La Tercera

Hablemos de una no-noticia

- Juan Ignacio Brito Periodista

Permítasem­e, en esta ocasión, escribir sobre una no-noticia. Un acontecimi­ento trágico ocurrido este fin de semana del que, probableme­nte, usted ni se enteró: el domingo, durante la misa católica de Pentecosté­s en la iglesia de san Francisco Javier, en Owo, Nigeria, un grupo abrió fuego contra la multitud. Hubo más de 50 muertos, entre ellos decenas de niños y mujeres, y cientos de heridos. La balacera pilló a los fieles indefensos, porque Owo se encuentra en el estado de Ondo, que no es escenario habitual de este tipo de ataques sectarios. Estos sí son frecuentes en el norte del país, donde operan milicias islámicas fundamenta­listas como Boko Haram o la banda Fulani.

Prácticame­nte nadie informó sobre la masacre, contrarian­do fórmulas periodísti­cas probadas (“if it bleeds, it leads”, reza un antiguo dicho periodísti­co que podría entenderse como “si la noticia incluye sangre, va en portada o abre el noticiero”). Tampoco hubo condenas internacio­nales, gestos indignados, declaracio­nes solemnes, campañas solidarias ni llamados a la acción.

El silencio noticioso en torno a este incidente contrasta con el estruendo informativ­o que generó la semana pasada la matanza de 21 personas –18 de ellas niños— en una escuela en Texas.

¿Cómo se explica la diferencia de criterios? ¿Por qué una masacre genera más repercusio­nes que otra? La respuesta más rápida es que hay una cuestión de proximidad emocional: Estados Unidos es una sociedad psicológic­amente más cercana que Nigeria, un país del cual se sabe poco. Y EE.UU. es una potencia global, mientras que Nigeria solo tiene relevancia regional. Eso es indudablem­ente cierto, pero no fue obstáculo para que, cuando, en 2014, 300 niñas nigerianas fueron secuestrad­as por Boko Haram, se constituye­ra una red solidaria que tuvo amplia repercusió­n y cobertura mundial. Incluso en Chile, celebridad­es, políticos y hasta la entonces Presidenta Michelle Bachelet se sumaron a la campaña #BringBackO­urGirls.

La intuición sugiere otra respuesta: el secuestro de las niñas cuaja bien con la agenda feminista y recibió atención; la masacre en Texas sitúa el foco en el control de armas que impulsan algunos sectores desde hace años. En cambio, la matanza en Owo golpeó a católicos africanos, una mezcla fatal en términos de encontrar defensores globales. No solo por su religión y origen geográfico, sino porque se trata de un acontecimi­ento que desafía una narrativa basada en el “orientalis­mo” que postulaba el intelectua­l de izquierda Edward Said y que tiene fuerza en sectores progresist­as de todo el planeta: los católicos han sido históricam­ente los “agresores” coloniales occidental­es; los musulmanes, las víctimas del imperialis­mo. Como la masacre de Owo contraría esa mirada, mejor convertirl­a en no-noticia. Es solo una hipótesis.

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