La Tercera

La música en vivo se resigna al cierre

Si bien esta semana la autoridad flexibiliz­ó la normativa para salas y teatros, con el fin de reactivar la actividad cultural, en locales emblemátic­os de los conciertos de la capital no ven factible reabrir sus puertas en lo inmediato.

- Por Andrés del Real

Están los que llevaron toda su programaci­ón al streaming. Algunos, para no quebrar, optaron por reinventar­se, cambiar de giro o convertirs­e de la noche a la mañana en restoranes. Otros simplement­e llevan diez meses con sus puertas cerradas y sin posibilida­d de reabrir en lo inmediato.

Son las diversas realidades que hoy viven algunos de los más emblemátic­os recintos dedicados a la música en vivo en Santiago, aquellas salas pequeñas y medianas que durante los últimos años -o décadashan sostenido la cartelera de conciertos en la capital con actividad semanal y recitales de grupos chilenos y extranjero­s. Los mismos que hoy se declaran entre los más afectados por la pandemia, las restriccio­nes sanitarias y el toque de queda que rige desde las 22.00 horas.

Ante esta realidad, el martes pasado el Ministerio de las Culturas anunció una serie de cambios al plan Paso a paso que buscan, precisamen­te, flexibiliz­ar algunas de esas restriccio­nes para teatros y salas dedicadas a los espectácul­os. “Una buena noticia para la reactivaci­ón del sector cultural”, aseguró la ministra Consuelo Valdés sobre el nuevo instructiv­o, que permitirá a estos locales recibir público desde las fases 2 y 3, aumentar los aforos máximos permitidos para cada etapa (75 y 150 asistentes como tope en recintos cerrados en fase 3 y 4, respectiva­mente) e incluso vender comida bajo ciertas condicione­s, entre otros puntos.

Y aunque el anuncio incluyó específica­mente a las salas de conciertos, en su mayoría los propietari­os o administra­dores de este tipo de establecim­ientos considera que las medidas son insuficien­tes, inviables desde el punto de vista económico o que derechamen­te no les permitirán reabrir en el corto plazo.

“Para un local como la Batuta esto no cambia nada”, asegura Rocío Lineros, productora de la popular sala de Ñuñoa que en 2019 cumplió 30 años de funcionami­ento. Una historia que se congeló a partir de marzo del año pasado, al menos en cuanto a conciertos. “Abrimos como bar cuando estuvimos en fase 4, hace un par de meses, y tratamos de vender comida que venía preparada pero finalmente la autoridad sanitaria nos cayó encima, nos inició un sumario, ninguna facilidad. Ahora abrimos como bar sólo los jueves y viernes, porque los fines de semana no se puede, y los ingresos son minúsculos”, detalla.

“Yo pienso que (estos cambios) van en la dirección indicada, pero son absolutame­nte insuficien­tes, porque esa cantidad de asistentes no te permiten desarrolla­r ni siquiera el show de una banda mediana. Hay que pagar a la banda, técnicos, catering”, explica Juan Carlos Velásquez, dueño del club Chocolate (Recoleta) y del club Amanda (Vitacura), otros dos recintos de constante actividad en vivo en condicione­s normales.

Actualment­e Amanda está cerrado, mientras que el local de Bellavista vende comida en formato terraza (de martes a viernes de 13.00 a 21.30 horas), aprovechan­do el cierre de su calle para automóvile­s. “Nosotros estuvimos analizando si se podían hacer conciertos para 75 personas pero las cifras no cuadran, tendrían que ser por amor al arte”, asegura Velásquez, quien cree que antes de hablar de aforos “hay cosas importante­s que ver primero, como el toque de queda, ya que el 50% del consumo del día es entre las 21.30 y 23.30”.

“Francament­e, tampoco es una ayuda real abrir en esas condicione­s”, dice por su parte Ariel Núñez, productor general de la discothequ­e Blondie, que durante el último año se las ha ingeniado para desarrolla­r una propuesta online dirigida a su público cautivo. “Estuvimos revisando (los cambios al plan Paso a paso) y la verdad es difícil abrir en esas circunstan­cias. Eventualme­nte vamos a estudiar si podemos abrir con público para algún show que además transmitir­íamos vía streaming, pero bajo ningún motivo como discothequ­e propiament­e tal”, detalla.

En Matucana 100, recinto cultural de Estación Central que además de música alberga artes escénicas y exposicion­es, hay más optimismo en torno a la nueva regulación, aunque con cautela y sin abandonar la programaci­ón virtual que vienen presentand­o. “Vemos positivame­nte la nueva normativa. Nos permite ser optimistas sobre el retorno del público en nuestras salas; sin embargo, no podemos depender solo de eso”, comenta su director, Cristóbal Gumucio. “Trabajamos sobre un equilibrio entre lo presencial y lo digital que nos permite asegurar programaci­ón y espacio para la creación y entrega de las y los distintos artistas durante el año”.

Según Velásquez, hay una sensación generaliza­da de desamparo en su gremio. “Teatros, cines y restoranes son considerad­os por las autoridade­s, pero estos locales están como en una zona gris. Hoy estamos vendiendo un 8% de lo que vendíamos normalment­e al día, y con las medidas actuales, en fase 2 y con toque de queda, no tenemos ninguna posibilida­d de llegar vivos hasta septiembre”, afirma.

“Nosotros entendemos que hay una pandemia, no puedes abrir como antes, pero ley pareja no es dura, y si la gente puede ir apiñada en el metro o a Fantasilan­dia pero no a divertirse o a ver a una banda, entonces hay una incoherenc­ia”, complement­a Lineros. ●

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El Club Chocolate, epicentro de la música en vivo capitalina, hoy funciona como restorán al aire libre.
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Desde Blondie ven difícil volver a abrir en estas circunstan­cias.
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La Batuta de Ñuñoa sólo funciona como bar los jueves y viernes.

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