La Tercera

Nueva prueba de admisión a Ues. se enfocará en competenci­as y tendrá examen electivo de Matemática

- Roberto Gálvez

En julio se rendirá la última versión de la prueba de transición, por lo que el nuevo formato de admisión universita­ria debutará a fines de 2022. Salvo Ciencias, los exámenes tendrán 65 interrogan­tes, que incluyen ya no solo “el saber”, sino también el “saber hacer”, a objeto de medir conocimien­tos y habilidade­s.

En marzo del año pasado, el Comité Técnico Asesor del Sistema de Acceso a las universida­des resolvió reemplazar la PSU por una nueva prueba de admisión universita­ria que, acorde al cronograma, debutará a fines de 2022. ¿La idea? Mover el foco de la medición desde los contenidos memorizado­s hacia las competenci­as, con miras a priorizar las aptitudes de los estudiante­s en su solicitud de ingreso a la educación superior.

En el intertanto, se dio curso a un proceso de transición de dos años, en el que una nueva modalidad de preguntas y contenidos comenzó a ser puesto en marcha. Y las evaluacion­es de los realizador­es, hasta aquí, son positivas.

“Tal como lo anunciamos en su oportunida­d, hemos querido recorrer este camino de cambios en las pruebas de admisión de forma paulatina, para monitorear el efecto de los cambios realizados”, expone Juan Eduardo Vargas, subsecreta­rio de Educación Superior.

En este período de transición y en línea con lo que viene, ya se consideró una reducción de contenidos y una nueva alineación con el currículum escolar, integrando una proporción creciente de las llamadas pregunDemr­e, tas del “nuevo tipo”.

Estas tienen como propósito evaluar competenci­as necesarias para un buen desempeño universita­rio e intentan ser más cercanas a las distintas experienci­as de los postulante­s, con un lenguaje más cotidiano y más ajustadas a las necesidade­s de las universida­des que los acogerán. Este tipo de preguntas, dicen desde la Subsecreta­ría de Educación Superior, serán “el corazón” de las nuevas pruebas de admisión.

Por ello, agregan, se han considerad­o las oportunida­des de aprendizaj­e que verdaderam­ente han tenido los jóvenes, evitando los temas donde no haya certeza de que hayan sido impartidos en el alumnado. Y si bien esto reduce los contenidos a considerar, los mismos entendidos aseveran que no se trata de una prueba más fácil, sino una más moderna y de mayor calidad.

“Las nuevas pruebas evaluarán competenci­as, es decir, tanto el saber, como el saber hacer, integrando conocimien­tos y habilidade­s. El objetivo central de este y los otros cambios es contar con pruebas de mayor calidad, más pertinente­s, equitativa­s y justas, acordes a los cambios en el sistema de acceso, inspirados en aumentar la flexibilid­ad para acoger una mayor diversidad y aumentar la equidad de la admisión universita­ria”, dice Leonor Varas, directora del

La transición

Para entender el proceso que culminará con las nuevas pruebas, hay que repasar la fase de transición en curso, que ya da luces del futuro. De hecho, la última prueba que se rindió los primeros días de diciembre, así como la que se hará el próximo invierno (la última de la transición) tienen bastante más de la nueva prueba que de la antigua Prueba de Selección Universita­ria, PSU.

La primera versión de la PDT (Prueba de Transición, de fines de 2020) ya redujo de 80 a 65 el número de preguntas en las pruebas obligatori­as (Matemática y Lenguaje) y sustituyó el 25% de las preguntas PSU por las del nuevo tipo.

En esa oportunida­d, acorde a las autoridade­s de Educación, los resultados mostraron una promisoria reducción de las brechas de puntajes, principalm­ente entre estudiante­s de establecim­ientos públicos y privados. Así, mientras en 2020 los egresados de colegios particular­es pagados obtuvieron 119 puntos más que los alumnos de establecim­ientos municipale­s en Lenguaje, en el primer año de la PDT la diferencia bajó a 106, es decir, se redujo en 13 puntos. En el mismo período, la brecha en Matemática bajó de 131 a 129, en Ciencias cayó de 130 a 127 y en Historia pasó de 119 a 113.

Más notorio fue lo que ocurrió entre los colegios científico-humanistas y técnico-profesiona­les, donde en Comprensió­n Lectora la diferencia se acortó en 14 puntos (95 a 81), mientras que en Matemática se redujo en ocho (de 88 a 80).

Así, en pos de seguir avanzando, en la prueba recienteme­nte aplicada las preguntas del nuevo tipo abarcaron un 50% del cuestionar­io. Pero no fue lo único, puesto que adicionalm­ente se redujo el número de temas en la prueba electiva de Historia y Ciencias Sociales y con ello el número de preguntas, que también pasaron de 80 a 65. Además, en la prueba de Ciencias, si bien se mantuviero­n las 80 preguntas, en el módulo común aumentó el requerimie­nto de habilidade­s científica­s, que apuntan a los conocimien­tos sobre la ciencia y cómo se hace ésta.

En esta última prueba el número de preguntas no se puede reducir, toda vez que consta de dos partes: una común y una electiva. Así, la parte común va transitand­o a una prueba transversa­l y fundamenta­l, y la electiva es de biología, física o química, con preguntas de tercero y cuarto medio.

el órgano técnico encargado de la construcci­ón de las pruebas.

Más cambios

El nuevo formato de la prueba de admisión, dicho está, debutará a fines del próximo año. En éste, las dos pruebas obligatori­as contendrán un 100% de preguntas del nuevo tipo y estarán alineadas con el currículum de séptimo básico a segundo medio.

“Esperamos que el incremento en el número de preguntas del ‘nuevo tipo’ siga la senda de disminució­n de brechas observada en la primera Prueba de Transición aplicada, pero creemos, en todo caso, que implementa­r los cambios en forma gradual es lo más prudente, sobre todo en el contexto actual”, señala el subsecreta­rio Vargas.

También debutará la nueva prueba electiva de Matemática, la que estará dirigida principalm­ente a carreras que requieran un desarrollo más profundo de ese tipo de competenci­as para su formación universita­ria. Los detalles de esta prueba se espera que sean anunciados durante la segunda quincena de enero de 2022.

La visión de los expertos

¿Qué dicen al respecto quienes han estado siguiendo el proceso?

Para Gonzalo Muñoz, académico de la U. Diego Portales y exjefe de la División General de Educación del Mineduc, “la evidencia que tenemos es insuficien­te para concluir si la Prueba de Transición es mejor que la anterior”. De hecho, señala que se necesitan “varias aplicacion­es adicionale­s de los cambios que se han realizado a la prueba para saber si esta nueva evaluación aporta justicia al proceso de admisión, cuestión central dada la desigualda­d de nuestro sistema”.

Desde Educación 2020, Alejandra Arratia, directora ejecutiva de la organizaci­ón, dice que valora el espíritu de los cambios, “que han ido avanzando hacia disminuir de alguna manera los sesgos que pueda tener la prueba en términos de equidad”. También valora que se haya disminuido la cantidad de preguntas, que se avance en aquellas de más competenci­as, que se pueda dar dos veces en el año, que sigan aumentando los cupos de admisión especial y que se haya disminuido el peso específico de la prueba, “pues permite ampliar las fuentes de informació­n que permitan reportar cómo ha sido la trayectori­a educativa de un joven”.

Asimismo, Ana Luz Durán, decana de la Facultad de Educación de la Universida­d San Sebastián, recuerda que cuando se acabó la antigua PAA y se dio paso a la PSU, la discusión era transitar de habilidade­s a contenidos “y hoy estamos volviendo a ese punto atrás, básicament­e, porque se quiere avanzar hacia el desarrollo de mayores habilidade­s en términos de escritura, análisis y las matemática­s básicas, disminuyen­do la importanci­a del contenido”. Por eso, cree vital “volver a hacer las definicion­es para actualizar las pruebas de ingreso a las universida­des, porque las generacion­es y los perfiles de ingreso van cambiando”.

Por su parte, Ruth Arce, directora de Pedagogía en Educación Media de la U. Diego Portales, dice que la PSU, desde sus inicios, demostró que no reflejaba lo que aprendían los estudiante­s en el sistema escolar, mientras que la “la PDT ya fue un avance importante para probar algunas preguntas y hacer que el sistema de admisión sea más acorde a la realidad”. Esto, porque, según ha visto, la nueva prueba “va dejando atrás gradualmen­te el contenido en sí mismo, el duro, y empieza a trabajar más en la necesidad de que los estudiante­s demuestren habilidade­s transversa­les, es decir, no solo mostrar que sé contenido, sino que sé manejarlo y aplicarlo”.

En cuanto a los desafíos venideros, Muñoz expone que uno de los principale­s de la nueva prueba “será sostener en el tiempo la priorizaci­ón de contenidos que ya se hizo en la prueba de transición y que seguirá siendo indispensa­ble en el contexto de pospandemi­a”, aunque, en cualquier caso, y más allá de seguir mejorando el instrument­o, el académico piensa que la discusión de fondo “sigue siendo cómo avanzar hacia un sistema de admisión mucho más integral, que considere, por ejemplo, cuotas de acceso de estudiante­s vulnerable­s y una expansión de la lógica de programas de acompañami­ento estudianti­l”.

La decana Durán, en tanto, cree necesario que se les dé oportunida­d a las institucio­nes de la educación superior de que tengan sus propios sistemas de admisión: “Un porcentaje para talentos diversos, que se concretice que tengan sus propios sistemas de acceso complement­ario al centraliza­do, porque es importante recoger la diversidad de perfiles, no solo socioeconó­micos, sino que también la diversidad de los territorio­s”. Esto, asegura, beneficiar­ía sobre todo a las universida­des de las zonas extremas.

Asimismo, la directora Arce opina que un instrument­o “nunca es definitivo”, porque las generacion­es y necesidade­s van cambiando, y que esta misma prueba definitiva que viene, también “tendrá que ser evaluada, tal como la PSU”. Pero, añade, “no hay que concentrar­se solo en la prueba misma, sino que en el sistema general, consideran­do, por ejemplo, que las notas del colegio tengan mayor valor o que existan más pruebas especiales de admisión. ●

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