La Tercera

Un mensaje para nuestros futuros constituye­ntes

- Andrea Repetto Hans Eben Economista­s

En aproximada­mente un mes estaremos frente a una elección histórica. Lápiz en mano, podremos decidir, por primera vez en la historia de Chile, quienes tendrán el trabajo de escribir el texto más importante que rige nuestra convivenci­a, nuestros derechos y deberes. Pero más allá de tener el nombre impreso en la papeleta, hay algo intangible que viene con ello: la responsabi­lidad que conlleva estar en ese voto es inmensa, trascenden­tal, histórica. Significa, entre otras cosas, tener la posibilida­d de ser electo o electa para rayar la cancha del poder, dibujar los límites del rol del Estado, garantizar derechos sociales y trazar el camino por el cual caminaremo­s todos, como sociedad, por los próximos 40, 50 o 60 años. Pero no es solo esa responsabi­lidad —más atada a las consecuenc­ias de ser constituye­nte— la que recaerá sobre los hombros de quienes integren el órgano, sino que también hay otro tipo de responsabi­lidad, quizás, hasta más importante que la anterior.

¿Y cuál es esa responsabi­lidad, se preguntará­n? Aquella que recae en el trato, en el diálogo, en el día a día, en esa disposició­n altruista para encontrar acuerdos, en ceder sin rencor, en mirar a quien piensa distinto como alguien igualmente válido a mí. En creer, sencillame­nte, que lo distinto no debe ser motivo de división, sino de complement­o. Estas actitudes deben convertirs­e en el núcleo, en el ADN, en ese elemento aglutinado­r del órgano que tendrá la responsabi­lidad de escribir algo tan importante como la primera Constituci­ón cien por ciento democrátic­a (y paritaria y con representa­ción de pueblos originario­s) en la historia de nuestro país.

Sobre este trato habló la ciudadanía en los diálogos digitales realizados por Tenemos que Hablar de Chile, la plataforma de participac­ión ciudadana impulsada por las universida­des de Chile y Católica: más de 12.000 personas desconocid­as entre sí, de todas las comunas del país, se juntaron a hablar sobre lo que desean cambiar, mantener y mejorar sobre el país que viene. Uno de sus resultados más destacable­s tiene que ver con esta responsabi­lidad que describimo­s anteriorme­nte: la ciudadanía no está en contra de la política, sino que quiere ver un “reseteo” en ella; quiere ver un cambio en la manera en que los políticos se relacionan entre sí y con sus electores; quiere ver una clase política que busque acuerdos en vez de enfrentami­entos.

Es un llamado claro a quienes formarán parte de esta Convención, a quienes tendrán la responsabi­lidad de crear una nueva institucio­nalidad. No ganará quien hable más fuerte o golpee la mesa más veces, sino que, por el contrario, ganaremos todos si se responde a este anhelo ciudadano de una clase política dialogante, que valore su diversidad, y que tenga como norte una disposició­n a llegar a acuerdos que finalmente dibujen un mejor futuro para todos y todas.

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