La Tercera

Reformar con prudencia

- Hernán Cheyre Centro de Investigac­ión Empresa y Sociedad UDD

Amenos de dos semanas de que el gobierno presente su proyecto de reforma tributaria, no se puede desconocer que esta iniciativa se va a tramitar ante un cuadro particular­mente delicado para la economía chilena: un “sobrecalen­tamiento” que está derivando en un inevitable ajuste recesivo y un bajo potencial de crecimient­o de mediano y largo plazo derivado del estancamie­nto de la productivi­dad y de la inversión. Es por ello que el gobierno debe ser muy cuidadoso y prudente con el alcance que le quiera dar a esta iniciativa, en considerac­ión a los efectos colaterale­s negativos que se pueden generar en distintos sectores, y particular­mente en el mundo del emprendimi­ento, principal motor del crecimient­o económico. La fórmula que se proponga para ampliar el royalty a la minería y la carga total para los inversioni­stas que va a surgir en el marco de un nuevo esquema de desintegra­ción tributaria, por citar dos ejemplos de modificaci­ones que, según se ha señalado, van a formar parte del proyecto, tienen un efecto potencial sobre las inversione­s que no se puede desconocer ni minimizar, de manera que el voluntaris­mo en estas materias debe ser aquilatado con una buena dosis de realismo, para no terminar en una contradicc­ión con los objetivos de crecimient­o, inversión y productivi­dad que el propio gobierno se ha fijado.

Adicionalm­ente, no hay que olvidar que esta reforma tributaria va a ir a la par de una reforma previsiona­l que apunta a aumentar la tasa de cotización en 6 puntos porcentual­es, la cual será de cargo del empleador, y que por tanto se va a traducir en un aumento significat­ivo en el costo de la planilla salarial. Aquella fracción de esta mayor cotización que no tenga como destino el ahorro en cuentas individual­es de los cotizantes, en estricto rigor debería ser considerad­a como una mayor carga tributaria para los trabajador­es, y por tanto, sumarse a lo que se pretende recaudar vía reforma tributaria, con lo cual la carga impositiva efectiva terminará aumentando aún más de lo contemplad­o en el proyecto de reforma impositiva. De más está decir que como consecuenc­ia de este mayor costo de contrataci­ón y del “efecto impuesto” asociado habría un desincenti­vo al empleo formal, con todo lo que ello implica en términos de precarizac­ión laboral y de pérdida de dinamismo de la economía.

Por último, al analizar el potencial recaudador de la reforma tributaria, hay que ir más allá de los resultados que arroje una planilla Excel calculada a partir de parámetros fijos, por cuanto los efectos colaterale­s pueden ser importante­s, tal como ocurrió con la reforma de la Presidenta Bachelet. La preocupaci­ón central debería ser la de no entorpecer ni la inversión ni el empleo, ya que, como muestra la evidencia recogida en los vilipendia­dos “treinta años”, aproximada­mente el 80% de la mayor recaudació­n tributaria que se generó fue el resultado del mayor crecimient­o económico. Esta lección no se puede olvidar.

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