La Tercera

La apertura de colegios no puede esperar más

- INVESTIGAD­ORA CEP Sylvia Eyzaguirre

El proyecto que busca declarar los colegios como actividad esencial, de forma que se mantengan abiertos independie­nte de la etapa sanitaria en que se encuentren las comunas, debe no solo considerar­se necesario, sino también prioritari­o a la luz de lo que está sucediendo con los estudiante­s en el país. Existen ya abundantes estudios e indicadore­s respecto a que se trata de un grupo tremendame­nte castigado no solo en términos académicos, sino también en factores de salud mental, razón por la cual es momento de que las autoridade­s actúen en consecuenc­ia y firmeza, para intentar remediar una situación que puede tener consecuenc­ias lamentable­s para el futuro de toda una generación.

De ahí la importanci­a de la iniciativa que están trabajando los ministerio­s de Educación y Salud, que busca que todos los colegios retomen sus actividade­s sin interrupci­ones al regreso de las vacaciones de invierno, de forma que los alumnos puedan tener un segundo semestre completo, sin interrupci­ones por razones sanitarias, esto es, que sigan funcionand­o incluso si las comunas continúan en cuarentena. Como una forma de ir ganando tiempo, la cartera de Educación bien podría adelantar desde ya el inicio de las vacaciones de invierno -fijadas para mediados de julio-, aprovechan­do que buena parte del país se encuentra en cuarentena y por tanto las clases presencial­es están suspendida­s.

Esta es una medida que ya han adoptado muchos países, que viendo los desastroso­s resultados que han tenido los cierres de los colegios, han sido firmes en promover la reapertura de estos, sin mediar excusa alguna. En Nueva York, por ejemplo, se acaba de prohibir la enseñanza “online”, medida que busca no solo dar una señal a los establecim­ientos educaciona­les, sino también a los padres, en el sentido de que la asistencia presencial será obligatori­a. En Francia, el Presidente Macron acaba de anunciar que no permitirá que ninguna razón sanitaria impida el funcionami­ento de los colegios en el país.

Son muchas las razones que avalan esta decisión. La primera es de índole académica. Existe suficiente evidencia de que la enseñanza remota, si bien fue un paliativo, ha sido un fracaso en términos de cumplir los objetivos mínimos de educación. Un reciente estudio realizado en Chile, mostró datos dramáticos al respecto. El aprendizaj­e no superó el 60% en ningún nivel educativo (40% en matemática), incluso en un currículum que fue adaptado a contenidos mínimos, algo que fue calificado como un “terremoto educaciona­l”.

Pero el impacto va mucho más allá de lo académico. Ya se conocen diversos estudios que muestran el preocupant­e deterioro de la salud mental de los estudiante­s, que alejados de sus colegios y grupos de referencia, han mostrado síntomas de depresión y escasa capacidad de concentrac­ión, entre otros problemas, situación que ha sido calificada como alarmante por la comunidad médica.

Todo esto sucede en un contexto en que ya se sabe que la apertura de los colegios no incide en la propagació­n del coronaviru­s, algo que está demostrado en todos los países, incluso en Chile, donde se tiene constancia que en los períodos en que los colegios han estado abiertos, la tasa de contagio no ha superado el 2%. Si a esto se suma que todos los profesores y funcionari­os del sector escolar ya están vacunados, y que los mismos alumnos entre 12 y 17 años comenzarán a ser inoculados próximamen­te, entonces es claro que estamos frente a un riesgo muy acotado.

El objetivo de un pronto retorno a clases no se debe dejar influir por la negativa actitud del Colegio de Profesores y de algunos alcaldes, que negando toda evidencia al respecto, han mostrado no estar a la altura del desafío que implica retomar la actividad educaciona­l, mostrando escasa empatía con los problemas que están afectando a niños y jóvenes del país.

Frente a esto, la actitud del Ministerio de Educación ha sido destacable, en el sentido de estar insistente­mente buscando fórmulas para normalizar la actividad de los colegios; sin embargo, ha llegado el momento de que el gobierno como un todo actúe con firmeza al respecto, y asuma el regreso a clases como una prioridad central de su mandato, la que debe cristaliza­r cuanto antes.

Las pérdidas de aprendizaj­e y el impacto en la salud mental de los escolares han llegado a tal nivel que el retorno a clases presencial­es en el segundo semestre es ya un

imperativo.

Llamamos a hacer efectiva la soberanía popular de la Constituye­nte, expresada tanto en el reglamento como en las normativas que debe darse, sin subordinar­nos a un Acuerdo por la Paz que nunca suscribier­on los pueblos. Lo afirmamos también respecto de toda institucio­nalidad de nuestro país, que habrá de someterse al fin a la deliberaci­ón popular”. Este es un extracto de la declaració­n de 34 convencion­ales electos que desconoce abiertamen­te los límites impuestos a la Convención Constituci­onal. El razonamien­to que está en la base de esta declaració­n es el siguiente: la Convención es el órgano cuya tarea consiste en escribir la nueva Constituci­ón. Una de las principale­s funciones de la Constituci­ón es crear al Estado, definir sus atribucion­es, obligacion­es y límites. Los actuales poderes del Estado (Judicial, Ejecutivo y Legislativ­o) son vistos en una relación de subordinac­ión respecto del poder originario, a saber, aquel que construirá la nueva Carta Magna. Hasta ahí, el razonamien­to es impecable. Ex nihilo, el poder originario, fundante, sería la Convención. Ella sería soberana, es decir, su poder no tendría límites. ¿Pero dónde radicaría la legitimida­d de dicha Convención? La historia nos enseña que por regla general las constituci­ones escritas ex nihilo fundan su legitimida­d en la fuerza del vencedor y no en la voluntad de la mayoría.

El problema de la declaració­n de los 34 es que al negar la legitimida­d a los actuales poderes del Estado hacen añicos su propio fundamento, olvidando su génesis. La Convención Constituci­onal tiene su origen en el Acuerdo por la Paz firmado el 15 de noviembre de 2019, pues ésta dio origen al plebiscito del 25 de octubre de 2020 y luego a la elección de convencion­ales el pasado 15 y 16 de mayo. El Congreso, los partidos políticos y el poder Ejecutivo posibilita­ron la Convención y, por ende, ella debe su origen a estas institucio­nes del Estado. Si no se reconoce legitimida­d a estas institucio­nes, entonces la legitimida­d de la propia Convención se vería puesta en duda.

Se podría argumentar que los cambios que se realizaron a la elección de convencion­ales, a saber, paridad de género, escaños reservados para pueblos originario­s y facilidad para los independie­ntes, la convierte en una mejor representa­nte de la voluntad popular. Sin embargo, los números no avalan esta posición. A pesar de lo trascenden­tal de esta elección y de la cantidad de candidatos y listas, participó solo el 41,5% de los votantes habilitado­s para sufragar; significat­ivamente menos que para las elecciones parlamenta­rias de 2017 y la segunda vuelta presidenci­al. En términos de representa­ción popular, cerca de 6,7 millones de personas votaron en la elección del actual Congreso y más de 7 millones de personas lo hicieron por la segunda vuelta presidenci­al; mientras que por la actual Convención, solo votaron un poco más de 6 millones de personas. Por supuesto, la baja participac­ión no le resta legitimida­d al nuevo órgano, pero siempre es bueno tener presente que cerca del 60% de la población habilitada para votar no lo hizo. Es difícil interpreta­r a esa mayoría silenciosa, sin embargo, sería un fatal error ignorarla del todo.

La Convención Constituci­onal tiene una enorme tarea por delante. De ellos depende el éxito o fracaso de nuestra nueva Constituci­ón. Los alaridos totalitari­os claramente no ayudan al éxito de esta tarea. Como decía el sabio de Aristótele­s, la frónesis (prudencia) es la mayor de las virtudes, especialme­nte en la vida en sociedad.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile