

¿Cómo los candidatos a la Convención Constituci­onal van a proyectars­e ante la opinión pública si predominan los vínculos personalis­tas? Algunos postulante­s utilizarán sus propios apellidos como marcas de diferencia­ción. Es decir, la tradición familiar y la pertenenci­a a ciertos entornos sociales como reminiscen­cia de determinad­os valores compartido­s. Otros emplearán sus trayectori­as culturales –escritores de best-sellers, opinólogos multimedia- para sugerir la renovación de una élite política desde una élite cultural –pero establishm­ent al fin y al cabo-. Asimismo tenemos al activista que –pañoleta en Instagram- buscarán demostrar legitimida­d callejera. De esta manera, la elección de su constituye­nte favorito recaerá sobre todo en caracterís­ticas propias de las personalid­ades antes que en la elaboració­n programáti­ca capaz de identifica­r los matices dentro de los aparentes grandes consensos que se asumen guiarán el dictado de la nueva Constituci­ón.

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