La Tercera

Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana

- Por Juan Paulo Iglesias

Llegó la hora de contarnos

“No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague”, dice el viejo refrán español. Y exactament­e dentro de una semana se cumplirá finalmente ese plazo para las postergada­s elecciones de convencion­ales, alcaldes y gobernador­es. Todo llega -no sé si vale en este caso agregar “a su debido tiempo”-, pero el hecho es que el 15 y 16 de mayo se realizará la que todos concuerdan -y eso es mucho decir en estos tiempos- son los comicios más importante­s de las últimas tres décadas en Chile. Punto de partida para vislumbrar nuestro próximo “manual de convivenci­a” social, pero sobre todo para saber efectivame­nte cuánto pesa cada cual. Finalmente tendremos datos.

El problema es que, como todos coinciden, no llegamos en el mejor momento y no sólo por la pandemia -que algunos aún temen pueda mermar la participac­ión-, sino por la política que parece desfondada. Para Ascanio Cavallo todo se remite al “error histórico” de haber aplazado “las elecciones múltiples previstas en abril”. Según él, si esas elecciones se hubieran realizado “otro sería el panorama”, pero como siempre sucede –y volvemos a los sinos trágicos que atraviesan toda esta historia- “cuando se juega con la democracia, la democracia se toma su desquite”. Y el desquite no es menor, es el quiebre de “nuestra arquitectu­ra institucio­nal”, según Cavallo, que deja al gobierno como el gran derrotado con la simple misión de “administra­r los próximos 10 meses”, que no es poco pedir.

Porque la pregunta que da vuelta es si tocamos fondo y si de aquí la crisis comienza a ordenarse. Los optimistas piensan que sí, que el espacio de diálogo abierto entre gobierno y oposición vino a dar algo de respiro, que las elecciones del próximo fin de semana serán una suerte de parteaguas y que la economía está reactivánd­ose de la mano de un cobre a niveles históricos. Pero hay otros que no. Para Héctor Soto, por ejemplo, la pregunta inevitable que ronda en el ambiente es si el Presidente logrará terminar su mandato. Y si bien reconoce que “esto puede ser un despropósi­to siquiera imaginarlo”, lo cierto es que “la política chilena se ha vuelto tan disparatad­a que nadie puede garantizar que lo que es una locura hoy, en dos semanas o tres meses ya no lo sea”.

El consuelo -aunque sea el de los tontoses que el escenario en la costa Pacífico sudamerica­na no está mucho mejor. La violencia social se desbordó en Colombia, y en Perú, Pedro Castillo sigue a paso firme hacia el Palacio Pizarro. Quizá es momento de releer Colapso, de Jared Diamond, que va hoy entrevista­do por Paula Escobar (págs 20-21). O revisar la reciente columna de Carlos Meléndez sobre el derrumbe de los establishm­ent. “No todos los establishm­ent colapsan de igual manera”, asegura. Algunos, como el chileno, lo hacen por fenómenos sociales -ahí está el 18-O- y otros por el surgimient­o de outsiders, como en Perú. Pero en ambos casos el origen es el mismo: “Cuando quienes se perciben como perdedores del desarrollo son mayoría, la clase política que sostiene ese desarrollo pierde legitimida­d”. Un dato a tener en cuenta.

Sobre huérfanos y antipolíti­cos

Y si hablamos de datos, el libro de Hans Rosling, Factfulnes­s, debería ser lectura obligada. Una extraordin­aria revisión de todas las percepcion­es equivocada­s que tenemos sobre la realidad, que en tiempos como los actuales, contaminad­os por las fake news, se acrecienta­n. De ahí se alimenta el populismo, del que habla hoy -en otra imperditer­mina ble entrevista- el escritor italiano Antonio Scurati (págs. 22-23), y del que escribía premonitor­iamente hace un tiempo Alfredo Jocelyn-Holt, al asegurar que “no es otra cosa que la vulgarizac­ión de la política, del mercado y la educación, en que a ciudadanos se les trata de manera chabacana y responden tal y cual”. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidenc­ia.

Vivimos finalmente en la era de la “antipolíti­ca”, como escribe Carlos Correa, un mundo donde a personajes como Donald Trump o a Pamela Jiles se les permiten cosas que a un político tradiciona­l no se le perdonan. Ya lo decía Trump en su primera campaña: “Podría dispararle a gente en la 5a Avenida y no perdería votos”. La pregunta -que Trump ya respondió en EE.UU.- es ¿cuánto pesa ese mundo en el Chile de hoy? La primera evidencia la tendermos cuando se cuente “el caudal de votos de los independie­ntes” y veamos si “Pamela Jiles es capaz de traspasar su impacto de opinión pública en votación para su socio Pablo Maltés” en la disputa por gobernador de la R. Metropolit­ana, señala Correa.

Pero en la tierra del populismo y la antipolíti­ca -que termina siendo lo mismo-, la investigad­ora del Instituto de Estudios Sociales Josefina Araos agregó el domingo pasado otro elemento, el de la orfandad de una ciudadanía que busca donde arrimarse. Porque pese a que no hay radicalida­d, sino centro –según muestra la encuesta CEP-, quien cosecha ese centro parece lejos de la moderación que uno esperaría encontrar en aquel sector: Pamela Jiles. Y la razón, según Araos, es la coherencia de quien apoya una política, que pese “a que todos sabían mala”,

Antipolíti­ca u orfandad, el hecho es que estamos en tiempos de cambios. Y apostar al futuro hoy tiene sus riesgos. Algunos como Max Colodro, lo ven con suspicacia, en especial por la apuesta de que “todo lo que estamos destruyend­o no tiene mucho valor”, porque ya podremos rehacerlo “en el proceso constituye­nte”. Mientras otros como Daniel Matamala confían en que el derrumbe del Antiguo régimen dará paso a uno nuevo y mejor tras la constituye­nte. “A rey muerto, rey puesto”. “La historia nos muestra que en tiempos de grandes crisis, los ciudadanos han votado con sabiduría”, asegura. La clave, dirán algunos, es definir “sabiduría.”

Todo es tan frágil por estos días, que incluso a menos de 15 días de las inscripcio­nes para las primarias presidenci­ales, todavía no es recomendab­le apostar a nombres. Lo decía el senador Jaime Quintana en una entrevista el fin de semana pasado: “Antes del 20 de mayo es posible cambiar jugadores”. Y su afirmación no es trivial, en especial cuando vemos que los que están en la cancha no parecen rendir lo esperado, y otros que parecían fuera del partido, parecen dispuestos a entrar. Lo dice Cristián Valenzuela en su columna del miércoles pasado en relación a Yasna Provoste: “La DC tiene un complejo dilema: o muere con las botas puestas defendiend­o a su abanderada, o aprovecha esta tremenda oportunida­d”. Porque en una semana en que el 4% de Provoste opacó a la candidata oficial del partido Ximena Rincón la pregunta inevitable es si ¿será tiempo de cambiar de jugador? O simplement­e, como plantea Eugenio Rivera, de la Fundación Chile 21 en otra columna, alargar el partido hasta el final, sin primarias de por medio. La ironía es que terminamos jugando con porcentaje­s que bordean el margen de error.

Es la tónica de los tiempos que vivimos, donde todo se desordenó o, como sostenía Gabriel Zaliasnik, uno donde alguien abrió la caja de Pandora de todos los males y no es posible cerrarla. Las elecciones del próximo fin de semana -y cito a los optimistas­podrían ayudar. Sólo ahí sabremos quién es quién y cuánto pesa cada uno. Finalmente podremos hablar con datos en la mano y no con prejuicios, como dice Hans Rosling. ●

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