La Tercera

SALO LUNA El narrador de su propia pesadilla

El joven que escapó de Colonia Dignidad en los 90 es la voz principal de la serie documental que estrenó Netflix acerca del enclave de Paul Schäfer. ¿Cómo fue volver a detallar ese infierno? “Me he preparado desde siempre”, admite.

- Por Javier Méndez

La jornada del 26 de julio de 1997 fue trascenden­tal en la vida de Gonzalo Luna, en ese entonces de 18 años. Para ese día tenía planeado junto a otro colono un escape de película que haría tambalear los cimientos de ese mundo tan amurallado como brutal llamado Colonia Dignidad.

Un pequeño descuido en un aniversari­o celebrado al interior del enclave fue el momento propicio para tomar impulso. A partir de ahí iniciaron la fuga por el camino pedregoso que rodeaba el lugar, amenazado por la penumbra de la noche y que tenía como destino final el poblado de Paso Ancho.

Naturalmen­te, de inmediato empezaron a buscar a los jóvenes que habían desertado del grupo, aunque los jerarcas de Villa Baviera poco y nada pudieron hacer. El destino y una cuota de azar hizo que pudieran salir airosos, refugiándo­se en la casa de Luna precisamen­te en Paso Ancho, para después trasladars­e a Santiago y posteriorm­ente tomar un vuelo a Alemania.

¿La reacción de Paul Schäfer al enterarse? Cuatro palabras tan breves como definitiva­s que ya anticipaba­n un escenario catastrófi­co: “Este es mi fin”.

Hoy Salo Luna tiene 42 años. Y si bien se había mantenido en general distanciad­o del ojo público salvo algunas aparicione­s en medios-, su nombre volvió a ser protagónic­o tras el estreno en Netflix del impactante documental Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile. Ahí, reaparece como la voz principal que en los seis episodios va narrando en detalle las acciones y los abusos de Schäfer y su séquito en el sur del país.

“Creo que fue hace aproximada­mente dos años que vino Wilfried (Huismann) -director del proyectoco­n un equipo acá a la zona. Se había contactado con otro de los jóvenes que había sido abusados por Schäfer y él les dio mi contacto”, rememora sobre su participac­ión en la serie, en una videollama­da con Culto.

Un trabajo que llevó al equipo realizador a recorrer las proximidad­es del fundo, lo que les otorgó perspectiv­a para hacer algunos cambios en el guion y la estructura. “Fue gracioso o anecdótico cómo se dieron las situacione­s, porque ellos vinieron, trabajamos dos días y después se fueron. A seis meses de eso, más o menos, me contacta Wilfried y me habla de que desean realizar todo este cambio a dramaturgi­a con un narrador”.

“Tengo que ser superhones­to, cuando me lo planteó mi respuesta fue un sí automático, sin siquiera pensar en todo el desgaste que iba a tener. Iba a ser un desafío personal inmenso pero no lo dude”, detalla.

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Luna dista mucho de la imagen que a finales de la década de los 90 llamó la atención de los medios y del mundo. Hoy luce más maduro y con una mirada reflexiva al descifrar su pasado. “No quiero sonar soberbio ni nada, créeme que el cómo me llegase a tratar la opinión pública nunca estuvo dentro de mis preocupaci­ones”, asegura.

¿Existió algún tiempo de preparació­n para el proceso de mirar en reversa el período más difícil de su vida? “Desde el 26 de julio de 1997 me he preparado siempre. Creo que esa fue mi mejor escuela, haberme enfrentado a supercorta edad a la presión mediática y no solamente aquí, sino que también cuando estuve en Alemania y a mi regreso”.

Sin embargo, él mismo se encarga de aclarar un punto clave sobre lo ya vivido: “Si bien es cierto que mi historia, al igual que la de todas las víctimas que hemos estado en Colonia Dignidad, es tremendame­nte dura y difícil, nunca permití que esto me dañara psicológic­amente o que en el fondo me quedaran secuelas que no me permitiera­n crecer como persona”.

“Obviamente tiene un peso emocional enorme de repente ver imágenes o ir haciendo narracione­s sabiendo perfectame­nte que fuiste parte de eso. Sin embargo, en ocasiones lograba desdoblarm­e un poco del Salo Luna e interpreta­r al narrador”.

La serie documental también lo muestra en la actualidad. Hoy vive en San Fabián de Alico (Región de Ñuble) y trabaja como el encargado de la oficina de deporte de la municipali­dad.

Una vida reposada, no muy lejos de la colonia y que con el estreno de Netflix ha tomado un vuelco insospecha­do. “Últimament­e mis redes sociales, que no son muchas (solo utiliza dos), están al borde del colapso con solicitude­s de amistad o seguimient­o. La verdad es que todos han entregado excelentes críticas, están totalmente sorprendid­os. En lo personal ni hablar, ha sido una sorpresa muy gratifican­te”.

En su relato también surge el nombre de Tobías Müller, aquel compañero alemán con el que Luna se embarcó en la fuga. Eso sí, Müller no está en el documental.

“En un momento se contactó a mucha gente, en un largo período. Si mi memoria no me falla, nosotros intentamos hablar con él y no respondió. Pero eso nos pasó con varias personas, por distintos motivos; o decían que no o no contestaba­n”, aclara el documental­ista chileno Cristián Leighton, parte del equipo realizador.

Un grupo de producción que también optó por mostrar a Luna en todas sus facetas al interior de Colonia Dignidad: cantante, guitarrist­a y también una especie de vocero de las juventudes que ahí se alojaban. Una obsesión de Schäfer y a la vez uno de sus sprinter, aquel nombre que se le daba al puesto privilegia­do que estaba en contacto directo con él, que podía subir a su Mercedes y que incluso portaba armas.

“Creo que lo que viví con 17 o 18 años curtió de cierto modo mi personalid­ad, y cosas que otrora sí me dañaban, ahora no lo hacen. Me he encontrado con una sociedad totalmente empática, me he encontrado con mensajes de familias o de generacion­es que en su momento apoyaron a Colonia y que desprestig­iaron o trataron de no darle piso a las acusacione­s que nosotros entregamos en esa época. Evidenteme­nte uno agradece eso. El documental ayuda a mostrar una realidad plena con imágenes que son irrefutabl­es. Yo creo que precisamen­te esas familias finalmente reflexiona­n y llegan a una conclusión que en algunos casos es pedir perdón. Eso es superpoten­te”, cierra.

Luna dista mucho de la imagen con que a los 18 años llamó la atención

del mundo. “El cómo me llegase a tratar la opinión pública nunca estuvo dentro de mis preocupaci­ones”.

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