La Tercera

La división de Colombia a cinco años de los acuerdos de paz

Aunque los atentados terrorista­s de las Farc disminuyer­on de manera considerab­le, las llamadas disidencia­s de la guerrilla siguen azotando las zonas rurales. “Sabíamos que esto no iba a ser fácil”, reconoce “Timochenko”.

- Por Fernando Fuentes

El 26 de septiembre de 2016, Colombia celebraba en Cartagena la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y las Farc para poner fin a 50 años de un conflicto que dejó más de 200 mil víctimas. Con la presencia de presidente­s de la región; del entonces secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y de algunas figuras de la extinta guerrilla que hoy se encuentran en armas, se firmó el acuerdo, una hoja de ruta con cinco puntos para la construcci­ón de un país diferente, según recuerda la radio colombiana Caracol.

A cinco años de ese hito, los analistas y actores políticos difieren sobre el balance. Aunque los atentados terrorista­s y algunos delitos graves, como el secuestro o los homicidios, disminuyer­on de manera considerab­le en Colombia, el oficialist­a Centro Democrátic­o considera que se trató de un pacto para garantizar la impunidad a los autores de crímenes de lesa humanidad.

Ya lo dejaba de manifiesto en junio de 2018 su entonces candidato y ahora Presidente, Iván Duque, que en entrevista con La Tercera

se refería así al tema. “Los acuerdos, tal como están, generan impunidad y abren el camino a un debilitami­ento del Estado de Derecho. Creo que la idea es corregirle­s algunos aspectos, por el bien del país, y hacerlo con una premisa: darle todas las garantías a la base guerriller­a que genuinamen­te se ha desmoviliz­ado, desarmado y reinsertad­o”.

Y es que el acuerdo del 26 de septiembre de 2016 fue refrendado en el plebiscito por la paz el 2 de octubre y tras una victoria del “No”, finalmente fue el 24 de noviembre de ese año cuando en el Teatro Colón se firmó de nuevo el acuerdo con modificaci­ones fruto de negociacio­nes con sectores críticos de la paz. La necesidad de hacerle tales ajustes a ese primer acuerdo se dio a raíz de que hubo que someterlo a un plebiscito, en el cual, contrario a lo que preveían el entonces gobierno de Santos (2010-2018) y las Farc, el 50,21% de los votantes dijo que “No” aprobaba los acuerdos, mientras que el 49,78% votó por que “Sí” los respaldaba.

“Para deshacer ese nudo fueron necesarios dos meses de negociació­n entre el gobierno de Santos y las Farc con los promotores del ‘No’, lo que dio vía libre a la firma del Acuerdo Final en Bogotá y a su ratificaci­ón en el Congreso, sin que ello estuviera alejado de los disensos de los opositores al acuerdo, quienes aún hoy sostienen que el mismo fue impuesto por encima de la voluntad popular. Desde entonces la división es un hecho”, escribió Andrés Pachón, correspons­al en Colombia de la agencia rusa Sputnik.

En declaracio­nes a ese mismo medio, el otrora máximo comandante de las Farc y hoy director del partido de izquierda Comunes, Rodrigo Londoño, “Timochenko”, considera que el principal logro ha sido “no dejar volver trizas” lo pactado en los diálogos de La Habana. “En este momento, al conmemorar los cinco años de la firma de la paz, lo que uno puede decir es que vamos ganando, porque a pesar de que buena parte de la implementa­ción del acuerdo haya recaído en quienes se propusiero­n hacerlo trizas, no han podido lograrlo”, afirma “Timochenko” en referencia al partido de gobierno, Centro Democrátic­o, liderado por el expresiden­te Álvaro Uribe (2002-2010).

“Cuando firmamos el acuerdo estábamos completame­nte claros que por el solo hecho de firmarlo no se iba a implementa­r, sabíamos que eso no era algo automático. La naturaleza de la clase dirigente de Colombia no ha cambiado y hay un sector de ella que tiene mucho poder y que siempre se opuso al acuerdo”, dice “Timochenko”. “Sabíamos que esto no iba a ser fácil, que la lucha iba a ser muy dura y muy fuerte y que teníamos que prepararno­s para ello. Y así fue, así ha sido y segurament­e así será”, agrega.

No se equivoca, asegura Sputnik. Los cerca de 290 firmantes de la paz que han sido asesinados desde hace cinco años atestiguan las dificultad­es. Pero “Timochenko” asegura que no se arrepiente de haber firmado la paz porque, de lo contrario, el número de muertes serían aún mayor, tanto en las filas de la antigua guerrilla como en agentes del Estado y, claro, en la sociedad civil. “Si no hubiéramos parado la confrontac­ión, ¿cuántos muertos habrían? ¿Cuántos guerriller­os, soldados, policías y civiles más habrían muerto o desapareci­do de haber continuado la guerra por estos cinco años?”, se pregunta.

El analista político colombiano Vicente Torrijos dice a La Tercera que “de acuerdo con la misión de acompañami­ento de Naciones Unidas, los acuerdos han ido marchando progresiva­mente bien y el gobierno colombiano ha cumplido con todas las pautas previstas, excepto un punto crítico que tampoco está bajo su control directamen­te, pero es el que tiene que ver con la protección de los líderes y de los reinsertad­os, de los líderes sociales que en las regiones más apartadas y más afectadas por el conflicto han ido siendo criminaliz­ados, pero por grupos extremista­s, al margen de los acuerdos. Pero, sobre todo, las llamadas disidencia­s se han ensañado contra sus antiguos compañeros de lucha”. “Yo no las llamo disidencia­s, sino Farc, porque así es como se denominan a sí mismas y porque al fin y al cabo están siendo comandadas por ‘Iván Márquez’ que dirigió las negociacio­nes en La Habana y no ‘Timochenko’. Realmente fue él y una camarilla, dándole continuida­d al proyecto político-militar que siempre hemos conocido como Farc”, afirma el experto.

Por ello, Torrijos es más bien crítico al momento de hacer un balance de los acuerdos de paz. “Lo que podríamos llamar la reconcilia­ción en Colombia no ha existido (...) La percepción de los colombiano­s es que ha habido un engaño y que sencillame­nte se trató de instaurar un clima de impunidad a cambio de paz”. ●

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Miembros de las disidencia­s de las Farc, que se oponen al Proceso de Paz.

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