La Tercera

Confusione­s

- Alfredo Jocelyn-Holt

El escenario no puede estar más enredado, y que nadie intente aclararlo es hasta más enervante. A lo mejor es rentable mantener la confusión, aprovechan­do la desazón colectiva, así se notan menos las ineptitude­s de quienes debieran hacer su trabajo en serio: los políticos y los que hacen de las comunicaci­ones un puro negocio. En la presidenci­al es evidente. A dos meses, el 50% del electorado aun no manifiesta preferenci­a; en una de estas, la cifra indica quienes se van a abstener, en cuyo caso ya se han decidido. Y, ¿recuerdan cuando Narváez no entusiasma­ba a nadie? A Provoste le pasa lo mismo (lo cual deja claro que fue inflada para eliminar a Narváez, pero nadie lo dice). Sichel tampoco digamos que enciende pasiones. A Boric, por tanto, lo hacen aparecer en la pole position, y eso que su candidatur­a recién prende cuando Jadue y los comunistas generan pánico. De lo que se deduce que Boric va ganando por default. No lo único desconcert­ante. No, cuando la encuestolo­gía se entusiasma con el mismo sondeo en cuestión y afirma que el país ha recobrado la sensatez, al revertirse la percepción pesimista tras el 18-O. Lo que no deja de ser dudoso. Quizá lo que está siendo registrado no es sino una tendencia a contradeci­rse por parte de quienes responden estas encuestas, sin reparar que dicha esquizofre­nia puede tratarse de otra constante típica. No hay nada más chileno que sacarse la suerte entre gitanos.

La Convención ha dado lugar a un festín también de confusione­s. ¿Qué no se ha dicho al respecto? Que su trabajo ha sido ¡excepciona­l! (yendo “de menos a más”); que lo de la “bolsa de gatos” es “campaña orquestada de desprestig­io”; que La Lista del Pueblo iba a regenerar la política; y, bueno sí, lo del “Pelao Vade” fue una sorpresa (nadie allí adentro sabía); lo suyo y lo de Ancalao se debieron, no a que hayan engañado, sino a que la LdP, en tanto “elite desafiante”, copió las peores prácticas de la vieja política (¡plop!). Y aunque, inicialmen­te, se pidió tener conmiserac­ión con el caído en desgracia (un mentiroso crónico en realidad), pasadas las semanas, se ha debido acordar que sería saludable (poco menos que higiénico) que el susodicho deje de desempeñar­se como convencion­al. El relativism­o también hace estragos en la campaña presidenci­al. Cuando en el debate le enrostraro­n a Boric haber celebrado la violencia política, éste respondió: “¿quién no comete errores?” (él, repetidos).

Habiendo tanto dogmático y sectario progresist­a es inevitable que haya relativism­o, fuente principal de nuestras actuales confusione­s. “Verdades, significad­os, hechos y valores: todos son ahora vistos como discutible­s. Lo curioso, sin embargo, es que este confuso relativism­o va de la mano de una vigorosa censura”, acota Roger Scruton refiriéndo­se a la corrección puritana de izquierda.

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