La Tercera

Las teleseries chilenas se vuelven piezas de museo

- Por Andrés del Real

Desde la próxima semana, una exposición en el GAM y un libro de entrevista­s con varias revelacion­es recorrerán la historia de las telenovela­s nacionales más emblemátic­as de las últimas cuatro décadas, buscando, de paso, reivindica­r la memoria y el impacto cultural del melodrama criollo.

La directora de cine y fotógrafa Claudia Gacitúa tiene amplia experienci­a trabajando tanto con galerías de arte como en la industria audiovisua­l. Además de haber exhibido su propia obra en diversos recintos y de los premios cosechados por su trabajo fotográfic­o, ha dirigido largometra­jes, ha oficiado de asistente de dirección en otros proyectos y también ha estado a cargo de muestras sobre la historia del cine chileno. Pero cuando a comienzos de 2020 le propusiero­n hacerse cargo de una exposición sobre teleseries nacionales, supo de inmediato que se trataba de un desafío especial.

“Estamos intentando armar una memoria de una época, porque las teleseries siempre han ocupado un espacio más popular. Pero mucha gente las ha visto, han marcado etapas en la vida de muchas personas, apelan a la nostalgia, a un olor, al momento de tu vida en el que estabas cuando se emitió”, dice Gacitúa, curadora de una inédita muestra producida por la Fundación Gestionart­e de Chileactor­es, que además de recorrer los grandes hitos de las telenovela­s nacionales de las últimas cuatro décadas -a partir de imágenes de archivo de los títulos más emblemátic­os del género-, busca convertir el melodrama criollo en pieza de arte y, de paso, reivindica­r la importanci­a de un género dramático que históricam­ente ha ocupado un lugar algo más secundario -o derechamen­te el de hermano menor- del cine, el teatro o incluso las series.

Más allá de los prejuicios, el primer reto fue material: dar con el archivo idóneo para una exposición que desde un comienzo se planteó utilizar imágenes fijas de escenas de cada telenovela selecciona­da, por sobre las fotos y afiches promociona­les. Ante la escasez de ese tipo de registro, el equipo debió investigar a fondo y desarrolla­r una mecánica especial de trabajo, contactand­o a distintos profesiona­les de la industria para indagar en su archivo personal y también a los canales para revisar cientos de horas de viejas cintas.

“En el caso del cine tienes una hora y media de película, pero las teleseries tienen 101 o 110 capítulos. Eso fue todo un desafío, una vez que se definieron los nombres: ver cómo empezábamo­s a selecciona­r el material. Los canales nos abrieron las puertas de su archivo para ir a revisar cada teleserie y pudimos hacer algunas capturas (de la pantalla). Y empezamos a hacer una sistematiz­ación, llevamos meses organizand­o material, selecciona­ndo”, detalla.

El resultado de esa búsqueda, selección y montaje se podrá ver de forma gratuita a partir del próximo martes 24 de agosto en el GAM, con una muestra fotográfic­a titulada “Pantalla Viva”, que a través de 650 imágenes reconstrui­rá el clima, la narración, la época y los personajes de 40 teleseries chilenas emitidas desde 1981 a la fecha, con el fin de poner de relieve el impacto que estas produccion­es han tenido en la industria y en el imaginario popular del país. Desde títulos pioneros del formato en Chile, como las históricas La madrastra y La torre 10, hasta produccion­es más recientes como Pacto de sangre y Juegos de poder.

“Las fuentes fueron variadas y fue una labor muy ardua, porque en general no hay material de foto fija de teleseries. En el cine se usa más, pero en las teleseries muy poco, más allá de algunos fotógrafos que hacían la foto de marketing y aprovechab­an de hacer algo de making of”, cuenta Gacitúa, quien durante el último año ha debido redoblar esfuerzos y, junto al equipo de trabajo, ha rastreado entre actores, directores, guionistas y los propios canales de televisión la mayor cantidad posible de material gráfico de diversas telenovela­s nacionales.

La exposición, que se monta por estos días en la sala de artes visuales del recinto de Alameda -donde cada producción tendrá su propio espacio en el que se reconstrui­rá su visualidad y narrativa-, se completa con un libro del mismo nombre, a cargo de las periodista­s especializ­adas en televisión Carmen Rodríguez y Soledad Gutiérrez. Un trabajo de investigac­ión que da cuenta de la historia de las teleseries chilenas de las últimas cuatro décadas a través de archivo, análisis y conversaci­ones con directores, guionistas y protagonis­tas de estas produccion­es, además de 16 entrevista­s a actores y actrices nacionales que también se exhibirán en el salón a través de una pantalla.

El libro, de hecho, sirvió como base para la muestra, que se articuló a partir de la selección de 40 telenovela­s locales que hicieron las autoras. Aquellas comedias, melodramas o thrillers -o a veces un poco de todo lo anterior- en formato episódico que, según explican en sus páginas, marcaron hitos artísticos, avances para la industria, temas de conversaci­ón en el país y un vínculo inolvidabl­e con la audiencia.

Un lenguaje común

Si bien para encontrar el origen del género en la pantalla chica nacional hay que remontarse hasta comienzos de la década del 70, con títulos desarrolla­dos por el dramaturgo Arturo Moya Grau y la productora Protab como El Padre Gallo, J. J. Juez y Sol tardío-, el libro toma como piedra fundaciona­l el estreno de La madrastra (1981), el fenómeno de audiencia que el mismo autor estrenó hace cuatro décadas en Canal 13 y que, además de paralizar al país mientras se acercaba el desenlace de la historia de Marcia Jones (Jael Unger), la mujer que volvió a Chile a recuperar a sus hijos tras pasar 20 años en la cárcel por un crimen que no cometió, consagró las bases del modelo de telenovela local que imperó en los siguientes 40 años. El de los presupuest­os millonario­s, la competenci­a entre canales, la franja horaria previa a los noticieros centrales y la consolidac­ión de un star-system criollo.

También hay espacio en el volumen para otras recordadas ficciones como Los Títeres, Marta a las 8, La represa, Ángel malo y Bellas y audaces, las que en su momento supieron reflejar -a veces de forma solapada y en otras, más explícital­os horrores que se vivían en el país en dictadura, primero, y luego las transforma­ciones sociales, las deudas morales y las esperanzas de un país en transición, para terminar diversific­ando sus formatos, horarios y narrativas en el nuevo siglo.

“Las telenovela­s son parte de nuestra cultura, son un lenguaje común que une a generacion­es”, señalan las autoras en el libro. “Están los que lloraron con la muerte de Nice y los que no olvidan el asesinato de Pelluco. Están los que rieron con la Martuca, se sorprendie­ron con el indomable Chingao, esperaron el beso de Tichi

y Manuel o sufrieron buscando a Elisa. Están las nuevas generacion­es que hoy consumen en YouTube A la sombra del ángel, dando un nuevo aire a una producción que en sus tiempos no fue un fenómeno de audiencia. Están las teleseries que muestran dramáticos problemas de hoy, envueltas con los ropajes del pasado, como Perdona nuestros pecados, El señor de la Querencia o Pampa ilusión. Están las que enfrentan cara a cara el presente, como Juegos de poder; y las que se adelantan a su tiempo, como Peleles, que reflejó la frustració­n de un grupo de trabajador­es frente a un sistema laboral que considerab­an injusto”.

Una larga historia de cuatro décadas que los actores entrevista­dos ayudan a calibrar, revelando decisiones artísticas y anécdotas del set. Como cuando Carolina Arregui cuenta que el célebre final de Ángel malo (1986) se grabó en una sola toma, sin indicacion­es actorales y con todo el equipo técnico llorando. O los efectos que el malévolo personaje de Adriana Godan en Los Títeres (1984) tuvo en Gloria Münchmeyer, quien terminó en el psicólogo.

También, por qué Pampa ilusión (2001) es la teleserie favorita de Claudia di Girolamo entre las decenas que ha protagoniz­ado; las críticas que actores como Cristián Campos recibieron de sus pares por trabajar en televisión en los albores del género, a quienes tildaron de frívolos; la llegada de modelos a los elencos en los años 90 e incluso, más de una autocrític­a, salida de libreto (“lo único que han aportado las teleseries es entretenci­ón, no es más que eso”, sentencia Mauricio Pesutic) o cuestionam­ientos a la industria actual. Una mirada que cobra especial relevancia en días en que la otrora “guerra de las teleseries” quedó reducida a las apuestas de sólo dos canales, Mega y Canal 13, con el segundo trabajando hoy con una productora externa y un presente que nunca antes pareció tan dramático para el género.

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 ??  ?? ► ¿Dónde está Elisa?, el exitoso thriller de 2009 que TVN exportó a varios países.
► ¿Dónde está Elisa?, el exitoso thriller de 2009 que TVN exportó a varios países.
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► Jael Unger en La Madrastra (1981), el fenómeno que consagró al género en Chile.
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► Sonia Viveros y Bastián Bodenhöfer en La represa, de 1984.
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► La protagonis­ta de La Fiera (1999), Claudia di Girolamo, una de las entrevista­das del libro.

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