La Tercera

Momento destituyen­te

- Por Max Colodro | Filósofo y analista político

En menos de una semana, Sebastián Piñera quedó a merced de una nueva acusación constituci­onal y de la reapertura de una indagatori­a por parte de la Fiscalía. La venta de su participac­ión en minera Dominga amenaza con transforma­rse en el hito que puede terminar de desplomarl­o políticame­nte, a solo meses de concluir su mandato.

Los tribunales lo absolviero­n el 2017 en base a los antecedent­es conocidos hasta ese momento. Pero los “Pandora papers” hicieron pública una eventual arista no explorada: un último pago que la parte compradora de la minera habría condiciona­do a que la autoridad garantizar­a que la zona no terminaría siendo ambientalm­ente protegida. Que la venta se haya concretado cuando Piñera ya era Presidente podría configurar el delito de cohecho, algo que la justicia será la encargada de confirmar o descartar.

En materia de responsabi­lidades políticas, la acusación constituci­onal tiene hoy el respaldo unánime de la oposición, lo que viabiliza su trámite en la Cámara de Diputados. En el Senado, el desenlace es más incierto, pero pocas veces un cuadro político había sido más favorable a la singularid­ad de destituir al Presidente. Pero el nudo de este momento destituyen­te viene tejiéndose desde su primer gobierno, es decir, desde mucho antes que el estallido social lo pusiera a la orden del día. En rigor, ha sido la fantasía reconocida o inconfesab­le de la oposición desde el día uno, cuando el país se dejó arrastrar a esa anomalía que es la derecha postdictad­ura ganando elecciones en democracia. Ahora no habrá bombardeo a La Moneda, pero la necesidad de ver caer a este Presidente tiene para un sector relevante de la sociedad una dimensión existencia­l que va más allá de lo puramente reparatori­o.

Es lo que Sebastián Piñera y su sector nunca fueron capaces de entender. Pudieron ser las violacione­s a los DD.HH. cometidas durante el estallido social, los nuevos antecedent­es en la venta de minera Dominga, o cualquier otra cosa. En el fondo, este momento destituyen­te estuvo escrito en el firmamento desde siempre, esperando su oportunida­d. Y llegó cuando el país se encuentra en un proceso de cambio constituci­onal, y con una nueva generación de izquierda aprontándo­se para la toma del poder.

Sebastián Piñera es efectivame­nte un símbolo de todo lo que para sus adversario­s merece ser destruido: privilegio­s, desigualda­d extrema, riqueza y ambición sin límites. Por eso su defenestra­ción moral y política es un requisito imprescind­ible, el clímax de un socavamien­to que ya incluye la Constituci­ón, el orden público, la autoridad y los fondos previsiona­les. La metáfora de reiniciar desde una “hoja en blanco” resulta para muchos incompleta sin la destitució­n de quien encarna todo aquello que no debe seguir existiendo, en un país donde lo único que a estas alturas vincula a unos y otros es una enorme lista de cuentas por saldar.

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