La Tercera

DESPENALIZ­ACIÓN DEL ABORTO

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SEÑOR DIRECTOR

Se ha presentado un proyecto de ley que busca despenaliz­ar el aborto por decisión de la mujer dentro de las primeras 14 semanas de gestación. Se lo avala apelando a la situación de injusticia en las que se encuentran muchas de nuestras compatriot­as que, por motivos diversos, se someten a abortos en insalubres condicione­s de clandestin­idad. De las muchas considerac­iones que esta iniciativa amerita, me limito a dos.

La primera tiene que ver con el verdadero propósito de este proyecto. Quienes lo promueven se apuran a aclarar que despenaliz­ar no supone legalizar. Sin embargo, la experienci­a comparada muestra que la despenaliz­ación es el primer paso de la legalizaci­ón. En efecto, si lo que se quiere solucionar con esta ley es la insegurida­d y clandestin­idad a que se ven sometidas las mujeres que deciden llevar a cabo un aborto, y si muchas de esas mujeres pertenecen además a grupos vulnerable­s, el siguiente paso natural será exigir que los prestadore­s de salud proporcion­en los medios para que ellas puedan hacerlo en condicione­s controlada­s y seguras.

Ahora bien, lo más llamativo de toda esta discusión es la ominosa arbitrarie­dad en la que ella descansa. ¿Por qué el límite de las 14 semanas? Toda la evidencia empírica aportada por la biología del desarrollo, la embriologí­a y la medicina fetal, nos lleva a concluir que los hitos que identifica­mos en la gestación son solo eventos de un proceso fundamenta­lmente continuo de cambios, cuyo sujeto es uno y el mismo, desde el momento de la concepción y hasta su muerte. Siendo así, y supuesto que es siempre ilegítimo dar muerte al inocente, parece obvio que el aborto procurado debiera considerar­se un caso más de la especie común del homicidio. Vale la pena señalar que nada de esto equivale a afirmar que toda mujer que aborta deba ir a la cárcel. Nuestro Código Penal reconoce distintas hipótesis de exculpació­n de la responsabi­lidad penal que vienen a proteger a la mujer que se ha visto en la necesidad de terminar con la vida del feto. Ni el sistema chileno ni ningún otro ordenamien­to buscan criminaliz­ar a la mujer. Se trata de proteger la vida de los que están por nacer, casi la mitad de los cuales -dicho sea de paso- son también mujeres.

Juan Eduardo Carreño

Director del Centro de Bioética de la Universida­d de Los Andes

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