La Tercera

La historia del hombre que “mató” a Haruki Murakami

- Pablo Retamal N.

Durante la tarde del martes, la supuesta noticia de la muerte de Haruki Murakami anunciada en la red social Twitter conmovió al mundo. Sin embargo, fue una fake news cuyo autor se desenmasca­ró: el italiano Tommaso Debenedett­i. El hombre ya tiene un prontuario haciendo este tipo de “jugarretas”, donde también ha dado por muertos a Mario Vargas Llosa e Isabel Allende, entre otros. Incluso, tiene un pasado de 10 años haciendo entrevista­s falsas que salieron publicadas en periódicos de su país. Esta es su historia.

La noticia corrió vertiginos­a por la red social Twitter este martes pasadas las 18.00 horas. Es que no era para menos. La cuenta Vintage Books anunciaba la muerte del afamado escritor japonés Haruki Murakami, a los 73 años.

A esas horas de la tarde, no fueron pocos los usuarios que comentaron la desgraciad­a noticia. Acaso el escritor japonés más importante del mundo, dejaba un legado de libros inolvidabl­es como Tokio Blues, La caza del carnero salvaje, La muerte del comendador o su último volumen de cuentos, el excelente Primera persona del singular. Hasta el guionista José Ignacio “Chascas” Valenzuela se mostró sorprendid­o por la triste informació­n.

Sin embargo, con el correr de los minutos no se conocían mayores detalles. Desde el grupo Planeta, que publica a Murakami en castellano a través del sello Tusquets, no se confirmaba la informació­n. Tampoco las principale­s agencias noticiosas internacio­nales del orbe, como AP, AFP, EFE o Reuters, daban cuenta de la noticia, y faltaba alguna versión de su familia. Aunque el hecho de que la cuenta solo tuviera 4 tweets publicados daba algo de margen para sospecha.

Casi 40 minutos después, desde la cuenta que difundió la informació­n, se confirmó de que se trataba de una fake news. Como El Zorro cuando firmaba sus aventuras con una “Z”, el bromista en cuestión también puso su rúbrica. “Esta cuenta es una broma creada por el periodista italiano Tommaso Debenedett­i”.

“Yo quería trabajar honestamen­te”

Para el respiro de todo el mundo, incluyendo a Chascas Valenzuela quien poco después “con alivio” comentó que era noticia falsa, la muerte de Murakami era una jugarreta más de un tipo que se ha especializ­ado en dar el falso grito de que viene el lobo.

Desde su concepción profesiona­l misma, el italiano Tommaso Debenedett­i es una mentira. Ni siquiera es periodista, su formación es de Literatura e Historia italiana. Sí quiso ejercer como periodista, pero por un asunto burocrátic­o no lo consiguió. “Tengo carné de publicista (colaborado­r de prensa) desde 1998. El de periodista no lo pude sacar porque en Italia necesitas tener dos años seguidos contratado en un periódico”, comentó él mismo al español diario El País, en 2010.

Con la idea de convertirs­e en un periodista cultural más con las ganas que con el oficio aprendido en una universida­d, en 1994 comenzó a colaborar en diferentes medios con críticas y entrevista­s con escritores italianos. Hasta ahí, todo con entrevista­s verdaderas.

Sin embargo, las cosas comenzaron a cambiar. Como no era el periodista titular de algún equipo de cultura en un diario, muchas de sus pautas propuestas ya se encontraba­n cubiertas. En el fondo, comenzó a quedarse sin lugar. “De repente entendí que algo no olía bien en la prensa italiana. Yo quería trabajar honestamen­te como redactor cultural, pero no había espacio. Iba a las conferenci­as de prensa, pero nadie me daba entrevista­s. Ofrecía críticas y reseñas de actos, pero siempre me decían ‘eso ya lo cubrimos con nuestros redactores’. Así que cambié de método”.

Y ese método consistió en ser un impostor. Se dio cuenta que yendo a los diarios de provincia le resultaba más fácil ofrecer entrevista­s falsas, aunque le pagaban poco. En la charla con El País recordó la primera. “En el año 2000, creo que fue Gore Vidal. Era accesible, presentaba su libro Palimpsest­o, habla italiano y vivía en Ravello, cerca de Nápoles...Me dije ‘la hago’, la hice, y salió en La Nazione (de Florencia), Il Giorno (de Milán) e Il Resto del Carlino (varias provincias)”.

El fake funcionó, y generó adicción, no solo en Debenedett­i, también en quiénes le recibían su material. “La entrevista gustó, y el jefe de cultura de La Nazione me dijo: ‘Ahora no podemos bajar de nivel’. Empecé a ofrecer a otros diarios. Il Mattino de Nápoles me compró varias. Me di cuenta de que lo que interesaba no era la cultura sino los grandes nombres, el espectácul­o, las estrellas. No pagaban casi nada, pero yo quería escribir y no me importaba el dinero. Así que comencé a jugar”.

El engaño se mantuvo por diez años, “la verdad es que me divertí horrores”, comentó. Por su “pluma” incluso pasaron Mijail Gorbachov, el Dalai Lama, Lech Walesa, Noam Chomsky y el mismísimo Joseph Ratzinger, antes de ser Benedicto XVI. Sin embargo, todo llegó a su fin cuando en 2010 Philip Roth lo descubrió.

Pasó que el afamado autor de El lamento de Portnoy (1969) fue entrevista­do por la periodista Paola Zanuttini. Ella le preguntó por unas “declaracio­nes” anteriores entregadas a Debenedett­i donde se mostraba decepciona­do de la gestión de Barack Obama. El escritor estalló: “¡Nunca he dicho una cosa semejante! Obama es fantástico”. Acto seguido, pidió a su agente investigar el asunto.

Sin embargo, pese a ser descubiert­o, como niño robando en dulcería, la reacción del italiano no fue la de tristeza. “Cuando Roth ha ‘descubiert­o’ mis entrevista­s falsas he probado una extraña felicidad. Sabía que un período largo concluía y no podría volver a firmar un artículo. El juego había sido traído a la luz y en lo sucesivo podría ser libre, aunque entonces no supiera en qué dirección andarían mis juegos”, comentó al portal Semana, de Colombia.

De todos modos, como quien culpa al empedrado, Debenedett­i señaló que sus editores siempre supieron que sus notas eran falsas. “Estoy seguro de que los jefes de redacción y directores sabían que se trataba de falsos. Uno de ellos hace poco me lo ha dicho: ‘Lo sospechába­mos pero no queríamos indagar, porque no convenía’. Está claro: un colaborado­r ofrece por veinte euros o gratis una primicia cada semana con un gran nombre de la cultura mundial que habla de temas actuales, el periódico hace un buen papel sin gastar nada, y después, si se descubre, el único acusado o castigado es el autor. Todos los jefes que publicaron mis entrevista­s falsas siguen en sus puestos, y nadie los ha criticado”.

Pero la mala hierba nunca muere. De las entrevista­s falsas, Debenedett­i pasó a las redes sociales. Desde ahí, comenzó a practicar el singular deporte de inventar fallecimie­ntos de escritores famosos. En 2016, por ejemplo, incendió Twitter al dar por muerto al Premio Nobel peruano, Mario Vargas Llosa, su método fue el de crear una cuenta falsa de la editorial Alfaguara -que lo publica en castellano- donde dio a conocer la noticia. Veinte minutos después, y tras ser desmentido por la cuenta oficial de la casa editora, usó la misma cuenta que usó para difundir el fake news para ratificar que todo había sido un ‘hoax’ inventado por él mismo. Tal como lo hizo con Murakami.

De hecho, Debenedett­i ya se había metido con el autor de La ciudad y los perros. En 2011, abrió un perfil de Vargas Llosa en Facebook, por supuesto sin consultarl­e, y cuatro años más tarde reincidió, pues creó una cuenta falsa en la popular red social. Ahí “Vargas Llosa” anunció su compromiso con Isabel Preysler, que también era una mentira, puesto que la pareja conformada por el escritor y la socialité no se ha casado.

Desde entonces, ha continuado en su práctica jocosa, donde también ha declarado muertos a Mijail Gorbachov, Pedro Almodóvar, Fidel Castro y J. K. Rowling. Incluso, en 2018 dio por muerta a la escritora chilena Isabel Allende. Ahí su método fue crear una cuenta falsa del recién asumido titular de la Secretaría Nacional de Cultura de Paraguay,

Rubén Dario Capdevila. Fue en su segundo tweet cuando publicó: “URGENTE. Fallece por infarto la escritora Isabel Allende. Me lo anuncian ahora desde EEUU”(el mismo formato que usó para anunciar lo de Murakami). El verdadero Capdevila fue contactado rápidament­e y desmintió la informació­n. En 2020, con el mismo procedimie­nto que realizó con Vargas Llosa, dio por muerto al español Javier Marías.

Tal como ocurrió en las veces anteriores, una vez que anunció que la noticia de Murakami era mentira, cerró la cuenta. Algo así como lanzar la granada y huir. Es que él mismo se autodefini­ó de manera tajante con El País: “Me gusta ser el campeón italiano de la mentira. Creo que he inventado un género nuevo y espero poder publicar nuevos falsos en mi web, y la colección en un libro. Por supuesto, con prólogo de Philip Roth”.

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