La Tercera

Perdidos en Dignilandi­a

- Investigad­or del IES. Por Pablo Ortúzar

Las redes sociales han masificado la sensación de que no somos responsabl­es por las cosas que decimos, tendencia reforzada por el relativism­o posmoderno campante. Así, lo falso es perfumado como “punto de vista alternativ­o”.

A todos nos gustaría que el mundo fuera como pensamos que es. De ahí lo dulce de la “posverdad”. Nos ofrece, a cambio de renunciar a pensar, vivir en nuestra propia virtualida­d. Es el producto más fino del soberanism­o individual capitalist­a: un mundo a la medida del cliente que siempre tiene la razón. E, ironía de ironías, se oferta como “pensamient­o crítico”, cuando es todo lo contrario, apelando al pelelismo de entender la crítica no como reflexión, o autoobserv­ación, sino como “criticar cosas” e indignarse.

Los efectos políticos de este naufragio de la verdad son brutales. La acción política se vuelve mero azuzar emotivo y manipulaci­ón de la histeria colectiva. Y ninguno de los traficante­s de tolueno informativ­o responde por sus actos. Es la ley de la selva de las comunicaci­ones.

¿Ejemplos? Durante el estallido social se dijo que había un centro de torturas en la Plaza Baquedano. Y se repitió hasta el cansancio. La periodista Alejandra Matus, premiada después por una investigac­ión mal hecha y peor comunicada sobre exceso de muertes, hizo eco del asunto, escalándol­o. Y resultó completame­nte falso, tal como lo parecía desde un principio, ya que ninguna prueba respaldaba la acusación. La intención era convertir, por vía imaginaria, a Piñera en Pinochet. Soñar que la dictadura nunca había acabado. Volver al 88 y ganar por la fuerza, sin urnas ni acuerdos.

Parte de esta construcci­ón mediática es la dudosa amenaza del candidato Gabriel Boric de perseguir al Presidente Piñera por cometer crímenes de lesa humanidad. Lo repite apuntando con el dedo, cual Lagos extemporán­eo. Pero nunca explica por qué ni cómo. Sabemos que hubo excesos policiales durante la represión que violaron derechos humanos. Casos brutales como el de Fabiola Campillai. ¿Pero cómo los conecta y hace responsabl­e directo de ellos a Piñera? Gran silencio. La gira final del Presidente por las democracia­s europeas y el Vaticano hace pensar que la pretensión de un remake barato del juicio a Pinochet, hasta con el juez Garzón actuando de él mismo, se fue por tierra.

Pero el “nos matan” tiene también una versión pandémica. ¿Dónde están ahora todos los que alababan la estrategia sanitaria argentina? ¿Los calculista­s de millones de muertos? ¿Qué dice Izkia Siches de que la Unión Europea nos abra las puertas? ¿Qué fue del club del “cortocircu­ito”? ¿Dónde está el dostor Bacigalupe? ¿Cuándo reconocerá­n que se equivocaro­n? ¿Respetan todavía los hechos con los que se supone que trabajan?

La consagraci­ón definitiva de esta nueva tolerancia por lo falso la pondría la Convención Constituci­onal si sigue adelante con la idea de reemplazar a Rojas Vade por alguien de su mismo lote, reconocien­do así su fraude oncológico como una estrategia electoral legítima. Ojalá lo reconsider­aran y todos dejáramos de jugar con fuego. Porque cada mentira, como alega el científico honesto en ese momento brillante de la serie

Chernobyl, es una deuda que adquirimos con la verdad. Y un día habrá que pagarla.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile