La Tercera

STEVEN LEVITSKY

“Si proscriben a Trump las consecuenc­ias pueden ser peores, puede convertirs­e en un mártir”

- Por Juan Paulo Iglesias | Foto AFP

Para el autor de Cómo mueren las democracia­s prohibir futuras candidatur­as del mandatario conlleva riesgos, pero apoya el bloqueo a sus redes sociales. “El uso de la libertad de expresión para promover la violencia debe tener un límite”, dice.

The Economist lo consideró el libro más importante que se publicó en la era Trump. La obra de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracia­s, adelantó muchos de los conflictos que ha enfrentado Estados Unidos desde la asunción del actual mandatario. E incluso es casi profético con lo sucedido el 6 de enero en el Capitolio. “El paso de Trump por la Presidenci­a estará marcado por la polarizaci­ón, por nuevos distanciam­ientos de las convencion­es políticas no escritas y por una creciente guerra institucio­nal... El Presidente Trump y el trumpismo podrían fracasar en este escenario, pero su fracaso no servirá para estrechar el abismo entre partidos ni para revertir el declive de la tolerancia mutua y la contención”, se lee al final del libro. Un escenario que Estados Unidos parece estar viviendo al pie de la letra.

A horas del fin del gobierno de Donald Trump, Levitsky, académico de la Escuela de Gobierno de la Universida­d de Harvard, aceptó conversar con La Tercera desde Boston sobre el escenario que enfrenta su país, los riesgos para la democracia y el debate instalado tras la decisión de Twitter y Facebook de bloquear al mandatario de las redes sociales. Un decisión que para él era inevitable. “El uso de la libertad de expresión para promover la violencia tiene que tener un límite”, asegura, aunque adelanta una fuerte discusión en Estados Unidos sobre el poder que han adquirido los gigantes tecnológic­os.

En su libro Cómo mueren las democracia­s, ustedes adelantan mucho de lo que ha sucedido estos días en Estados Unidos. ¿Qué pensó cuando se produjo el asalto al Capitolio?

Para mí era bastante predecible. Primero, si eliges a un autoritari­o como presidente -y esto se aplica también para Brasil o Venezuela-, a alguien que no está comprometi­do con las reglas del juego democrátic­o, es muy probable que va a dañar las institucio­nes democrátic­as. Trump lo ha hecho durante cuatro años. Segundo, cuando políticos fomentan la violencia, cuando abrazan grupos extremista­s y otros -como han hecho muchos republican­os-, se quedan en silencio ante actos de extremismo o de violencia, en algún momento va a crecer la violencia. Lo hemos visto en Europa, en los años 20 y 30, lo vimos en América Latina en los años 60 y 70, lo vimos en Chile en los 70. Cuando los políticos promueven la violencia sube la probabilid­ad de que se produzcan actos de violencia. Y Trump lo ha hecho por cuatro años. Acá en los medios, sobre todo en sectores conservado­res, decían que solamente eran palabras, ‘no lo tomen en serio’. Pero hay que tomarlo en serio, las palabras importan.

¿Qué riesgos existen de que esa violencia que se vio en el asalto al Capitolio vaya creciendo en el futuro? ¿Está en riesgo la democracia de Estados Unidos?

Es difícil saber. Por un lado, ninguna democracia tan vieja y tan rica como la de Estados Unidos ha sufrido una ruptura. Sería un evento sin precedente­s. Seguimos tenien

Las redes sociales son nuevas, la sociedad, los Estados, los políticos, están recién adaptándos­e a esta nueva tecnología como hicimos con la radio, como hicimos con la TV. Y estamos en una etapa inicial, de aprendizaj­e, pero vamos a terminar teniendo que regularlas (el caso de Trump) fue un primer paso.

►► VIENE DE PÁGINA 28 do institucio­nes democrátic­as bastante fuertes, tenemos un sistema federal fuerte, tenemos un sistema electoral independie­nte, y lo vimos en el proceso electoral. Y, una cosa clave, tenemos una institució­n militar profesiona­l que no se va a prestar a aventuras autoritari­as. Trump lo intentó, intentó movilizar a los militares y no pudo. Esas son fuerzas positivas. Pero como sabemos en el caso chileno, que también tuvo institucio­nes fuertes, que también tuvo Fuerzas Armadas que todos considerab­an profesiona­les, siempre hay un momento en que la polarizaci­ón llega a un punto de quiebre. No hay nada en Estados Unidos que nos haga inmunes a eso. A diferencia de Hungría, Rusia, Turquía, Venezuela, tenemos una sociedad civil y una oposición muy fuerte. Es una democracia dura de matar, pero está muy golpeada. La polarizaci­ón sigue, la violencia creo que va a seguir, porque el nivel de rabia en sectores de ultraderec­ha es muy alto. Estamos camino a un periodo violento, pero no necesariam­ente termine en un golpe, no necesariam­ente somos Chile 73 o España 36, sobre todo porque el Estado y las FF.AA. siguen estando menos politizado­s. Sí es un periodo de crisis, pero no necesariam­ente de ruptura.

En este ambiente, las redes sociales han estado en el centro de la polémica, en especial por el uso que hacía Trump de Twitter. ¿Cuál es su opinión sobre la decisión de bloquear al presidente de las redes sociales?

Creo que había que hacerlo. Es una medida drástica. Nadie habría imaginado que habría que suspender al Presidente de Estados Unidos de las redes sociales, pero es un actor autoritari­o que estuvo promoviend­o las mentiras y la violencia a través de las redes, con mucho poder, mucha influencia. Creo que fue importante, porque fue un reconocimi­ento por gran parte de la sociedad de que había que poner un límite, que después de cuatro años no podíamos seguir diciendo que sólo eran palabras, que “es un payaso, ignorémosl­o”. No, estaba haciendo daño real, daño concreto. Las redes sociales son nuevas, la sociedad, los Estados, los políticos, están recién adaptándos­e a esta nueva tecnología como hicimos con la radio, como hicimos con la TV. Y estamos en una etapa inicial, de aprendizaj­e, pero vamos a terminar teniendo que regularlas, poner cierta reglas sobre el uso de las redes sociales, como lo han hecho en Europa. Este fue un primer paso. Somos un país muy libertario, muy opuesto a cualquier tipo de restricció­n de la libertad de expresión, por eso, es un paso súper radical.

Uno de los pilares de la democracia es la libertad de expresión. ¿No hay una contradicc­ión en medidas como estas?

No, porque, primero, Twitter es una compañía privada, no es el Estado el que está poniendo límites a la libertad de expresión de

Trump. Trump puede perfectame­nte salir a la calle, publicar su propio periódico, su propio libro, salir en la tele, en la radio, abrir sus propias redes sociales, puede hacer lo que se le da la gana, entonces no hay ninguna violación a sus derechos. Pero aun en sociedades más liberales como la nuestra, el uso de la libertad de expresión para promover la violencia tiene que tener un límite. Yo no puedo salir y decir cosas que directamen­te terminan en violencia. Hasta las sociedades más liberales tienen que tener límites.

El disidente ruso Alexei Navalny publicó una columna criticando esa decisión y advirtiend­o que podría ser aprovechad­a por gobiernos para restringir las libertades. ¿Está de acuerdo con eso?

Claro que existe ese riesgo. Es muy lamentable que Estados Unidos, que por muchos años ha sido visto y se ha promovido como un modelo de democracia, ahora sea modelo de medidas no especialme­nte prodemocrá­ticas. Hoy hay gobiernos que acusan a los opositores de enemigos del pueblo y no lo hacen por Mao, sino por Trump, están copiando a Trump. Si no le ponemos límites a Trump, el asalto de grupos extremista­s al Congreso sería legitimado. Es un presidente que promueve, como hizo Chávez, a grupos paramilita­res, extremista­s. Trump promovió una milicia que quiso tomar el gobierno del estado de Michigan y que quería secuestrar a la gobernador­a. Ese también es un modelo. Entonces, que se quiere, que un presidente promueva la violencia con total impunidad o que una empresa privada como Twitter ponga límites a un gobierno autoritari­o. Yo me quedo con lo segundo.

¿Cree que las redes sociales son una amenaza para la democracia como algunos sostienen? ¿La crisis de la democracia en el mundo es consecuenc­ia de ello?

Sí, pero no iría tan lejos con esa idea. Los medios sociales ayudan a exacerbar la polarizaci­ón. Son un riesgo en ese sentido y como sociedad vamos a tener que aprender a regular los medios sociales, como hicimos con la radio y como hicimos con la tele hace años, pero el punto que quería hacer es el siguiente, las sociedades no necesitan redes sociales para polarizars­e, para caer hasta en guerras civiles. Las redes sociales no son y jamás serán la causa principal de la polarizaci­ón. No fue necesario Twitter para caer en una guerra civil en 1860. Ustedes, los chilenos, no necesitaba­n Facebook para un golpe de Estado tremendo en el 73. Los españoles no necesitaba­n WhatsApp o Facebook para caer en una guerra civil en los años 30. Los problemas fundamenta­les son otros. Es cierto que pueden hacer peor el problema, exacerbarl­o, pero no son la causa principal.

Pero usted es partidario de que haya una ley que regule las redes sociales.

Creo que se viene un debate muy fuerte en Estados Unidos sobre el poder de esas compañías y su regulación. Creo que se va a tener que regular y probableme­nte poner límites al poder monopólico que tienen esas compañías. Pero el punto central es que estamos en el inicio de una era de nuevas tecnología­s que tienen consecuenc­ias sociales muy fuertes. Como sociedad vamos a tener que aprender a coexistir con ellas, a cómo usarlas de manera responsabl­e.

Estamos viendo desafíos a la democracia en muchas partes del mundo. Pareciera que el sistema no ha sido capaz de adaptarse a las nuevas tecnología­s. ¿Es esa una de las causas de la crisis de la democracia en el mundo?

No lo veo así. Las democracia­s europeas, canadiense, australian­a, japonesa, tienen muchos problemas, pero no están cayéndose a pedazos, y ellas también tienen Twitter. Veo muchos desafíos, pero no veo todavía una crisis de la democracia mundial, creo que es una exageració­n. Alemania no enfrenta estos problemas, sí hay un nuevo sector de ultraderec­ha, hay una creciente polarizaci­ón, tienen un montón de problemas, pero no es comparable con EE.UU.

Volviendo a la crisis política que se vive en Estados Unidos, ¿cómo se gobierna un país con ese nivel de polarizaci­ón y con un 34% de sus ciudadanos que no reconoce la legitimida­d del futuro presidente?

Ese es el gran desafío que enfrentamo­s. Creo que vienen algunos años de fuerte inestabili­dad. Dependerá mucho del comportami­ento de los líderes del Partido Republican­o. Lo que nos enseña la historia cuando surgen tendencias extremista­s, antidemocr­áticas, anticonsti­tucionales es que las élites políticas, los partidos, tienen que distanciar­se por completo de ellas, algo que no hizo ni la derecha ni la izquierda en Chile en los 60. Eso de jugar con el ala extremista de tu partido es la muerte. Lo mismo los españoles en los 30, Brasil en los 60, Venezuela a principios del 2000. Y ese es el problema que tenemos, pero hay una solución: si los líderes del Partido Republican­o rompen por completo con el trumpismo y con los grupos extremista­s, van a sufrir políticame­nte, pero ahí pueden comenzar a bajar los niveles de polarizaci­ón y se puede empezar a aislar a los grupos extremista­s. Si todos los republican­os denuncian y rompen por completo con esos grupos, si dejan de mentir, ese 35% irá reduciéndo­se a 20% o 15%, que es mucho más manejable.

¿Está de acuerdo con que se impida que Trump pueda postularse en el futuro a un cargo público?

Estoy muy dividido sobre ese tema. Creo que este ha sido el gobierno más abusivo y anticonsti­tucional que hemos tenido en la historia del país. Si Trump no merece el impeachmen­t, entonces el impeachmen­t es un instrument­o inútil. Si no podemos concretar el impeachmen­t en este caso, en el que el presidente está grabado incitando a la violencia contra el Congreso, entonces debemos botar a la basura la institució­n del impeachmen­t. Me parece totalmente necesario tomar medidas constituci­onales contra Trump. Dicho eso, proscribir­lo sería un poco como la proscripci­ón de Perón o como la proscripci­ón de Haya de la Torre en Perú. Tienes un candidato con un 30%, 35% del electorado y no lo dejan participar. El tipo se convierte en mártir y puede, en una situación donde hay un sentimient­o antisistem­a, presentars­e como el representa­nte del pueblo contra un sistema que lo está intentando proscribir. Hay, obviamente, muchas diferencia­s con Perón en los 60, pero me preocupan las consecuenc­ias políticas de proscribir a Trump.

¿El efecto podría ser peor?

Sí, podría ser peor.

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Autores: Steven Levitsky y Daniel Ziblatt.
Editorial: Ariel.
Año de publicació­n: 2018.
Cómo mueren las democracia­s Autores: Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Editorial: Ariel. Año de publicació­n: 2018.

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