El avance de los carteles narcos en Chile
► Cómo la marihuana “creepy” ha significado la extensión del narcotráfico colombiano en el país ► El caso que revela los tentáculos del cartel de Sinaloa en territorio chileno
12-18 TEMAS DE SÁBADO
Algunos la definen como “el prensado 2.0”, pero el alto consumo en Chile de la marihuana con ese rótulo no sólo implica el consumo de una droga que suele ser mezclada con ingredientes que pueden incluir hasta bencina. Su tráfico ha motivado el establecimiento de una ruta que comienza en el Valle del Cauca, en Colombia, y Santiago, donde Ecuador y Perú son pasillos. El modo de operación de los traficantes, además, incluye sofisticados esquemas de blanqueo de dinero.
El “Morado” estaba en Chile y las autoridades nacionales recibieron la alerta. El ciudadano colombiano, cuyo nombre real es Yeifer Stiven Rusinque, tenía como propósito recibir un cargamento de drogas proveniente de su país, con el objetivo de distribuirlo en Maipú y otras comunas de la Región Metropolitana.
A primera vista, Rusinque estaba lejos de parecer un narcotraficante. Se movilizaba en un discreto Chevrolet Spark y no había nada en su aspecto que denotara ningún tipo de ostentación. “Morado” era un nuevo tipo de actor en un nuevo tipo de negocio: el tráfico de la llamada marihuana “creepy”, una actividad que tiene sus propias particularidades y reglas.
Rusinque manejaba una oficina comercial de Western Union en Santiago Centro, y estaba siendo cuidadosamente monitoreado por la policía antinarcóticos de Estados Unidos, cuya sede en Colombia advirtió de sus movimientos a la policía chilena el pasado 8 de marzo. El año pasado, informaba el mensaje de los norteamericanos, el mismo sujeto había recibido un cargamento de drogas. Desde entonces era un blanco de interés para la DEA.
Fue esa información la que llevó al OS7 de Carabineros a trabajar en un operativo que, unas semanas después, resultaría en una importante incautación. Los detenidos: Yeifer “Morado” Rusinque y otras dos personas. La mercancía: 240 kilos de marihuana “creepy” de origen colombiano.
Fue una incautación significativa, no tanto por el volumen de la droga requisada, sino por cuatro elementos que, a juicio de expertos en el área, están marcando las nuevas manifestaciones del tráfico de drogas en Chile: el nivel de penetración que están teniendo las organizaciones delictuales radicadas en Colombia, las nue
vas vías para sacar el dinero del país, el creciente interés de la DEA por narcotraficantes que operan en Chile y que se vinculan con bandas de traficantes que también delinquen en Estados Unidos y, por último, el boom de la “creepy”.
En un lado de la oferta está el Valle del Cauca, en Colombia. En el lado de la demanda, los consumidores chilenos, especialmente en zonas más vulnerables.
El tema no sólo preocupa a las autoridades policiales. Quienes trabajan en rehabilitación de drogadictos e incluso quienes abogan por una legalización del uso de la marihuana en Chile advierten sobre los efectos de esta droga y sobre la popularidad que ha alcanzado entre los consumidores chilenos. Según las autoridades, la “creepy” puede alcanzar una concentración del 20% de THC (el principio activo de la cannabis), y es prensada con una serie de elementos de dudosa composición, que pueden ir desde la bencina hasta el chocolate.
El director ejecutivo de la Fundación Eutopía -que aboga por una nueva regulación para la cannabis-, Claudio Venegas, aclara algunos conceptos. “La denominación creepy es una palabra popular en Colombia que se utiliza para denominar ‘de cepa conocida’. Es como si dijera en Chile ‘tengo filete’. Es algo bueno, algo con linaje”, sostiene Venegas, quien, además, dirige la revista Cáñamo. “El creepy es lo que en los 90 se conocía como ‘el paragua’, el prensado. Una marihuana de una calidad mediana, o abiertamente mala. En el proceso de prensado se le metían aditivos: es cierto que la prensada te daba un colocón más o menos grande, pero ya a esa altura no sabías efecto de qué era”, describe.
Aquel “colocón”, según describen quienes han consumido “creepy”, se traduce en un efecto muy potente y que puede incluso llegar a provocar alucinaciones. En el caso de Ángelo Henríquez (32), su consumo se tradujo, incluso, en pensamientos suicidas. Fue eso lo que lo llevó a buscar ayuda y comenzar un tratamiento de rehabilitación.
“Hubo un tiempo en que estuvo súper escaso el porro (cigarrillo de marihuana prensado de origen paraguayo), porque lo combatieron e hicieron decomisos, y ahí empezó a llegar el creepy”, recuerda. “Cuando recién llegó era mucho más efectivo que el porro. Por ejemplo, de porro yo consumía tres a cuatro veces al día, y con el creepy fumaba dos veces y quedaba con el mismo estado o quizás más. Era mucho más”, relata.
Parte importante del problema tiene que ver con las mezclas que contiene la “creepy”, que aumentan su capacidad de intoxicación y de dependencia. Esas mezclas también explican el bajo precio -y calidad- para el “consumidor final” y por consiguiente su mayor impacto en sectores más pobres.
Paradójico, en cierta medida, si se considera que parte de lo que hace de Chile un destino tan deseable para la producción de esta marihuana es su mayor poder adquisitivo en comparación con el resto de la región.
La ruta hacia el mercado ideal
La lógica, como en todo negocio, tiene forma de cálculo. Así lo expone el fiscal Occidente de la Unidad de Alta Complejidad, Sergio Moya.
“El valor en Colombia es de aproximadamente 100 mil pesos chilenos, y lo que se ha constatado es que el kilo al por mayor, puesto en Chile, cuesta alrededor de cuatro millones de pesos. Entonces, el nivel de ganancia solo en la etapa de trasladado es muy elevado”, explica Moya, quien ha participado en reuniones con fiscales de la región para indagar sobre este fenómeno y coordinar acciones. “¿Y por qué Chile? Porque en el contexto actual, el poder adquisitivo que hay en Chile no se compara al de otros países vecinos. Y al estar la mayoría de las rutas internacionales cerradas o muy controladas, el lugar más interesante para vender, en términos de réditos económicos y hacer caja, es Chile”.
El flujo de la “creepy” hacia Chile también se ha convertido en un dolor de cabeza para los dos países por los cuales suele transitar esta droga: Ecuador y Perú. De hecho, fuentes de estos países indican que casi la totalidad de la “creepy” incautada en esas naciones en los últimos dos años tenía como destino Chile. Uno de los últimos casos ocurrió a fines de octubre del año pasado, cuando la policía peruana detectó en el poblado aimara de Tasapa, situado en el distrito de Zepita, provincia de Chucuito, dos toneladas de este narcótico. ¿El origen? El Valle del Cauca, Colombia. ¿El destino? Santiago, Chile. La mercadería fue avaluada en 12 millones de dólares.
El fenómeno transnacional y la constatación del alcance creciente de los brazos de los carteles colombianos ha motivado la coordinación de los fiscales del continente, a través de la Asociación Iberoamericana de Ministerios Públicos. “Nos fuimos dando cuenta de que de a poco se fue constituyendo una ruta hacia el sur, la que parte efectivamente en el Valle del Cauca, pasa por Ecuador, pasa por Perú y luego ingresa por vía terrestre en Tacna hacia Chile, o bien derechamente por Bolivia”, detalla Luis Toledo, director de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de Estupefacientes de la Fiscalía Nacional. “Y cuando es marítima, desde los puertos de Buenaventura, Callao, a los puertos chilenos”.
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En detalle, según investigaciones realizadas tanto por policías chilenas como por organismos extranjeros, la mercancía es sacada generalmente en pequeñas cantidades desde el Valle del Cauca y se agrupan en las inmediaciones de la ciudad de Pasto, fronteriza con Ecuador. Luego, cargan el vehículo con la “creepy” y cruzan la frontera. El camino continúa por Perú hasta llegar a Tacna, donde pasan a Chile y tienen su siguiente parada en Arica. Luego, los destinos más habituales: Antofagasta y Santiago. En estas últimas ciudades es donde están los receptores de la droga.
La PDI, por su parte, ha establecido que “en relación a la principal vía de acceso establecida en los procedimientos antinarcóticos, los lugares donde se incautó la mayor cantidad de esta droga corresponde al Complejo Fronterizo Chacalluta, Complejo Salar de Ollagüe, Complejo ColchanePisiga y el Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez”.
El prefecto Roy Farías, jefe de la Prefectura Antinarcóticos y Contra el Crimen Organizado Norte, indica que si bien hay casos de ingresos marítimos, lo que se sigue privilegiando es la vía terrestre. Asimismo, sostiene que el acopio se realiza en las cercanías de la Ruta 5 Norte, lugar donde ocultan la marihuana en transportes de cargas pesadas.
“El Inválido” y el punto de inicio
Ubicado en el suroeste de Colombia, el Valle del Cauca está en la unión de las provincias de Cali y Buga, y debe su nombre al río Cauca, que cruza su llanura. Se trata de una zona agrícola muy relevante para la economía. Ahí se cultivan productos como caña de azúcar, arroz, cacao, café, plátano, yuca, trigo y maíz. Y marihuana.
La vía de traslado de droga que se estableció entre el Valle del Cauca en Colombia y Santiago de Chile obligó a intensificar la coordinación entre las fiscalías del continente. Incluso, la DEA de Estados Unidos comenzó a datear a las policías chilenas sobre los movimientos de los “capos” de estas bandas.
Si bien los grupos indígenas locales tradicionalmente han plantado cannabis, fue la inducción de variedades más potentes y el aumento explosivo por su demanda lo que motivó el interés de grupos organizados y la mayor sofisticación de los cultivos. También el aumento de la violencia en la región. Hace unos años se empezó a hablar de una “fiebre del oro verde” en la zona. Según han establecido investigaciones de la fiscalía colombiana y la DEA, prácticamente toda la marihuana conocida como “creepy” viene de ahí.
La información que manejan las autoridades chilenas indica que siete agrupaciones se distribuyen este comercio ilícito, de las cuales tres son las que tienen la mayor actividad.
Uno de estos grupos es el Cartel Dagoberto Ramos, el que estaría tras el último envío interceptado en Chile por el OS-7 de Carabineros. Este grupo, según la información que manejan los organismos internacionales, es una disidencia de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Los otros dos grupos que operan en la zona también tendrían elementos de la guerrilla, lo que para fuentes chilenas del área explicaría el interés de la DEA por desarticularlos y atacar sus brazos operativos.
En esta línea, en los últimos años las autoridades han señalado en especial a un hombre clave tras el negocio de la “creepy”. Se trata de Pedro Luis Zuleta Noscué, un ex Farc conocido como “El Inválido”, pues usa una silla de ruedas desde 1987, cuando sufrió un accidente en moto. Zuleta se unió a la guerrilla a los 12 años (hoy tiene 58), y llegó a ser jefe de finanzas de uno de los grupos más violentos de las Farc, el denominado Sexto Frente. Sobre él pesa desde 2018 una orden de extradición de Estados Unidos, por el delito de tráfico de drogas. En esa época dio una entrevista a la revista colombiana Semana, donde negó ser un capo de la droga y decía que el cultivo de marihuana era muy popular en el valle, “no porque tenga tanta rentabilidad, pero igualmente se dedica a eso porque no hay nada más para hacer”. También dijo que la popularidad de la marihuana de esa zona en el mundo se debía a “que es muy medicinal”. Quienes han estudiado el fenómeno relatan que las bandas que operan en Cauca deben contar con la autorización de Zuleta para cultivar, y que éste les exige una especie de peaje si desean sacar la droga de ese territorio.
Los diversos operativos realizados en Chile permiten establecer ciertos patrones con que actúan estas agrupaciones. De hecho, relatan fuentes del sector, las bandas tienen dividido desde Colombia el territorio en el cual venderán droga en Chile. Esto ha evitado que estas organizaciones empiecen en nuestro país una guerra por territorio.
El OS-7 ha realizado un catastro de dónde ha aparecido marihuana “creepy” en los últimos años. Entre el 1 de enero de 2019 y el 31 de marzo de 2021 han incautado 3.709 kilos de esta droga: 2.176 kilos aparecieron en Maipú, 949 kilos se incautaron en Macul, 243 kilos fueron detectados en Renca, otros 183 kilos en Calama y 140 kilos se decomisaron en Cerrillos.
¿A qué banda corresponde qué territorio? Es algo que todavía es objeto de análisis por parte de las policías. “No puedo hablar, tengo familia allá”, suelen decir los ciudadanos colombianos detenidos en Chile cuando se les pide ahondar en las operaciones.
La PDI, por su lado, suma más de 11 toneladas incautadas de esta droga en los últimos tres años. El mayor porcentaje fue requisado en las regiones Metropolitana, Coquimbo y Antofagasta. Eso sí, aseguran en la institución, Santiago era el destino final de casi toda esta marihuana.
Popular y tóxica
“La primera vez que consumí creepy fue en la población El Castillo, en La Pintana. Tengo un familiar ahí, un primo, que me dijo llegó una marihuana que es súper buena, totalmente lo que uno busca y es mucho mejor que el porro”, relata Angelo Henríquez, quien desde hace cinco meses está internado en la Fundación Rehabilita de Pirque. “A esto se tiene que sumar que en esa época el cogollo se puso muy caro. El gramo subió a los 15 mil pesos, mientras que el creepy valía cinco mil pesos”.
“Es una droga que se mueve en las poblaciones”, dice Claudio Venegas, el director de la Fundación Eutopía y la revista Cáñamo. “Te aseguro que en el barrio alto prácticamente nadie fuma creepy. El usuario adulto responsable, gracias en parte al trabajo de educación que hemos estado impulsando, no anda buscando creepy. Un usuario medicinal jamás buscará “creepy”. Pero en Chile hay una cantidad de consumidores tan grande, que incluye los sectores populares, y ahí el negocio lo maneja el dealer, que va a vender lo que quiera vender. Y lo que tiene para vender es “creepy”, que él mismo te va a decir que es la súper marihuana”.
Venegas sostiene que en ese sentido la “creepy” es “hija del tráfico”. “Por eso hay que regular. Si tú regulas, sabes quién produce, cómo lo produce, dónde lo vende y a quién se lo vende”.
La descripción de la “experiencia de compra” resulta ilustradora para comprender cómo funciona el negocio de la “creepy” en la calle. Henríquez explica: “Últimamente en la población se vende a $ 2.500 o hasta $ 2.000 el gramo. Lo que sí, cuando llega el kilo, el entero como le dicen en el barrio, los traficantes lo procesan y de ese kilo hacen dos kilos, lo ‘patean’ (añaden otras sustancias para incrementar su volumen), y por eso lo venden más barato. Así, todo dependerá del traficante y la persona. Porque cuando tú vas al barrio, hay cinco personas que te venden y uno sabe quién vende el ‘creepy’ de verdad y cuál lo vende mezclado.
Julio Figueroa, psicólogo especialista en dependencias y director del Centro La Esperanza Oriente, explica que es evidente que lo que se vende como “creepy” es mucho más tóxico que la marihuana tradicional. “Incluso en algunos decomisos para consumo se ha detectado la presencia de pasta base”, dice. “Ya no es solo fumar marihuana, es marihuana más un excipiente que generalmente es desconocido, y eso hace que sea más tóxica”. Figueroa añade que sus efectos son mucho más fuertes por los materiales por los cuales están prensados, que a veces son éter, otras veces chocolate y otras veces incluso bencina.
Las nuevas “reglas del juego”
A nivel operativo, las organizaciones tras la “creepy” también han establecido sus propias reglas y buscan alejarse, lo más posible, de la clásica imagen del narcotraficante que opera en Chile. El fiscal Sergio Moya indica que para concretar las transacciones “se posicionan personas en Chile algunos meses antes, para que se hagan cargo del negocio, o bien ubican personas que hayan tenido un historial en el país, pero que en términos judiciales estén limpios”. Agrega que otro elemento “innovador” es que tampoco se han encontrado armas o importantes sumas de dinero. “Son personas muy discretas, de bajo perfil, incluso hemos podido interrogar a varios y tienen un nivel educacional no menor. Son personas bien preparadas, inteligentes, hábiles y que podrían pasar desapercibidas”, señala.
Eso explicaba el modesto automóvil del principal operador del negocio en Chile, Yeifer “Morado” Rusinque.
Otro dato relevante es que ninguna decisión importante se toma en Chile. La compra se decide directamente en Colombia. Allá se hacen las principales transacciones de dinero, por lo que cuando la “creepy” toca territorio nacional, ya todo viene vendido. “Se trabaja en Chile como a consignación. Es decir, la droga viene vendida desde el extranjero y acá solamente es distribuida a quienes ya la compraron previamente”, explica el fiscal Luis Toledo.
¿Y si surge un problema? “Cualquier dificultad que puedan tener por alguna operación en Chile, lo resuelven entre ellos allá. Las personas que están acá son una especie de agentes o delegados comerciales”, asegura el fiscal Moya.
En cuanto al dinero resultante de este negocio también hay una particularidad importante. Si bien los operativos en Chile han sido exitosos en cuanto a recuperar droga, las ganancias monetarias asociadas prácticamente no se han visto. Esto se debe, a lo menos, a tres factores. El primero es que las principales sumas de dinero se pagan directamente en Colombia. Segundo, porque los “agentes comerciales” han perfeccionado el sistema de envío de dinero a través de agencias de envíos de remesas y courier, estableciendo cuál es el límite para evitar sospechas y así dejar fuera de juego a los organismos fiscalizadores. La tercera vía, y que es monitoreada por las agencias internacionales, es el uso de las criptomonedas. Este sistema prácticamente no deja un rastreo del origen ni del destino de las remesas, por lo cual se ha convertido en una opción interesante en este tipo de delitos.
Los ojos de la DEA
Otro gran “tip” que entregó la DEA al OS7 de Carabineros data de enero del año pasado y, al igual que en el caso de marzo, se expuso en la audiencia de formalización. En esa ocasión, la agencia extranjera informó que habría ingresado a Chile un sujeto de nacionalidad colombiana, el que fue condenado en dos ocasiones en EE.UU. por tráfico de heroína, cuyo nombre era Paulo Tarquino. El organismo también informó que en Santiago de Chile tendría lugar una reunión entre un capo colombiano involucrado en trafico de drogas, apodado “El Paisa”, junto a otros sujetos. En dicha cita estaría presente Paulo Tarquino.
Ante esta información, el OS-7 presentó una denuncia y se designó al fiscal Moya para liderar las pesquisas. Por días Tarquino fue objeto de seguimientos, donde se observó una conducta reiterativa: habitualmente se estacionaba al costado de un camión blanco en el estacionamiento de un supermercado y sacaba bolsos de su interior. Dentro de estos, había paquetes marcados con la frase “HELLO de El Paisa”. Cuando la policía concluyó que la anunciada reunión de capos colombianos no se iba a concretar, fueron sobre Tarquino y el camión blanco. Incautaron más de 2.170 kilos de marihuana “creepy”.
“Muchas de las mismas organizaciones criminales transnacionales, del crimen organizado y organizaciones de narcotraficantes representan una amenaza para las comunidades tanto de Chile como de los Estados Unidos”, explican desde la Embajada de Estados Unidos en Chile ante las consultas sobre el rol de la DEA en estas operaciones. “Trabajamos de manera conjunta con nuestras contrapartes chilenas compartiendo nuestros conocimientos e intercambiando experiencias para enfrentar dichas amenazas”.
Para Luis Toledo, la transnacionalidad de este delito requiere volver a plantearse una serie de cosas: “Nuestro país debe empezar a coordinarse de una manera distinta, de una manera más coordinada y con una respuesta más eficiente de todos los órganos del Estado, que implique una respuesta efectiva al creciente narcotráfico que estamos teniendo”. ●
La detención de una pareja mexicana ocurrida el 10 de marzo pasado, presuntos brazos operativos de la organización de narcotráfico, desbarató una operación internacional para abrir un nuevo mercado en suelo chileno. Fue una alerta de la DEA, agencia antidrogas de Estados Unidos, la que advirtió a las autoridades chilenas de la presencia de emisarios de uno de los carteles más violentos y peligrosos del mundo. Esta es la historia desconocida de una investigación secreta que se extendió por más de un año, utilizó agentes encubiertos y se infiltró en el corazón de una organización internacional que buscaba transformar los puertos chilenos en punto de origen para el envío de cargamentos de cocaína hacia Europa.
LLa zona de embarque del Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez, en Pudahuel, fue el punto elegido por la fiscalía para terminar con más de un año de seguimientos discretos y la infiltración de agentes encubiertos. La decisión acarreó medidas urgentes. Una de ellas, trasladar y resguardar urgentemente a los policías que por más de 12 meses utilizaron identidades falsas y lograron captar cientos de imágenes, videos y escuchas telefónicas desde febrero de 2020, cuando comenzó esta investigación secreta. Lo que estaba en juego la tarde del 10 de marzo de 2021 no era un simple arresto, sino la apuesta por desarticular el brazo operativo en Chile de una de las organizaciones de narcotráfico más violentas y poderosas de México: el cartel de Sinaloa.
El operativo comenzó cerca de las 17.00, a plena luz del día y frente a cientos de pasajeros que a esa hora transitaban por el terminal aéreo, días antes del cierre de fronteras decretado por el gobierno a causa de la pandemia. Los 28°C que a esa hora se sentían en la capital aumentaron de golpe entre el grupo de detectives que recibió la orden para detener a una pareja de mexicanos que estaba a minutos de tomar un vuelo con destino a México.
La aprehensión ocurrió sin contratiempos. Los extranjeros fueron alejados de sus maletas, rodeados por efectivos policiales y esposados por la espalda. El arresto apenas duró un minuto. No hubo resistencia, disparos, ni lesionados, según testigos. Sus teléfonos móviles, con sus agendas de contactos y otros elementos requisados, engrosarían la lista de evidencias en el caso.
Las pruebas obtenidas a lo largo de la investigación sirvieron para que la Unidad de Drogas de la Fiscalía de Tarapacá formalizara -en una audiencia reservada- a los hermanos Yolanda y Ricardo Salazar Tarriba, presuntos brazos operativos de la peligrosa organización de narcotráfico mexicana fundada en 1989 por Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera y Héctor Palma Salazar. Los Salazar Tarriba fueron acusados de tráfico de droga y asociación ilícita. Hoy cumplen su prisión preventiva en recintos de alta seguridad de Santiago.
Lejos de ser el fin de esta indagatoria, la detención de estos mexicanos abrió nuevas interrogantes sobre las operaciones del cartel de Sinaloa en Chile y las redes que tejió la organización tras asentarse por más de un año en suelo nacional. La trama de espionajes y drogas que se esconde detrás del arresto de los Salazar Tarriba comenzó a escribirse a 1.750 kilómetros al norte de Santiago, específicamente en la Región de Tarapacá, donde aún quedan vestigios del paso de la organización criminal que “El Chapo” liderara hasta 2017.
Ingreso clandestino
El primero en llegar a Chile fue Ricardo Salazar Tarriba. Lo hizo a
comienzos de 2020, en silencio y portando apenas un bolso que no entorpeciera su ingreso ilegal, tras cruzar la frontera a través de un paso no habilitado de la Región de Tarapacá. Solo una alerta enviada días antes por la agencia antidrogas de Estados Unidos, DEA, advirtió a las autoridades chilenas sobre la entrada clandestina del presunto integrante del cartel de Sinaloa. La primera impresión, recuerda una fuente del caso, fue incredulidad. Luego se pusieron en marcha una serie de medidas. Una de las más importantes fue infiltrar a detectives y caracterizarlos como el nexo chileno que apoyaría las operaciones de la banda que se alistaba a operar en suelo nacional.
Un departamento arrendado en la costanera de Iquique, uno de los sectores más acomodados de la ciudad, esperaba a Salazar Tarriba a su llegada a la región. Sin grandes lujos, pero con un alto poder adquisitivo, el emisario mexicano comenzó a recorrer escoltado cada rincón de la zona donde el cartel de Sinaloa apostaba a formar su centro de operaciones para el tráfico internacional de cocaína. Locales nocturnos, áreas comerciales e, incluso, visitas programadas a la zona portuaria de Iquique y Valparaíso formaron parte de los lugares de interés para este presunto líder narco. Cada movimiento, sin embargo, quedaba registrado en el expediente secreto de la fiscalía.
La tarea de Ricardo Salazar Tarriba, según la investigación, consistía en llevar las finanzas de la organización, analizar el mercado chileno y sellar los negocios que se habían pactado desde Sinaloa, México, con una organización boliviana dedicada al tráfico de grandes volúmenes de drogas en la frontera con Chile. El acuerdo permitiría al cartel que hoy lidera Iván Guzmán Salazar, hijo del “Chapo”, extender sus áreas de influencia en el Cono Sur y abrir nuevas rutas internacionales para el tráfico de droga. Si las negociaciones salían como se acordaron entre ambos grupos, a Chile debían llegar durante 2021 más de seis toneladas de cocaína de alta pureza. Un negocio que transformaría a los puertos nacionales en uno de los principales exportadores del alcaloide a Europa y Asia. Pero algo salió mal.
Fue en octubre de 2020 cuando una insuficiencia cardíaca afectó a Ricardo Salazar. La emergencia lo mantuvo hospitalizado grave, tras lo cual fue trasladado a Santiago para una intervención. Sin saberlo, su círculo de hierro, el mismo donde había policías infiltrados, fue el responsable de acompañarlo en su proceso de recuperación.
El problema cardíaco de Salazar lo obligó a tomar medidas: contactó de urgencia a su hermana Yolanda, a quien encomendó viajar a Chile para tomar las riendas del negocio.
Con la llegada de Yolanda Salazar, las negociaciones retomaron su curso y se selló el primer envío de cocaína. Se trataba de una “muestra” de 54 kilos de cocaína, a la cual se le analizó su composición química para establecer su pureza. La mexicana comenzó entonces a trabajar para diseñar junto a sus nuevos socios bolivianos la logística necesaria para trasladar volúmenes más grandes de drogas por pasos ilegales. También emprendió la búsqueda de zonas de acopio de la droga, para lo cual se recorrió las zonas aledañas a Iquique.
La presencia del cartel de Sinaloa en la zona sur de Sudamérica ha sido detectada también en países vecinos como Perú. En ese país, a fines de marzo, se arrestó a otra “delegación” de integrantes de esa organización criminal, que ocultaba 887 kilos de cocaína de alta pureza en un condominio de la ciudad de Callao, lista para ser enviada fuera de ese país.
“Chile es un país bastante estratégico para cualquier cartel, sobre todo para los carteles mexicanos”, asegura Ainhoa Vásquez, escritora chilena que vive hace 14 años en México, donde ejerce como profesora investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de ese país. Por años ha trabajado en temas vinculados al narcotráfico y es autora de varios libros relacionados a esta materia.
La experta advierte que “una gran lección que tiene que aprender Chile de lo que ocurrió con México es que la guerra contra el narcotráfico
Carteles narcos en Chile Lo que estaba en juego el 10 de marzo de 2021 no era un simple arresto,
sino la desarticulación del brazo operativo en Chile de una de las organizaciones más violentas y poderosas de México: el cartel de Sinaloa.
fue una falla completa. La violencia vino de ahí, de la guerra contra el narco. Los carteles se volvieron muchísimo más violentos, empezaron a pelear por el territorio. La violencia viene cuando peleas por un territorio”, señala. “Los carteles tienen un poder de infiltración tremenda a nivel económico, son capaces de comprar a cualquiera. Imagina todo el dinero con el que llegan y el poder de coerción con su lema: 'plata o plomo', que es su máxima. O te compro con millones de dólares o te mato a ti y a tu familia, No hay mucha elección”.
Algunas fuentes de la investigación del caso en Chile indican que el grupo ya había definido una ruta preliminar para la droga, que consideraba el traslado de drogas desde Bolivia hacia Iquique, para luego trasladar la mercancía hasta puertos de esa ciudad o de Valparaíso. La primera ruta esbozada, además, contemplaba enviar remesas de droga con destino a Rotterdam, en Países Bajos, para luego ser trasladada hasta la ciudad de Amberes, Bélgica, donde finalmente sería entregada a otra facción del cartel para su comercialización en el Viejo Continente.
"Hubo información que provino desde el extranjero, porque de otra forma no habríamos tenido la oportunidad de saberlo”, asegura a La Tercera el fiscal regional de Tarapacá, fiscal Raúl Arancibia. “Efectivamente, creo que estamos frente a un intento real y serio de una organización importante de México de instalarse en Chile con el objeto de preparar rutas y de poder abrir nuevos caminos para la droga, droga que provenía desde Bolivia".
Señal de alerta
El 3 de marzo fue una fecha clave en la investigación. Ese día Yolanda y Ricardo Salazar Tarriba viajaron a Santiago de manera inesperada. Una supuesta reunión de negocios los obligó a dejar su centro de operaciones en Tarapacá. Una vez en Santiago compraron pasajes con destino a México con fecha 10 de marzo.
El antecedente sirvió a la fiscalía para planificar los arrestos frente a su inminente salida del país. Así, el sector de embarque del Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez se transformó en el punto final a más de 400 días de investigación secreta.
Tras ser formalizados el pasado 11 de marzo, y debido al alto compromiso delictual de los imputados, los hermanos Salazar Tarriba fueron trasladados a módulos de alta seguridad en penales de Santiago. Aun cuando los arrestos no se realizaron en una audiencia pública, ni el caso fue cubierto por la prensa nacional, una de las primeras visitas presenciales que recibió Yolanda Salazar fue la de una funcionaria consular mexicana. Específicamente, el de la jefa de Sección Consular, Norma Ramírez. La misma funcionaria contactaría horas más tarde, pero vía telemática, a Ricardo Salazar Tarriba.
Desde el consulado mexicano aseguran que “los funcionarios consulares mexicanos tienen la facultad, de conformidad con la Convención
de Viena sobre Relaciones Consulares y la legislación mexicana y chilena aplicables, de realizar visitas o entrevistas a connacionales que se encuentran privados de libertad, en caso de que ellos así lo soliciten. Este tipo de asistencia consular se realiza con el objetivo de verificar el buen estado físico de los connacionales, así como para dar seguimiento de los procesos a los que son sujetos”. Añaden que la visita al penal de mujeres de San Miguel se realizó debido a que el centro penitenciario no se encontraba en cuarentena en esa fecha.
Pero no fueron las únicas visitas que recibió Yolanda Salazar. En menos de una semana la mujer recibió a cuatro abogados interesados en ofrecer sus servicios legales en favor de los hermanos presuntamente vinculados al cartel de Sinaloa.
Guillermo Valdés es el exdirector del Centro de Inteligencia Nacional de ese país y autor del libro Historia del Narcotráfico en México. El experto asegura que, pese al avance de otras organizaciones criminales, “todavía el cartel de Sinaloa es muy poderoso en sus territorios, en Sinaloa, Durango, Chihuahua, Sonora. Y el cartel de Jalisco Nueva Generación, al sostener guerras con Sinaloa en la frontera norte le es muy costoso. Los dos carteles son el gran oligopolio de producción y exportación de droga a Estados Unidos. Entre ellos deben tener alrededor del 80% del mercado estadounidense. Todavía son muy poderosos".
Aunque la investigación aún se mantiene vigente y con diligencias en curso, el fiscal regional Raúl Arancibia enfatiza que la Unidad de Drogas que dirige “podría haber actuado cuando recibimos el antecedente (de la DEA). Podríamos haber alertado en la frontera o cuando Ricardo Salazar llegó a Chile, haberlo expulsado. Pero el objetivo de todo esto fue primero ver si esto era efectivo (su vínculo con el cartel de Sinaloa) y también dar una señal nosotros como país de que no estamos dispuestos a que se nos venga a instalar gente con esos propósitos. Así de simple”.
Mientras la investigación sigue su curso, la fiscalía aún trabaja en dilucidar hasta dónde se extendieron los tentáculos de esta organización dedicada al tráfico de drogas, extorsiones y homicidios que, por primera vez, dejó huellas visibles de su interés de asentarse en suelo chileno. ●