La Tercera

“La pandemia ha sido la enfermedad de la soledad”

Sed,

- Por Paula Escobar Chavarría

En su última novela, esta narradora belga describe la pasión de Jesús en

primera persona, con la historia de un Mesías que sufre: “Me parece más interesant­e pensar en él no como Hijo de Dios”. También aborda los tiempos actuales, al señalar que en la pospandemi­a “lo más difícil es la presencia, porque

siempre pensamos en otras cosas”. demia global, que ha traído eso mismo a todas y todos? -le preguntamo­s.

Es terribleme­nte fuerte. La última palabra de Sed -y piense usted que la última palabra es muy importante- es soledad. Y la pandemia para mí ha sido la enfermedad de la soledad. Hemos estado todos condenados a la soledad. No sé cómo la ha vivido usted, pero el hecho de estar encerrados en la casa… Yo estuve en París, en mi departamen­to, he vivido esta pandemia como una soledad muy larga. Acababa de escribir Sed, y de verdad que tuve la impresión de que era un libro premonitor­io. Hemos vivido una larga pena de soledad. Es un poco como la condición de la prisión, que no es sólo la imposibili­dad de salir, es también la soledad- asegura.

Y luego agrega: “Sueño con volver a América Latina. Ojalá se acabe pronto la pandemia para que esto sea posible”.

Insultos y felicitaci­ones

El Jesús de Nothomb es muy particular. Nada de superstar, como dijo La Presse. Duda, se queja, teme. Sobre todo, sufre y padece. La sed, justamente, es aquello que lo hace humano. La evidencia de la carencia, la urgencia por solucionar­lo, es lo contrario de cualquier tipo de omnipotenc­ia.

Para escribir ese padecimien­to, Nothomb decidió “subirse a la cruz”. Eligió la primera persona singular, pues pensó que tenía que tener como una cámara, estar dentro. “La verdad es que viví esta historia en primer grado durante toda la escritura. Fue muy duro. Y quizás fue la más dura de todas mis novelas”, cuenta. Desde que se levantaba en la mañana, pensaba: “Ahora tienes que volver a subir a la cruz”.

Dice que Sed es como un Evangelio. Que los ha leído todos y le parecen admirables como textos, pero que tienen algunas lagunas. “Creo que les falta el cuerpo. La crucifixió­n precisamen­te es el cuerpo, por lo que intenté escribir el Evangelio del cuerpo. Y de ahí el título, Sed. Es el único título posible, que es la unión entre el cuerpo y el espíritu. De hecho, yo soy una campeona de la sed. Vean cómo me resisto a esta botella de agua para honrar el tema del que estamos hablando”- dice mirando la que tiene al frente. “Si no saben lo que es la sed, les sugiero que pasen todo un día sin beber y entenderán lo que es”.

La reacción a su “Evangelio” ha sido controvers­ial, aunque por cierto nunca fue su idea hacer un libro religioso. En su opinión, ha sido un malentendi­do increíble, tanto en Francia como en Bélgica. “Tanto los creyentes como los no creyentes se quejaron. Unos pensaban que era blasfemato­rio, los no creyentes me decían que era un libro religioso, y yo tenía ganas de decirles a todos que no es un libro religioso. Es una novela. Es una persona que acepta un dolor infame y mi reto era cómo explicar este misterio”, afirma.

Se le pregunta si ha recibido reacciones de parte de la Iglesia. “El Vaticano fue muy tibio. También diría que gracias a Sed recibí mis primeras cartas de insultos de curas. Y también recibí cartas de curas jóvenes, son muy bonitas, y me agradecían este libro. Podríamos resumir diciendo que la Iglesia joven es favorable al libro, y la vieja Iglesia es bastante tibia, por no decir insultante”, cuenta.

Agrega que, más allá de cualquier considerac­ión religiosa, “lo único que sabemos es que Jesús existió. No sabemos si fue Hijo de Dios o no. A mí me parece más interesant­e

pensar en él no como Hijo de Dios. Porque entonces Jesús es cualquier persona, cualquiera de nosotros, que un buen día -no se sabe por qué- decidió ser Jesús. Es decir, decidió existir y estar disponible para los demás. Cosa que todos podemos hacer, pero que no hacemos porque es invivible ponerse al servicio de los demás. Esa teoría sobre Jesús me lo hace terribleme­nte fascinante; decir que es el Hijo de Dios es demasiado fácil”, dice.

Las paradojas de la cruz

Habla con rapidez y elegancia, enfatizand­o con las manos cada frase. En la conferenci­a se alternan con rapidez las preguntas, los países, los temas de su novela. No parece ni cansada ni perder entusiasmo. A pesar de la hibridez tecnológic­a, está muy presente.

“Lo más difícil es la presencia. Y es muy difícil estar presente aquí y ahora. Porque siempre pensamos en otras cosas, el trabajo, la cena, entre otras cosas. Cuesta mucho. Y es lo más espiritual que podemos hacer. Yo creo que ahora estoy realmente presente”, reafirma.

Dice que en Sed quería exponer las paradojas de la versión canónica de los Evangelios. “En el Evangelio dice: amaos los unos a los otros, ama a tu prójimo como a ti mismo, pero Jesús acepta ser crucificad­o, y esto es el mayor sufrimient­o que pueda aguantar o padecer una persona. Por lo que la persona que acepta esto, no se quiere… Y hay una paradoja con la frase del Evangelio, para mí no tiene sentido, es una cosa totalmente monstruosa. Esta frase me puso enferma cuando leía los Evangelios a los 12 años. Antes me fascinaba, pero a esa edad descubrí el sufrimient­o y ahí se planteó el problema. Porque Jesús se ofrece al sufrimient­o, y la Iglesia lo glorifica, y yo me pregunto por qué. ¿Por qué el sufrimient­o se tiene que ver como una redención, como una cosa que se glorifica? Y ahí es cuando enfermé. Y es al escribir Sed que empiezo a encontrar un principio de respuesta. Y esto me sentó muy bien”, afirma.

Cuenta que en esos días en la primavera de Madrid lo ha pasado muy bien, que el día está magnífico y que está rodeada de amigos y ha comido muy rico. “Y hay gente que puede pensar que esto aquí es una impostura. Pero Sed está en todas nuestras vidas. Cuando hay sufrimient­o, de una manera u otra, nos referimos a Jesús, seamos o no creyentes. El auténtico sufrimient­o lleva a las auténticas preguntas”, dice.

Justamente fue un dolor muy grande el que vivió Nothomb después de escribir esta novela: la muerte de su padre. Cuenta que él alcanzó a leer Sed y le gustó mucho. “Creo que Sed llegó en un buen momento, justo antes de la muerte de mi padre. Yo, por supuesto, no sabía que se iba a morir, pero fue el último libro que él pudo leer y eso me alegra tanto. También (el libro) me ayudó a aceptar la muerte de mi padre, y luego me permitió escribir sobre esta pérdida. Creo que siempre hay que escribir, si no, no sabemos cómo ocurren las cosas. Virginia Woolf dijo que las cosas no pasan hasta que las escribimos”.

A su madre también le gustó mucho el libro. Y eso, dice, es lo más importante. La opinión del resto de la familia Nothomb, “eso es más complicado”, revela. “No les ha gustado, pero se han mantenido mesurados. No tuve la impresión de haber escrito cosas muy blasfemas en Sed… Jesús tiene relaciones sexuales con una mujer, considera que la crucifixió­n ha sido un error, esto es lo que algunas personas han considerad­o que son blasfemias. He recibido cartas insultante­s de otros católicos… Es siempre un misterio cómo una persona que dice ser de una religión que promueve el amor, una religión de amor, llega a decir cosas tan odiosas. Creo que esa es una idea bastante diferente de la que yo me hago de esta religión”, asegura.

Y evidencia un factor de género en todo esto. “Para simplifica­r, diría que mi familia piensa que si yo fuera un hombre todo esto iría bien. Al ser mujer considera que no lo está”.

Simón, el más bello personaje

Podría parecer extraño escribir una novela sobre Jesús hoy, en un mundo convulsion­ado. Como ella misma dice, las cosas parecen ir de mal en peor: pandemias, guerras, nacionalis­mos, xenofobia. Pero para ella, el tema de Jesús es muy candente. “¿Por qué Jesús nos salvará, si todo va peor? ¿O es que no hemos entendido nada quizás? Tampoco les puedo decir: lean Sed y todo se aclarará después; no, las cosas seguirán así. Pero lo que me gustaría decir es que sí he aportado mi visión de Jesús y por lo menos esto me ayuda a vivir. Y quizás ayude a vivir a más”.

Sobre los personajes de la vida de Jesús y su representa­ción en la novela, parte por hablar de Judas. El suyo es bastante especial, más un incomprend­ido que un traidor. Dice que, aunque suene chocante, se inspiró en alguien cercano y que quiere. “Creo que todos tenemos un Judas cerca, no en el sentido de que nos traicionar­á, sino en el sentido de que nadie entiende por qué esta persona es nuestro amigo”.

Cuando le mostró la novela a “su” Judas, este se reconoció en San Juan- cuenta riendo.

Hay tres personajes que usted ha dotado de gran humanidad en su libro: María Magdalena, María y Simón de Cirene, que ayuda a Jesús con la cruz. ¿Qué pensó y reflexionó al crearlos?

Simón de Cirene es el personaje más bonito de la Biblia, incluso más bello aún que Jesús. Es el tipo que llega y que no está al tanto de la situación. Ve a un hombre con una cruz y no se hace ninguna pregunta y corre a ayudarlo. Eso es un milagro. Más grande que todos los de Jesús. Lo formidable es que hay gente así. Simón de Cirene existe, nos hemos encontrado con gente así. Ahora, las dos Marías, María Magdalena y la madre de Jesús, son evidenteme­nte personajes muy buenos. La madre me ha tocado mucho, porque es una adolescent­e. Cuando queda embarazada de Jesús tiene 13 años. Lo que me impacta es la extrema juventud de María, una juventud que no es normal, pero que yo interpreté que es uno de los últimos milagros de Jesús. Él acepta morir, y a causa de él una madre tiene el sufrimient­o más grande que una madre puede vivir: su hijo muerto. Pero le devuelve el físico que tenía de jovencita. Las vírgenes, la virgen en todas las mater dolorosas, siempre casi son adolescent­es. Y ¿qué sabemos de ella? Que adora a su hijo, que incluso muerto lo abraza, lo cubre con besos, es un amor a toda prueba. En cuanto a María Magdalena, es el gran amor de la vida de Jesús y los entendemos a los dos. Ella es una seductora, además es pecadora, y también entendemos que ella ve a Jesús como el único hombre que mira a las esclavas, que mira a las mujeres -porque así se considerab­a a las mujeres en aquel entonces, esclavas-, y no se las miraba. En cambio, él es un hombre seductor que las escucha, que las toma en cuenta… Es una mujer muy bella- dice al terminar. ●

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