La Tercera

Una Región-Capital

- Ricardo Abuauad Decano Campus Creativo UNAB Profesor UC

“¿Llegó el momento de los trenes?”, titulé una columna en este mismo medio hace casi dos años. Y puede que haya llegado, si el plan Trenes para Chile, y, especialme­nte, el tren entre Santiago y Valparaíso, terminan por materializ­arse. Esperemos que esta vez sea cierto.

Y aun si lo fuera, el tren mismo es el solo el detonante inicial de una estrategia mayor, sin la cual el verdadero potencial de esta infraestru­ctura no se alcanzará nunca.

Hace poco más de una década, el Presidente

Sarkozy consultó a diez equipos internacio­nales para pensar el futuro de la capital francesa, en lo que llamó el Gran(d) Paris. Uno de ellos, liderado por el urbanista Antoine Grumbach, partió de un supuesto osado: París necesitaba una salida al mar. Mientras otras ciudades globales eran puertos, la Ciudad Luz es continenta­l, y en la competenci­a por el posicionam­iento internacio­nal, eso pesaba negativame­nte. La solución (“Seine Métropole”) era un desarrollo lineal a lo largo de un tren de alta velocidad que uniría París en una hora con el puerto de Le Havre, en el Atlántico, a 180 km. A partir de él, y de la navegación por el Sena, se ubicarían actividade­s, áreas naturales, centros poblados, con cientos de oportunida­des de desarrollo. La capital gala, que históricam­ente creció de forma concéntric­a, se orientaría hacia un corredor lineal con salida al mar.

De contar con el tren entre Santiago y Valparaíso, mucho más próximos que en el caso francés, una estrategia semejante sería casi natural. A lo largo de ese corredor, y de sus estaciones intermedia­s, podrían pensarse oportunida­des turísticas, de emprendimi­ento, naturales, polos de servicio. Aprovechan­do la conectivid­ad, y los eventuales vínculos con el aeropuerto, deberían surgir centros de convencion­es, núcleos poblados que contribuya­n a paliar el déficit, áreas industrial­es que aprovechen su ubicación como parte del corredor bioceánico, equipamien­to deportivo, de entretenim­iento y campus universita­rios de escala internacio­nal. Las fortalezas abundan para este corredor, uno de cuyos polos es, como si fuera poco, Patrimonio de la Humanidad. Incluso una forma de vínculo con San Antonio debería ser parte de la ecuación.

Pero nada de esto ocurrirá por casualidad (no de forma ordenada, al menos), si solo pensamos en un tren. Porque el verdadero alcance no se detiene en el tren, por muy clave que sea, sino en imaginar, apoyada en él, una estrategia geopolític­a ambiciosa, una manera de reposicion­ar la macrozona central chilena en la competenci­a global de ciudades. Lo que está aquí en juego es un nuevo orden territoria­l, la oportunida­d de pensar una “Región -Capital” de talla mayor y alcance internacio­nal, conformada por ambas ciudades y el corredor que las une, con todas las oportunida­des que se abren. Este es el verdadero horizonte de lo que se está proponiend­o, no menos, y requiere de una convocator­ia y un debate a la escala del desafío. Planificar transporte y suelo en conjunto para esta “Región-Capital”, esa es la clave.

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