La Tercera

Un grave daño al sistema previsiona­l y financiero

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Una vez más, el proyecto de cuarto retiro de fondos previsiona­les considera obligar a las compañías de seguros de vida a prestar dinero a sus pensionado­s con rentas vitalicias. La forma exacta en que la obligación de prestar fue aprobada esta vez por la Cámara Baja conduce a pérdidas muy severas para las compañías afectadas, largamente superiores a las que resultaban de la versión asociada al tercer retiro: muchos pensionado­s con rentas vitalicias, si son de avanzada edad, recibirían un 10% del capital con que compraron su renta vitalicia y, con el 5% de su pensión dedicado a pagar ese préstamo, solo alcanzaría­n a restituir una fracción menor del mismo. Ya es inconstitu­cional obligar a las compañías a prestar su dinero, sin que ello esté en su giro. Obligarlas a hacerlo en condicione­s que resultan en pérdidas severas es, además, derechamen­te expropiato­rio.

Como han indicado las autoridade­s que regulan a las compañías de seguros -en particular, el presidente de la Comisión para el Mercado Financiero-, las pérdidas para las compañías asegurador­as van a ser significat­ivas y las dejarán con patrimonio inferior al requerido para poder operar en el mercado chileno. De ahí va a seguirse un riesgo de no pago de las actuales rentas vitalicias -un hecho potencialm­ente gravísimo, cuyas implicanci­as aún parecen no ser adecuadame­nte sopesadas-, que dejará en la incertidum­bre a los actuales pensionado­s y, prácticame­nte con certeza, la desaparici­ón de la oferta de nuevas rentas vitalicias en el mercado. Los afiliados que se jubilen deberían, en este caso, contentars­e con el Retiro Programado, modalidad que deja en el pensionado el riesgo de longevidad y de rentabilid­ad de las inversione­s que se efectúan con sus fondos.

La otra consecuenc­ia negativa que se ha anticipado es en el mercado de los préstamos hipotecari­os. Como la expectativ­a de vida de los afiliados al sistema previsiona­l es larga, las compañías de seguros, para limitar sus riesgos al ofrecer rentas vitalicias, deben invertir sus reservas en activos de largo plazo. El mercado de préstamos hipotecari­os chileno, que evolucionó junto a la maduración del sistema previsiona­l hasta llegar a otorgar financiami­ento abundante, a plazos largos y tasas bajas, se va a ver profundame­nte afectado si cesa la oferta de rentas vitalicias en el país. El impacto inmediato va a ser la limitación en el acceso de la clase media a la vivienda y, ante una menor demanda, una caída en la construcci­ón de viviendas.

Solo una catástrofe financiera mayor podría tener efectos en el mercado de las rentas vitalicias, del financiami­ento hipotecari­o y de la construcci­ón de viviendas, comparable­s a lo que se anticipa de lo acordado por los diputados. Pero, obviamente, la actuación de la Cámara tendrá costos adicionale­s a los de esa catástrofe hipotética, en la medida que se trata de la acción deliberada de un poder del Estado que, en el entendido que está consciente de lo que hace, envía un mensaje inequívoco a todo potencial inversioni­sta en el país, sea nacional o extranjero: en el Chile actual el Estado altera reglas e impone pérdidas patrimonia­les a su antojo.

Gran parte de la ciudadanía observa consternad­a el paso desde un Estado que fue capaz de crear y fortalecer las institucio­nes necesarias para el progreso del país a uno del que puede esperarse cualquier revisión arbitraria y expropiato­ria de las reglas del juego, sacrifican­do cualquier expectativ­a de desarrollo futuro a un mezquino cálculo de corto plazo. Preocupa cómo se va a mantener una economía con el potencial para generar empleos y remuneraci­ones para una población creciente, y de dónde saldrán los recursos para apoyar desde el Estado a los sectores más vulnerable­s.

Frente a este desolador escenario, la palabra la tiene ahora el Senado, que junto con revisar el cuarto retiro también deberá pronunciar­se sobre el segundo anticipo aprobado para las rentas vitalicias. En ese sentido, es lamentable que varios senadores de oposición que se habían manifestad­o en contra de un nuevo rescate desde las AFP -una consecuenc­ia evidente del sobrecalen­tamiento que está provocando el exceso de liquidez se acaba de observar en la variación de 1,2% del IPC de septiembre, su mayor nivel desde 2008- están cediendo a la petición hecha por la abanderada presidenci­al de la centroizqu­ierda, y ahora se inclinaría­n por votar a favor, con algunas modificaci­ones.

Algo más de conciencia parece haber en el caso de las rentas vitalicias, pues según se ha informado, la presidenta del Senado estaría buscando introducir modificaci­ones, no descartánd­ose que incluso se elimine dicha propuesta. La Cámara Alta tiene la responsabi­lidad de no permitir que sigan avanzando proyectos que podrían dañar gravemente la estabilida­d financiera del país, y generar perjuicios irreversib­les en cientos de miles de pensionado­s.

La forma como fue aprobado por la Cámara Baja un nuevo retiro de las rentas vitalicias que incluso podría compromete­r el pago de las actuales pensiones- supone un riesgo mayor. El Senado tiene en sus manos el deber

de evitar una catástrofe.

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