Inconsistencia liberal
La prensa ha destacado que Jaime Bassa fue alguna vez liberal y cercano al laguismo, derivando progresivamente hacia la izquierda extrema. ¿Llamativo? No especialmente, puede tratarse de un mero oportunismo personal, nada raro en política. Quizá sea más útil preguntarse, a fin de entender en qué momento nos hallamos todos (no solo Bassa), si deserciones hacia un polo u otro del espectro no será propio de como siempre opera el liberalismo en la práctica, tornándose evidente al entrar en crisis.
Acomodos de liberales datan de la Revolución Francesa y sus secuelas. Los hay que se radicalizan y prohíben el Antiguo Régimen (jacobinos) como también los que se repliegan bajo el Directorio y Bonaparte, espantados del período del “Terror”. Propensión bipolar que continuará a lo largo del siglo XIX francés sucediéndose fases revolucionarias y restauraciones, aun cuando los liberales nunca dejarán de acompañar o conducir el proceso. Según Renan porque, habiendo intereses materiales en juego, la fidelidad a principios y partidos importa menos que “la opinión del más fuerte”. “De allí —agrega— ese tipo fatal surgido de nuestras revoluciones, el hombre del orden, como se lo llama, listo a soportar todo, incluso lo que detesta”. Recordemos que se trata de burgueses, clase media acomodada con mucho que perder, que las elites latinoamericanas imitarán. Hasta también en su ubicua preferencia por el cesarismo democrático que hicimos nuestro: caudillos dictadores, émulos de Louis-Napoléon, aleccionados por liberales y doctores positivistas predicando “orden y progreso”. ¿Que con eso dejaban de ser liberales? Para nada, seguirían siéndolo aun cuando todo volviera a girar y, camaleónicos, de nuevo se mimetizaran según fuera redefiniéndose el espectro político.
Si, incluso, estos deslizamientos como que no quiere la cosa han permitido la sobrevivencia nada menos que del capitalismo. Lea a Hobsbawm y verá la frustración de un historiador comunista cuando llega a la Gran Depresión y debe reconocer que Keynes salva las economías occidentales aplicando soluciones socialistas. Y, en Chile, ¿cuánto debe el neoliberalismo su implementación a que heredó una economía estatista y no les importó el lado humanitario del liberalismo? Pregúntenle a quienes movidos por interés renegaron de Pinochet o a Piñera y adláteres que abjuran de la obra de Jaime Guzmán.
Acostumbrados a funcionar bajo un liberalismo económico dogmático, sin concesiones, se nos ha querido convencer que el liberalismo es uno, siempre el mismo, pero, vamos, su propio maquiavelismo lo desmiente. No porque campee la incoherencia liberal significa que los que hoy cantan victoria debieran sentirse sobre seguros. Llega a revertirse la correlación de fuerzas, y habrá que ver cómo reaccionan los Bassa de este mundo. (Noticia en progreso)