CUANDO DETESTAS ESCRITORES CLÁSICOS
Hace una semana contactamos en Culto a especialistas y fans de la música para que confesaran lo más difícil: cuál es el clásico que sencillamente no soportan. Hoy es el turno de los autores. Aquí, desde editores hasta narradores hispanohablantes admiten cuáles son esas plumas canónicas que no les mueven un pelo. Mariana Enríquez Escritora argentina
No me gusta Kafka. Su literatura me parece ingeniosa, pero jamás me inquieta y en general sus trucos me parecen eso, trucos, algunos buenos, ninguno deslumbrante. Tampoco me gustan sus diarios y su Carta al padre está sobrevalorada. Intenté mucho tiempo “entender” a Kafka porque se supone que entra en mi rango de sensibilidad, pero me resulta aburridísimo, repetitivo, incluso obvio.
Antonio Díaz Oliva Escritor chileno
Carlos Fuentes. He intentado leer La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz y casi siempre termino cabeceando. Aura me gusta, excelente uso de la segunda persona. Y durante un tiempo me tocó enseñar en universidades gringas sus cuentos de La frontera de cristal… y me parecen tan neoliberales como el mismo neoliberalismo que supuestamente critica en ese libro. Puede que su mejor novela sea La silla del águila. En el fondo Carlos Fuentes debería haber sido un escritor best seller; no un escritor imitador de Faulkner y Rulfo.
Julieta Marchant Poeta y editora chilena
Lo primero que se me viene a la cabeza es Joyce. Pero me disgusta en la exacta medida en que me gusta. Y estoy pensando en el Ulises en particular, donde me costó hundirme por el nivel de cálculo y ciframiento. La opacidad no me molesta, lo que me enerva es tener que ser una especie de lector detective empujado a traducir y descifrar, porque me corta el vuelo mental. Luego se me ocurre Nicanor Parra y los lugares comunes de lo que llamamos “parriano”: la ocurrencia y el que ríe último en un poema me fastidia y me aburre. Se me empalma además con una actitud masculina y caduca.
Alberto Fuguet Escritor chileno
Si debo optar por un clásico que no me parece tal, que no solo no me gusta, sino que me agota, altera, es Octavio Paz. De un talento indudable, puso todos sus huevos en los canastos equivocados. Me cansan sus ideas, su personaje público, sus discípulos, la matriz que armó al creer que un artista debía ser un intelectual. Me quedo, mil veces, con su primera mujer: Elena Garró. Que sea el único premio Nobel azteca parece una broma o un gran logro del Estado Cultural Mexicano, que se deja seducir tan rápido a todo lo que parezca blanco, culto, impostado. Como poeta, me recuerda a esos contadores de pueblos pequeños que creen que por usar palabras en desuso pueden lograr mucho. Es curiosa su doble militancia: poeta conservador y ensayista ladrilloso supuestamente liberal.
Pilar Quintana Escritora colombiana
No me gusta James Joyce, en especial su Ulises. He fracasado dos veces en el intento de leerlo. La segunda vez llegué hasta la mitad, con gran esfuerzo de mi parte, porque no lo estaba disfrutando. Había frases, párrafos e incluso algún pasaje maravilloso, pero la mayor parte era aburrida o incomprensible. Algunos colegas me dicen que se pone bueno justo en el último capítulo, en el famoso monólogo de Molly, o que hay que leerlo con un guía, un profesor o un libro que te lo vaya explicando. Entonces me ofendo y menos ganas me dan de volver a intentarlo. ¡Qué fastidio un libro larguísimo del que solo se disfruta el último capítulo! ¡Qué fastidio un libro tan pretencioso que no está al alcance de nosotros los mortales!
Simón Soto Guionista y escritor chileno
El clásico que me parece que es deleznable, no es un autor en su totalidad, sino un aspecto o una parte de su obra. Por un lado me gusta mucho, pero otro, rayano en la miseria. Me refiero a Neruda.
Hay uno que me gusta mucho, soberbio, el de Crepusculario, Los 20 poemas de amor, Residencia en la tierra. Pero, hay otro Neruda que me parece absolutamente repugnante y muy malo, que es el militante, en su servilismo hacia el Partido Comunista cuando escribe. Cuando utiliza su trabajo como escritor para rendirle pleitesía. Nuevo canto de amor a Stalingrado, esos versos a Stalin me parecen miserablemente malos. Cuando convierte en literatura sus inquietudes humanas, es el Premio Nobel, con justicia, pero Canción de gesta y toda esa basura genuflexa frente a la ideología es asquerosa y deleznable.
Leila Guerriero Escritora argentina
No sé si es un clásico, pero es un escritor de escritores, venerado, prestigioso: Denis Johnson. Escribió, entre otras cosas, los relatos de Jesus’Son y la novela Árbol de humo, ganadora del National Book Award. Todo lo que se elogia en él –estilo, elegancia, la convicción de que cada palabra importa– a mí me produce un efecto casi anestésico: me deslizo como una autómata por una prosa que encuentro monótona; no logro interesarme por el destino de sus personajes; todo parece transcurrir detrás de un vidrio gélido. Hice esfuerzos –he leído casi todos sus libros– porque sé que estoy perdiéndome algo. Mi último intento fue Sueño de trenes, una novela que narra la vida de un hombre llamado Grainier y que transcurre en la primera mitad del siglo XX en el noroeste de Estados Unidos. Sin embargo, aunque su traducción al español tiene 144 páginas, no pude terminarlo. Pero eso no habla de Johnson, sino muy mal de mí.
Juan Pablo Sutherland Escritor y académico chileno
Vargas Llosa se aparece inmediatamente en mi paisaje literario de los canónicos que no me gustan, alguna vez me pareció un autor interesante cuando lo leí muy joven. Y aunque mi lectura en algo pueda estar cruzada por su giro a la derecha, me parece un autor que no logra seducir para nada; es una institución a estas alturas, libros con lomo para poner en las bibliotecas que ya nadie lee. Solo sus textos iniciales como Conversación en la catedral o La ciudad y los perros lo salvan de alguna manera en su juventud. Pese a ello, es un autor que, si no fuera por esos libros iniciales, para mí no existiría.
Sergio Parra Librero Metales Pesados
Hermann Hesse. Me carga. Lo vendo sólo a menores de 17 años. Nunca me gustó. Creo que Demian, El lobo estepario, es una literatura que tiene que ver con un mundo de la adolescencia, en búsqueda de la personalidad. Siempre me lo he imaginado con un lector que tiene hartas espinillas.
María José Navia Académica y escritora chilena
Hay autores que, hasta el momento, no me ha interesado nunca leer: Jane Austen o, de los contemporáneos exitosos, Karl Ove Knausgård (soy fan, en cambio, de su exmujer: Linda Boström Knausgård).
Pablo Simonetti Escritor chileno
No me gusta Samuel Beckett. La desnudez de su escritura, el argumento demasiado tenue y su pesimismo total me dejan fuera.
Begoña Ugalde Poeta y narradora chilena
Charles Bukowski. Representa esa masculinidad tóxica que en algún momento se percibió como cool. Reconozco haber disfrutado sus novelas, pero también haberme sentido asqueada con esta imagen del borracho que ve a las mujeres como objetos. Que se da el lujo de despreciarlas, de recibirlas en un chiquero, lleno de colillas de cigarro y botellas vacías. Desde su literatura se ha alimentado este imaginario del escritor maldito al que le llueven amantes sólo porque anda por el mundo recitando sus poemas enojado. Con el tiempo reviso sus libros y encuentro ranciedad, violencia, irresponsabilidad afectiva, todo disfrazado de artista decadente, excusado por ser un niño herido.
Rosabetty Muñoz Poeta chilena
Me cuesta pensar en autores sobrevalorados. La experiencia de lectura cambia tanto como uno. Hay muchos que leí y ya no puedo, como Vargas Llosa o Vladimir Mayakovki; hay otros como Coetzee que he dejado a la mitad por su palabra - bisturí, disección y limpieza que me agobia. Pienso que muchas lecturas abandonadas se deben a mis propias faltas, a momentos fallidos que pueden revertirse.
Camilo Marks Crítico literario chileno
La literatura inglesa, de las más prestigiosas del mundo, pero también con un autobombo gracias al predominio del inglés, tiene a muchos escritores canonizados y que me parecen irrelevantes, aburridos, latosos: Anthony Trolloppe, Thomas Hardy, Elizabeth Gaskell, Oliver Goldsmith.
Martín Caparrós Narrador y cronista argentino
La lista de los clásicos que no me gustan podría ser interminable: clásico es igual a obligación, a humillación de no ser capaz de disfrutar lo que te dicen que debes disfrutar, lo que disfrutan los que saben. Pero, si hay que citar uno, y ya que estamos en Chile, ¿por qué no hablar de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto? Vamos del aire al aire...
Andrés Gómez Bravo Subeditor LT Domingo
En general me gustan los clásicos, pero me costó tragar algunos: nunca me cayó bien el Cid que perseguía moros y casaba a sus hijas con unos pelafustanes ¡solo para complacer al rey! Traté de que me gustara Tolkien, pero no pude con tanto elfo y tanto orco. El Canto general de Neruda es una montaña, pero está lleno de ripios y yankees y Stalin. Sobre todo hay contemporáneos que quieren vender como clásicos y que me superan: Ernesto Sábato, o “Sótano” como dijo Borges, el que escribe “de túneles, tumbas y cosas así”; el sentimentalismo en versos de Benedetti; Galeano, populismo retórico y autoayuda para izquierdistas. También me agotan los escritores de sermón como Saramago, y me causa pudor la infinita falta de pudor de autores como Luis Sepúlveda, tan desesperado por ser el Hemingway latinoamericano o el Che Guevara literario, y tan limitado como escritor: el rey de los lugares comunes.
Marina Mariasch Poeta y narradora argentina
Me cuesta volver a leer a Pablo Neruda. No sé si siendo del siglo XX ya puede considerarse un clásico creo que sí- pero es un poeta canónico, no sólo en Chile y Latinoamérica. Lo leo porque damos poemas suyos en la cátedra de la facultad de Poesía Argentina y Latinoamericana II, cuya titular es Tamara Kamenszain, y el hilo del programa es el yo. Lo leemos y vemos la autoridad evidente con la que dice yo en sus poemas, la certeza de sus afirmaciones, lo taxativo de sus versos. Es el capitán. Maneja el timón de la palabra con firmeza. Hijo sano del patriarcado, se diría desde el feminismo, navega las aguas de la palabra a sus anchas. Ni hablar de las mujeres y otras identidades a las que les (nos) ha costado tanto decir Yo en el poema, afirmar, caminar la avenida. Prefiero las preguntas que las respuestas, la vacilación que la certeza.
Claudio Bertoni Poeta chileno
No los detesto, pero no significan nada para mí: Borges, García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa (y podría seguir) ¿Y por qué no significan nada para mí? porque “no están perseguidos de cerca”, creo...