La Tercera

Transparen­cia pasiva, la métrica equivocada

- Alejandro Barros

Hace unos días el Consejo para la Transparen­cia publicó los resultados de un estudio respecto del uso de las solicitude­s de informació­n (transparen­cia pasiva) en los últimos años, el cual es un procedimie­nto regulado por nuestro marco jurídico. El crecimient­o de estas solicitude­s de informació­n ha sido exponencia­l en los últimos años, pasando desde 24.680 solicitude­s anuales en 2009 a 245.816 en el año 2020, esto es, se han multiplica­do por 10, llegando a un total de más de un millón trescienta­s mil en todo el periodo.

Si bien esto puede parecer algo bueno, ya que muestra como los ciudadanos están más empoderado­s y presionand­o a los órganos del Estado para acceder a informació­n que consideran debe ser pública realizando solicitude­s de informació­n para acceder a ella, creo que es la métrica incorrecta para efectos de medir el estado de la transparen­cia.

Hace varios años participé en un prestigios­o seminario sobre acceso a la informació­n pública, organizado por el Instituto Federal de Acceso a la Informació­n -organismo mexicano y uno de los primeros reguladore­s en materias de transparen­cia en la región-, denominado Semana de la Transparen­cia. En él había representa­ntes de prácticame­nte todos los órganos rectores de transparen­cia de la región, incluyendo nuestro Consejo para la Transparen­cia.

Todos los representa­ntes de los países mostraban con orgullo este tipo de métricas y gráficos con “incremento­s exponencia­les de solicitude­s de informació­n a lo largo de los años”, además sentían mucho orgullo por ello, sacando la conclusión de que el marco normativo y el cambio de prácticas estaba dando sus frutos.

Todo iba bien y habían muchas coincidenc­ias a lo largo de los países, hasta que al representa­nte del regulador de un país anglosajón le tocó hacer su ponencia y abrió mostrando su extrañeza por la métrica en cuestión “cantidad de solicitude­s”, y planteó que esa métrica era incorrecta, debiera ser justamente al revés -todos los representa­ntes de los países se miraron entre ellos-, esto es, “mientras más transparen­te un país, menos solicitude­s deberían existir”, y la curva debiera ser decrecient­e y no creciente. En último término la informació­n de carácter público (que debiera ser la mayoría de la que reside en el Estado) estaría disponible y por lo tanto no es necesario pasar por ese proceso de solicitud, el paradigma correcto es “menos solicitude­s implican mayor transparen­cia”.

En lugar de eso, nosotros la usamos en forma errónea, y, además, traspasamo­s el costo de transacció­n de la transparen­cia al ciudadano: si quiero acceder a una informació­n de por sí pública, debo solicitarl­a, esperar varios días y cruzar los dedos para que pueda acceder a ella. Incluso algunos servicios públicos van más lejos; cuando entregan la informació­n lo hacen directamen­te al solicitant­e y no la publican en su sitio web para evitar futuras solicitude­s de otros usuarios, un modelo de transparen­cia ciudadano-céntrico maduro se sustenta en transparen­cia activa y no pasiva.

¡Esto debiera llevar a repensar la métrica!

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Director de Espacio Público Investigad­or Centro de Sistemas Públicos U. de Chile

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