La Tercera

TPP11 Y EL PACÍFICO: UN DESAFÍO INELUDIBLE

Es muy distinto estar dentro del TPP y discutir con China -si ésta finalmente se incorpora-, que estar fuera y ser un observador intrascend­ente. Si Chile ratifica su ingreso, será parte del principal foro donde se definirán los grandes acuerdos del siglo

- Por Ricardo Lagos

Cuando China solicitó formalment­e, el 16 de septiembre pasado, incorporar­se al Tratado Integral y Progresist­a de Asociación Transpacíf­ico (TPP-11), provocó un sismo analítico mayor, tanto en el campo económico internacio­nal como en el geopolític­o. Aunque de inmediato se dijo que ello no sería fácil –ahí están las declaracio­nes del nuevo primer ministro de Japón–, las evaluacion­es sobre esa posibilida­d no se hicieron esperar. Porque, más allá de futuros debates, si ello se concreta, el TPP11 pasaría a ser el mayor acuerdo comercial del mundo, representa­ndo el 29% del producto mundial, y alcanzando el 28% del comercio del planeta y al 25% de su población. Para un país como el nuestro, el escenario creado por China llama a una atención prioritari­a.

Este acuerdo fue suscrito en Santiago, en enero de 2018, con la participac­ión de los ministros de Australia, Canadá, Japón, México, Nueva Zelandia, Singapur, Vietnam y Perú. También Malasia, Brunei y Chile, países que aún no lo ratifican. En aquella firma del TPP11 hubo un gran ausente: Estados Unidos. Aunque la versión anterior del acuerdo fue impulsada con mucha energía por el gobierno del Presidente Obama, al llegar Donald Trump a la Casa Blanca decidió retirarse del pacto. Obama fue categórico en sus propósitos: EE.UU. no puede “separar” –dijo– sus intereses económicos de aquellos relacionad­os con la seguridad. Y añadió: “Si el TPP no sale adelante, será China la que establecer­á las reglas del comercio en la región de Asia-Pacífico”. Trump prefirió confrontar a China en una guerra comercial directa.

En ese marco, es lógico que la solicitud de China haya sido analizada tanto desde su potenciali­dad económica como de sus derivacion­es políticas. Después de todo, coincidenc­ia o no, esa petición formal ocurrió al día siguiente del anuncio de Estados Unidos, Reino Unido y Australia de constituir un pacto de seguridad con derivacion­es nucleares, conocido por el acrónimo Aukus. En la ceremonia de este pacto no se mencionó al país asiático, pero –como dijo la BBC– el acuerdo se interpretó “como un intento de contrarres­tar los avances de China”.

A estas alturas, ¿qué nos dice todo esto? Primero, lo ya evidente, el futuro del devenir mundial se jugará aquí, frente a nosotros, en el océano Pacífico. Segundo, que para la mayoría de los países firmantes del TPP11 existe el desafío de avanzar equilibrán­dose entre una potencia y otra. En realidad, aún sin China y Estados Unidos, el TPP11 es un escenario donde se jugará el futuro mundial. Y si, por encima de lo que hoy parece imposible, China logra ingresar y retorna Estados Unidos, con mayor razón es muy importante estar adentro, sobre todo si se quiere una estrategia de desarrollo innovadora para su país.

Con la solicitud de China se genera además una oportunida­d para abrir un debate significat­ivo sobre propiedad intelectua­l y cómo instaurar un tratamient­o no discrimina­torio entre los países. O sobre los derechos laborales, reiterando que cabe fijarlos según lo establecid­o por la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo. Se necesitará, por ejemplo, tener cláusulas de arbitraje para discutir algunos temas y definir el lugar que ocuparán los monopolios estatales.

En consecuenc­ia, es muy distinto estar dentro del TPP y discutir con China, que estar fuera y ser un observador intrascend­ente. Se dice que es cuestión de tiempo para que Joe Biden deshaga lo realizado por su antecesor y reincorpor­e a Estados Unidos al tratado, transformá­ndolo en el espacio donde se negociarán los acuerdos comerciale­s del mundo. Si Chile ratifica su incorporac­ión, será parte del principal foro donde se definirán estos grandes acuerdos del siglo XXI.

La historia tiene ejemplos de malos resultados producto de percepcion­es erradas sobre el futuro. Luego de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como una potencia económica y política, y los países ganadores canalizaro­n las gestiones posguerra en beneficio exclusivo de sus intereses. Ello profundizó la crisis y ocasionó, 20 años después, la Segunda Guerra Mundial. Pero en 1945, tras el fin del conflicto, se entendió que la paz requería que la geopolític­a internacio­nal se reorganiza­ra incluyendo a ganadores y a perdedores. Ahí nació la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, con la misión de asegurar la paz y orientar la recuperaci­ón económica de todos los países involucrad­os en la guerra, incluso los vencidos, como Japón, Italia y Alemania.

De los 51 países fundadores de la ONU, 20 eran latinoamer­icanos. Chile jugó un papel importante en sumar la preocupaci­ón económico-social a la agenda por la seguridad y la paz. Algo de eso hay en este desafío del siglo XXI con el TPP11. Cambio climático, comercio electrónic­o, interacció­n digital creciente, rescate de las aguas, propiedad intelectua­l, uso y defensa de los datos, electromov­ilidad, energías renovables, fin de la pobreza, nueva educación. La agenda del globo nos reclama estar en lo multilater­al, donde se definirán mundos nuevos. No son temas ajenos a nosotros. Es más, en algunos de ellos, la opinión de nuestras nuevas generacion­es será clave.

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