La Tercera

Leyendo los programas

- Por Carlos Correa Carlos Correa Bau, Ingeniero Civil Industrial, MBA

Una de las cosas novedosas de este nuevo tiempo electoral es el peso que han tomado los programas de gobierno. Son escudriñad­os como nunca antes, se saca frases selecciona­das para ocuparlas en trifulcas políticas, incluso son evaluados económicam­ente antes que se conviertan en gobierno. El contraste con elecciones anteriores es evidente. Mejor prueba de ello es la frase del presidente de la DC de entonces, que pese a pertenecer a la coalición del segundo gobierno de Michelle Bachelet, dijo sin mayor complejo que no había leído el programa.

Parte de este nuevo tiempo es la obligación de transparen­cia que ha hecho el Servel. Ahora las candidatur­as junto con los trámites de rigor como firmas y similares deben inscribir un programa, que son rápidament­e descargado­s por todos los curiosos y medios. También los propios candidatos han convertido sus lanzamient­os de campaña más centrados en dichos textos. Antes las fotos eran buscando actores famosos o referentes de opinión pública, pero en este tiempo de más desconfian­za y deterioros, pareciera ser la palabra escrita la fuente de toda verdad y construcci­ón de cercanías.

Los programas dan señales a la agenda relacionad­a con las candidatur­as. A manera de ejemplo es la polémica asociada a la propuesta del alcalde Jadue sobre una política de medios de comunicaci­ón, o las de Lavín sobre pagar el CAE con trabajos comunitari­os. También muestran signos de los tiempos : una revisión de todos ellos muestra que viene si o si una reforma tributaria, para tener los recursos suficiente­s y enfrentar la avalancha de nuevos derechos sociales que instalará la nueva constituci­ón.

¿Son tan decisivos los programas en la decisión de los electores? En esta primera etapa de primarias, los votantes suelen ser los que están más comprometi­dos con el proyecto, y por tanto, la lectura de los programas es un asunto secundario. Pesan más las barras bravas o las estrategia­s persuasiva­s para llevar a personas a las urnas. El programa si es validado como serio, funciona como un productor de atributos para el candidato, en vez de contenidos. Pareciera más bien decisivo los clivajes que se instalan en las elecciones.

También los programas suelen ser utilizados por contendore­s o líderes de opinión para retrucar al candidato, como está pasando ahora con los tambaleos en materia de libertad de expresión que tiene el programa de Jadue, o el excesivo cosismo que trae de nuevo el de Lavín, una fórmula repetida que le ha permitido perder todas las elecciones presidenci­ales a las que se ha presentado. En la pasada elección constituci­onal el programa no fue el asunto decisivo que llevó a irrumpir a la lista del pueblo, o que hizo fracasar a la derecha. Pero si la falta de programa fue uno de los factores que llevó a muchos electores moderados a votar contra Karina Oliva en la pasada elección de gobernador­es.

Los tiempos han cambiado y la instalació­n de la sociedad de la desconfian­za es la música que tendrá las elecciones. La manera como muchas candidatur­as han reaccionad­o a ello es mostrar el programa, con todos sus bemoles, como acto de transparen­cia. Ese mismo ejercicio debiera dejar claro que dichos textos no son sagrados, pues la política real que tendremos de futuros gobiernos con mayorías precarias, llevará a muchos a no poder cumplir todo lo que han escrito con mucho entusiasmo sus comandos, con el objeto de poder gobernar, o hacer giros más allá de este como acaba de hacerlo el presidente Piñera con el matrimonio homosexual.

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