La Tercera

Acusación inconstitu­cional

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

El constituci­onalismo es la forma que la civilizaci­ón occidental desarrolló para limitar el poder, terminando el arbitrio del soberano, para supeditarl­o a un sistema de reglas, por tanto, predecible y, lo más importante, subordinad­o a los derechos individual­es. La democracia constituci­onal somete las potestades públicas a un doble control: el ciudadano, que se ejerce a través de las elecciones periódicas, y el institucio­nal, que surge del estado de derecho.

El llamado sistema de “pesos y contrapeso­s”, que la democracia norteameri­cana ha llevado a su máxima expresión, apunta en esta dirección: nadie puede tener tanto poder que se convierta en una amenaza a la libertad de las personas.

Lamentable­mente, esta lógica tiene más arraigo en las democracia­s anglosajon­as que en las latinas y, especialme­nte, que en las descienden­tes de la colonizaci­ón española en América Latina. Acá somos poco afectos a ver al Estado como una organizaci­ón subordinad­a a las personas y al respeto de las reglas como un valor en sí mismo, que es garantía de la libertad.

Esto es lo que estamos viviendo en Chile, de manera crítica, desde el 18 de octubre. Partimos por tener una actitud ambigua respecto de la violencia, la televisión idealizó el vandalismo callejero, dándole una connotació­n de rebelión justiciera; se criminaliz­ó el control del orden público y el sistema político progresiva­mente dio por derogada de facto nuestra Constituci­ón. El efecto del plebiscito, con un 78 por ciento a favor de una nueva Carta Fundamenta­l y luego el resultado de la elección de convencion­ales, asentó la idea de que estamos construyen­do un nuevo país, que el viejo orden es ilegítimo y que caminamos hacia una nueva forma de justicia de clases.

Así, la centro derecha, vista como expresión política de los intereses de los grupos acomodados y soporte intelectua­l de los últimos treinta años, debe ser desterrada de toda forma de poder, perseguirl­a es un imperativo de “justicia” y para hacerlo no hay que detenerse en detalles como el respeto a ciertas reglas. Pasar por encima de la iniciativa exclusiva del Presidente de la República en materia legal se justifica, cambiar las reglas del proceso constituye­nte convirtien­do en letra muerta el quórum de 2/3 es un derecho de la Convención, pasar por encima del principio jurídico de la cosa juzgada es un detalle si se trata del Presidente Piñera.

Los diputados tienen derecho a acusar al Presidente, pero a un mes y medio de la elección de un nuevo gobernante, sin nuevos antecedent­es, estamos frente a un uso abusivo de la institució­n, que busca cancelar la opción de la derecha de ser gobierno por dos o tres generacion­es. Esta no es una manera de controlar el poder, sino de usar fraudulent­amente una institució­n para avanzar en la concentrac­ión del mismo por un solo sector. Los senadores de centro derecha debieran verlo con claridad.

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