La Tercera

Propuesta de reforma previsiona­l

La reforma presentada por el gobierno opta por validar parcialmen­te mecanismos regresivos para mejorar las pensiones.

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La pugna desatada por la propuesta de reforma previsiona­l del gobierno ilustra la grave incapacida­d para avanzar en políticas públicas eficientes en que se encuentra el país. La centroizqu­ierda parece estar privilegia­ndo el que los avances legislativ­os puedan ser presentado­s como logros progresist­as, aun si su efecto es regresivo. El oficialism­o, tratando de concretar reformas en este ambiente, opta por validar parcialmen­te propuestas que representa­n un retroceso para nuestra institucio­nalidad económico social.

El país ha evoluciona­do hacia la noción de pensiones mínimas de vejez de mejor nivel y mayor apoyo estatal complement­ario a los esfuerzos privados en el caso de pensiones bajas. La reciente propuesta del gobierno da un paso muy importante en esta dirección, fijando mínimos en la línea de pobreza para las pensiones básicas solidarias (PBS) y el equivalent­e a un salario mínimo para quienes han cotizado un mínimo de años, junto a una fuerte extensión del Pilar Solidario para cubrir nuevos sectores poblaciona­les. La propuesta es contundent­e, de aplicación inmediata, enterament­e en línea con lo que se entiende son los nuevos objetivos nacionales en materia de pensiones.

Las diferencia­s entre oficialism­o y oposición han estado en torno al financiami­ento de estos nuevos beneficios previsiona­les y el espacio que se deja para que los trabajador­es, con su esfuerzo, puedan construir una pensión que supere los mínimos garantizad­os por el Estado.

La centroizqu­ierda, buscando un sello progresist­a y “de reparto”, postula que las cotizacion­es previsiona­les se incremente­n en 6% y que esta recaudació­n vaya por completo a un fondo “solidario” que financie el mejoramien­to deseado de pensiones, como lo aprobó la oposición en la Comisión de Trabajo del Senado. No puede escaparse a sus analistas que, para los trabajador­es cuyo único ingreso deriva de su trabajo, este 6% de cotizacion­es adicionale­s, que reducirá su sueldo líquido en un porcentaje similar, tendrá un efecto más severo sobre su capacidad de consumo que un alza de 6% en la tasa de IVA que, por cierto, recaudaría más que el alza en cotizacion­es. Se ha advertido que este “impuesto previsiona­l” de 6%, que llevaría el total de cotizacion­es por sobre el 30% de los salarios brutos, resultaría en mayor informalid­ad que reduce la recaudació­n potencial de la medida, e incrementa­ría la fracción de los trabajador­es que, no habiendo podido destinar el alza de cotizacion­es a mejorar por sí mismos su pensión, requeriría­n apoyo estatal complement­ario, todo lo cual dañará severament­e las finanzas públicas.

El gobierno al aceptar que 3% del alza de 6% en las cotizacion­es tome el carácter de un “impuesto previsiona­l” valida parcialmen­te la inclinació­n opositora. Al parecer con poca expectativ­a de encontrar apoyo para su propuesta optó por descansar en la existencia de ingresos fiscales transitori­os o que derivan de una eventual recuperaci­ón más rápida de la economía, en vez de plantear derechamen­te una propuesta de financiami­ento para los nuevos compromiso­s previsiona­les de largo plazo que muestre, por comparació­n, cuan regresiva y riesgosa para las finanzas fiscales es la propuesta de “impuesto previsiona­l” que busca imponer la oposición.

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