LA CRISIS SANITARIA Y EL MARTILLO DE ORO
Según la falacia del martillo de oro, cuando la única herramienta de la que disponemos es un martillo, todo comienza a parecerse rápidamente a un clavo. Esta falacia tiene una extensión: hay veces que disponemos de una tecnología tan novedosa o potente que no podemos imaginarnos de un escenario en el cual pudiésemos prescindir de ella.
Con el control de la crisis sanitaria por el Covid-19 ha sucedido algo análogo: la urgencia propia de un proceso epidemiológico forzó a la autoridad a recurrir a herramientas muy poderosas, entre ellas, la suspensión de parte de los derechos individuales consagrados en la Constitución. De diferentes formas el gobierno buscó maximizar la eficiencia de estos nuevos poderes de los que disponía, mandatando cuarentenas, restricciones a la movilidad nacional e internacional y suspendiendo actividades que, en su conjunto, constituyen el tejido de la experiencia vital.
Como este conjunto de medidas de control social ha pivotado en la restricción de derechos constitucionales, al gobierno le es difícil imaginar cómo puede controlar la crisis sanitaria sin una suspensión análoga de las libertades individuales, por lo que ha llegado a argüir que basta el Código Sanitario para poder seguir con un set de medidas no tan distinto al que ya nos tiene habituado.
No hay certeza de que las medidas de restricción se puedan sostener en ausencia de un estado de excepción. Es necesario explorar qué medidas sí se pueden tomar en un estado de normalidad constitucional. En los hechos, se debe cambiar el foco de modular la demanda por cuidados de salud a asegurar una correcta provisión de servicios hospitalarios. Dicho de otra forma, estaremos viendo el tránsito de un escenario dominado por la demanda a uno dominado por la oferta de la entrega de cuidados de la salud.