La Tercera

La Mesa: Con suavidad

- Por Álvaro Peralta Sáinz Cronista gastronómi­co

CONSUMO TOTAL

$ 34.000

DIRECCIÓN

Alonso de Córdova 2767, teléfono 229297005, Vitacura.

PÚBLICO:

Apto para todas las edades

HORARIO:

Lunes a viernes, 13 a 16 hrs. y 18 a 21:50

ESTACIONAM­IENTO: En la calle

A mediados de semana me instalé en la agradable terraza interior del restaurant­e La Mesa, en Alonso de Córdoba, a eso de las tres de la tarde. El hambre se hacía sentir, por lo que tras pedir un agua sin gas ($3.000) me dispuse a ordenar. Como adicto confeso a la betarraga no pude resistirme a comenzar con su tártaro de vegetales ($7.000), elaborado en base a justamente betarraga picada muy pequeña más trozos de pimiento asado, lactonesa de miso y mote suflado. Para continuar elegí la pesca del día ($12.000) -que en esta ocasión era merluza austral y no reineta, lo que se agradeceac­ompañada de cebollas asadas ($6.000). Para tomar, una copa de Mosaiko sauvignon blanc de viña Calyptra ($4.000).

Mientras esperaba la comida llegó una muy sui generis panera, que en realidad consistía en dos gruesas tostadas de un muy buen pan que venían en un pequeño plato que en parte de su borde traía mantequill­a esparcida. O sea, había que tomar el pan y untarlo ahí mismo. Curioso pero satisfacto­rio sistema. Después llegaría el tártaro de vegetales y la verdad es que en boca no resaltaba el sabor terroso de la betarraga, ni el humo del pimiento asado o la intensidad del miso. Se trataba de un todo, un gusto completo muy sutil y agradable, pero que apenas dejaba mostrarse a los ingredient­es de manera individual. Además, el mote suflado le agregaba un toque crocante que le daba más complejida­d a la preparació­n. Al final, una entrada perfecta para refrescar la boca e ir por el segundo plato que llegó a continuaci­ón. La merluza cocinada a la plancha en su punto justo. Apenas dorada por fuera y tierna en su interior, bañada en una salsa con toques de mantequill­a y bastante limón. A diferencia de la entrada aquí se sentían todos los sabores, pero estos funcionaba­n muy bien dentro de la boca. Un plato fantástico, sin errores y muy delicado. Lo mismo las cebollas asadas. Servidas en su propio jugo, lleno de sabores entre humo y caramelo. De vicio, para empinarse el plato.

Cerré el almuerzo con un espresso ($2.000) y con la satisfacci­ón de comprobar que el chef Alvaro Romero -ex Europeo y ex The Singularse maneja a sus anchas en este, su restaurant­e, lo cual se nota en cada una de sus preparacio­nes y en la relación del propio Romero con sus comensales cuando se acerca a las mesas a chequear que todo esté funcionand­o de buena manera. Además, vaya que cuesta toparse a un cocinero en su restaurant­e por estos días en Santiago. ¿Fallos? Mínimos. Habría que avisar cuando se servirá el agua mineral más cara de la carta y se agradecerí­a una oferta de vinos por copa más amplia. Todo lo demás, impecable.

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