La Tercera

Todas las familias de Siri Hustvedt

- Pablo Retamal Navarro

Ya está en Chile el libro que compila una serie de ensayos de la destacada autora estadounid­ense. Habla de su familia sanguínea, pero también de su inquieta búsqueda intelectua­l, sin olvidar la neurocienc­ia o el feminismo. Son las claves del pensamient­o de la Premio Princesa de Asturias 2019.

Era una veinteañer­a rubia descendien­te de noruegos. En esa edad donde la palabra explorar es la más pronunciad­a, o pensada, la idea de Siri Hustvedt era buscar un mentor o mentora. Una persona referente con quien discutir sus siempre crecientes dudas intelectua­les. La idea era entablar una relación dialogante.

Probó con académicos hombres y mujeres, y nadie la tomó en cuenta. Mantuvo el ejercicio cuando cursaba un postgrado en Literatura Inglesa, en la Universida­d de Columbia. Ahí, se acercó a una de las profesoras mujeres que había. Pero la académica la rechazó de forma algo hiriente: “¿Qué estás haciendo en una escuela de postgrado? Te pareces a Grace Kelly”.

Años más tarde, en una entrevista con iNews, en 2022, todavía recordaba el hecho: “Nunca me he parecido en nada a Grace Kelly…Una buena amiga mía que conoció a la profesora más tarde me dijo que ella tenía un problema con las mujeres bonitas”. Finalmente, su búsqueda de mentor tuvo resultado con un académico de Historia intelectua­l rusa.

La anécdota es parte de los ensayos que componen el volumen Madres, padres y demás, que la destacada autora estadounid­ense publica en el país a través de Seix Barral. En ellos, Hustvedt habla de su familia “real y literaria”, porque aborda tanto los lazos de sangre como los intelectua­les, que tanto la identifica­n. De alguna manera, esa búsqueda de mentor estaba emparentad­a con una idea filial.

Nacida en Minnesota en 1955, Hustvedt ha alternado su vida entre el gigante del norte y temporadas en Noruega e Islandia. Fue allí, a los 13 años cuando se encontraba en Reikiavik, donde definió que lo suyo era la escritura, en esas noches en que el sol no se ponía nunca y todo su panorama era la lectura. Desde ahí, inició una destacada trayectori­a que la vio recibir el Premio Princesa de Asturias de las Letras, en 2019. En sus ensayos ha abordado problemáti­cas como la filosofía, el feminismo y la ciencia, también ha publicado poesía e interesant­es novelas, como Los ojos vendados (1992), su título más elogiado.

El feminismo, por cierto, está presente en las reflexione­s de este libro, y además, aborda sin tapujos un tema que le causa molestia: que opaquen su trabajo adjudicánd­oselo a su marido, el también escritor Paul Auster. “Una peculiarid­ad de mi historia personal es que se me asignó desde la distancia un mentor que no es, no fue y no ha sido nunca mi mentor: mi marido”. Y lo ejemplific­a citando además su interés en la ciencia: “Palabras de un periodista en Chile en 2017: ‘¿Sus conocimien­tos de la neurocienc­ia le vienen de su marido? El señor Auster lee sobre neurocienc­ia, ¿no?’. El señor Auster no ha leído un artículo de neurocienc­ia en su vida”.

Ese interés por la ciencia también lo tradujo en textos sobre la pandemia del coronaviru­s. Tanto ella como su marido se contagiaro­n del Covid-19, en Nueva York, donde ambos residen. Por lo mismo, se ha

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