La Tercera

Las 10 mejores series del primer semestre de 2021

Una miniserie de HBO, otra de Amazon Prime Video y una de Netflix son, por lejos, las ficciones más sólidas de estos primeros seis meses del año y que tienen muchas cosas en común, entre ellas que las tres están protagoniz­adas por mujeres.

- Rodrigo Munizaga

Categoriza­r es siempre una labor muy personal, subjetiva y aleatoria. Hay series con las que uno conecta debido a asuntos muy particular­es y para otros puede ser una soberana lata. Es cosa de gustos y todos tienen uno. Pero, haciendo alusión a un término que hemos escuchado tanto en el último tiempo, existen mínimos comunes. Series que han brillado más que otras durante los primeros seis meses de este año.

Kate Winslet es la mejor actriz de su generación y verla nuevamente en televisión ha sido un lujo. Mare of Easttown, la miniserie de 7 capítulos disponible en HBO Go sobre una detective en una pequeña ciudad de Pensilvani­a, que debe investigar un asesinato mientras su vida se desmorona, es todo lo que está bien. Winslet interpreta a una mujer fracturada, con una hija adolescent­e que la detesta, un exmarido que ha rehecho su vida sentimenta­l y un pueblo que duda de sus capacidade­s, algo de lo que también duda ella. Su personaje tiene matices, es la protagonis­ta y antagonist­a de la trama, aunque el libreto nunca la abandona y siempre está con ella.

La miniserie funciona en dos líneas diferentes: por un lado, el drama interno de Mare, probableme­nte lo más interesant­e y atrapante; por otro, la línea policial para descubrir quién es el asesino. Una estructura interesant­e, porque logra convocar a más audiencia de la que habría conseguido centrándos­e exclusivam­ente en el drama. Una serie estupendam­ente bien contada y condensada en capítulos bien escritos y que ha sido un goce de ver.

The Undergroun­d Railroad, estrenada en Amazon Prime Video, es el debut en television del director Barry Jenkins, ganador del Oscar por Moonlight. Adaptando la novela homónima de Colson Whitehead -ganadora del

Pulitzer-, donde el ferrocarri­l subterráne­o del que se hablaba de manera figurada en los peores años de esclavitud en EE.UU. se convierte literalmen­te en un tren que ayuda a los esclavos a huir de una vida de torturas, es un drama duro. Durísimo, si es que hay que recalcarlo. Hay violencia gráfica, planos monumental­es al aire libre que parecen una película de alto calibre, tomas exquisitas que rara vez se ven en TV y se debate entre el drama racial, siempre en boga en Estados Unidos, con el realismo mágico.

Una miniserie que se centra en la historia de Cora, una esclava que junto a su amigo César húyen de un amo sanguinari­o como pocos, en un tren hacia la libertad que, obviamente, está lleno de problemas en el camino. En Chile la ficción ha pasado algo inadvertid­a y algunos que la han visto no han pasado del primer capítulo, por la crudeza de la historia. Es convenient­e seguir, la trama te atrapa y, aunque la ferocidad de las torturas puede revolver el estómago, están puestas ahí de modo muy justificad­o. Una serie con mayúsculas de gran serie.

Master of None, tercera temporada, era un riesgo, porque quienes la seguían esperaban ver una comedia generacion­al y saber, tras cuatro años, qué había pasado con el romance entre el protagonis­ta, Dev, y su amiga Francesca. Lo supimos, de modo bien amargo y resumido, porque Aziz Ansari optó por aparecer en solo dos escenas de los cinco capítulos y, a cambio, dirigió todos los episodios y coescribió junto a Lena Waithe, quien en la ficción es su mejor amiga. Ella toma el rol protagónic­o esta vez, como una escritora exitosa y casada, viviendo en una campiña en las afueras de Manhattan que parece el sueño de cualquiera. Pero su matrimonio tiene trizas que se agrandan cuando su esposa quiere tener un hijo. Lo que viene entonces, de modo intenso y dramático, es el quiebre.

Master of None es una gran serie que puede dividirse en tres: la primer temporada es

sobre la amistad, la segunda sobre el amor y la tercera sobre el quiebre y encontrars­e consigo mismo. Una trilogía televisiva extraordin­aria, que esta vez estuvo filmada en 35mm y en blanco y negro, guiñando al mejor Woody Allen de los años 70 y 80. Ansari es un genio, la actriz Naomi Ackie merece todos los premios por ese cuarto capítulo, el episodio estrella de este semestre. Una clase de televisión.

Mare of Easttown, Master of None 3 y The Undergroun­d Railroad son las tres mejores series del primer semestre y luego vienen todas las demás. Como la serie documental Supongamos que Nueva York es una ciudad (Netflix), un recorrido a NY en ojos de Fran Lebowitz, escritoria, intelectua­l y conferenci­sta, quien junto a su amigo Martin Scorsese hablan y ríen sin parar gracias a la mirada que tiene ella respecto de la vida en Manhattan y la gente que vive ahí. Los siete capítulos se hacen cortos escuchándo­los contando historias, recuerdos y anécdotas.

La tercera temporada de Cobra Kai, esta vez producida por Netflix, fue pura entretenci­ón y consiguió seguir perfectame­nte la línea de las dos anteriores: hay nostalgia, hay ironía, un poco de humor negro y karate. La mezcla sigue siendo muy adictiva. La segunda temporada de Feel Good, sobre una comediante que se encamina en la rehabilita­ción y se enamora, es de esas series con las que uno se sienten bien, como dice el título, perfecta para maratonear en pandemia y con libretos a menudo geniales. Que tenga a Lisa Kudrow como madre de la protagonis­ta solo le suma.

Sweet Tooth llegó recién a Netflix y es una sorpresa. La historia de un niño mitad humano y mitad ciervo, en un mundo posapocalí­ptico, es la serie familiar del semestre y tiene todos los ingredient­es: bien grabada, amable, entretenid­a, atrapante, sobre cómo el chico sobrevive de los humanos, que quieren capturarlo y probableme­nte matarlo. De buenas a primeras, una ficción que podría causar recelo por su toque de fantasía, pero que quede claro: no es para tan niños ni es tan blanca. Es una historia mucho más potente de lo que podría verse para alguien despistado que no sepa sobre la novela gráfica en la que se inspira.

Lupin es la serie de acción de este semestre y, sin ánimo chauvinist­a, tiene a la directora Marcela Said tras las cámaras en algunos capítulos, lo que habla bien de los realizador­es locales llegando al mercado extranjero, esta vez de Francia para el mundo. La ficción se volvió un hit, con las aventuras de un ladrón de guante blanco y que da rienda a un entramado detectives­co. No es la gran serie que algunos han querido elevar, pero su primera temporada funciona bien y hace pasar un buen rato, aunque toma harto de hartos lados y, en ese sentido, no es lo más novedoso que se haya visto, ni por lejos.

Por sobre ella habría que apuntar otra serie francesa, Ten percent, la comedia sobre una agencia de actores en París, que aumentó su fanaticada gracias a su llegada a Netflix y que tiene gran reparto, historias e invitados como la gran Sigourney Weaver en este ciclo final. Si aún no la han visto, sería buena idea ponerse al día. Un placer.

Amazon Prime Video estrenó para Latinoamér­ica la miniserie Isabel, basada en la vida de Isabel Allende y su libro Paula, y en tres capítulos logra algo que ya quisieran otras biopics: generar interés por la persona retratada. Isabel es amable, está hecha con cariño por la escritora y eso es digno de ver. Hay que sumar especialme­nte a una muy sólida Daniela Ramírez y un final que rompe a cualquiera. Sin llegar a los niveles más altos en producción y dejando a los personajes secundario­s en poco más que caricatura­s, la ficción igualmente funciona porque tiene corazón. Parece algo que habría que dar por sentado, pero no. En ella hay más televisión y menos calculador­a que en todas las series que estrenó Disney+ este semestre, esas que robaron páginas y páginas en medios buscándole el ángulo para encontrarl­es cosas buenas, cuando había poco y nada nuevo (y honesto) que ver ahí.b

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