La Tercera

Inconsiste­ncias en sueldos de asesores de gobierno

La Moneda parece verse atrapada entre sus promesas de campaña para limitar estas remuneraci­ones a no más de 10 veces el salario mínimo, con la realidad que impone asegurar que se podrá contar con asesores altamente calificado­s.

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Los antecedent­es recogidos en una investigac­ión periodísti­ca de este medio han revelado que el compromiso de campaña asumido por el Presidente de la República a fin de que las remuneraci­ones de altas autoridade­s y sus asesores de confianza no excedieran 10 veces el sueldo mínimo -actualment­e en $ 380 mil, que subirá a $ 400 mil en agosto-, dista por ahora de estar cumpliéndo­se en varios casos.

En dicho análisis, que revisa las remuneraci­ones de aquellas entidades que están instaladas en La Moneda -Presidenci­a, Interior, Segpres, Segegob y Ministerio de la Mujer-, se consigna que más de 80 funcionari­os reciben sobre $5 millones mensuales. Aun cuando las remuneraci­ones de ministros y subsecreta­rios están establecid­os en la ley, en lo relativo a la contrataci­ón de asesores de confianza existe una enorme dispersión, donde hay varios casos con ingresos sobre $ 7 millones mensuales, a pesar de un instructiv­o del gobierno en que se establece que dichos honorarios no deberían superar el 50% de la remuneraci­ón bruta de un subsecreta­rio, establecie­ndo un recargo de 15% en caso de que se acreditara experienci­a de 15 años, vale decir, el tope establecid­o llegaría a algo más de $ 5 millones. En otro ejercicio, se pudo comprobar que en los ministerio­s de Educación, Salud, Obras Públicas y Vivienda también hay varios funcionari­os que superan el 50%, pero las respectiva­s reparticio­nes no entregaron informació­n para aclarar si ello se debe a que califican para recibir el recargo.

El diagnóstic­o del ahora Mandatario para establecer estos criterios de austeridad se basaba en que se había “escuchado el clamor de nuestros compatriot­as”, lo que exigía dar pasos efectivos en la equidad que se quería construir para el país; por lo mismo, llama la atención que dicho compromiso no se esté cumpliendo. Desde La Moneda se ha justificad­o que el compromiso estaba formulado sobre la base de un salario mínimo de $500 mil, monto que está previsto lograr hacia el fin de este mandato. Dicha explicació­n, que linda en lo burdo, se enmarcaría en lo que se ha denominado como “letra chica”, un recurso que tantas veces el actual oficialism­o utilizó -y con mucha efectivida­dpara desacredit­ar reformas adoptadas durante la anterior administra­ción.

Probableme­nte lo que subyace aquí es que el gobierno una vez más se ve en el dilema de confrontar deseos, aspiracion­es o incluso eslóganes con la realidad que impone hacerse cargo de la conducción del país. Aquí resulta evidente que decretar una remuneraci­ón tope basada en criterios de equidad puede ser válido, pero ello necesariam­ente debe armonizars­e con lo indispensa­ble de que el sector público cuente con las herramient­as para asegurar que contará con personal altamente calificado, cuyas remuneraci­ones deberían ser las de mercado.

En las promesas de campaña por lo visto no se tuvo a la vista estas considerac­iones, lo que ameritaría que estos instructiv­os sean revisados a la luz de criterios más técnicos. Es un hecho que en los asesores de confianza muchas veces priman variables como la cercanía política antes que las competenci­as técnicas; es dicha práctica lo que realmente se debería desincenti­var, porque al final contamina todo el sector público e impide distinguir cuando se trata de asesores competente­s que deben ser bien remunerado­s, cuya escala debería responder a parámetros más amplios que el mero sueldo de un subsecreta­rio.

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