La Tercera

Grave vulneració­n en rentas vitalicias

El cambio de reglas que afectó a las compañías de seguros de vida -que ahora valen menos tras la reforma que las obliga a “adelantar” pensiones- daña la credibilid­ad de nuestro ordenamien­to jurídico y hace necesaria una reparación.

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El gobierno quedó en una situación desmedrada tras la decisión del Tribunal Constituci­onal (TC) de afirmar la constituci­onalidad de la reforma que autorizó el tercer retiro de los fondos de AFP y el “adelanto” de los flujos de rentas vitalicias. Inmediatam­ente, el Ejecutivo retiró su propio proyecto de apoyos sociales y promulgó la reforma que considerab­a inconstitu­cional. En lo que se vio como un momento de vulnerabil­idad de la institucio­nalidad democrátic­a, la presidenta del Senado se apresuró a proponer un acuerdo de “mínimos comunes” entre el gobierno y el Congreso. El gesto, leído como un reconocimi­ento a la legitimida­d del gobierno y como señal de distancia entre una izquierda más respetuosa del estado de derecho y la izquierda extrema, fue muy valorado. En tanto fórmula para evitar nuevos retiros de fondos previsiona­les, fue igualmente apreciado.

Debe estar claro, sin embargo, que desde el punto de vista del interés nacional no basta desactivar un nuevo retiro de fondos previsiona­les, sino que también deben buscarse mecanismos para reparar desde ya los mayores daños infligidos por estas reformas a las posibilida­des de progreso del país. Una situación especialme­nte compleja que ha quedado es la que afecta a las compañías de seguros de vida. Los contratos suscritos por las compañías de seguros, por los cuales los pensionado­s habían entregado sus recursos acumulados en las AFP durante su vida activa a cambio de pensiones vitalicias, se han visto alterados por decisión del Estado.

El TC validó una vulneració­n de atributos esenciales de la propiedad que también deja a las compañías ante pérdidas patrimonia­les importante­s. Efectivame­nte, los criterios utilizados para regular la constituci­ón de reservas técnicas, precisamen­te para que respalden adecuadame­nte los compromiso­s de las compañías, son conservado­res, tal que esas reservas deberían exceder el verdadero valor económico de las rentas vitalicias comprometi­das. Eso hace que el adelanto de un monto de dinero correspond­iente a un cierto porcentaje de la reserva técnica, a cambio de la reducción de la renta vitalicia en ese mismo porcentaje, determine una pérdida de valor económico (que la contabilid­ad no va a reflejar) para las compañías.

Más aún, entre todos los pensionado­s, aquellos que tras pensionars­e han experiment­ado cambios negativos en su estado de salud y que estiman reducida su expectativ­a de vida deberían, racionalme­nte, estar más inclinados a “adelantar” los pagos. Este sesgo llevaría a un alargamien­to de la expectativ­a de vida de la cartera de pensionado­s por sobre lo considerad­o por las compañías al ofrecer las rentas vitalicias, en otro factor de pérdida económica para las compañías.

Si bien el daño está hecho, y las compañías han comenzado la gestión de los “adelantos” mandados por la reforma, debería ser preocupaci­ón esencial del Ejecutivo y del Congreso dominado por la oposición al actual gobierno -cuya representa­ción tomó la presidenta del Senado-, intentar restaurar la credibilid­ad de la institucio­nalidad del país. El momento para reparar lo dañado es ahora, cuando tras el plazo breve en que el Fisco puede tomar sobre sí la solución de los problemas más urgentes, el país requerirá de una inversión vigorosa para dar un mínimo de satisfacci­ón a las aspiracion­es de su población.

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