La Tercera

Dólar en niveles récord

Si bien las últimas correccion­es del tipo de cambio se explican por eventos financiero­s globales, su alto nivel también está reflejando incertidum­bre sobre la capacidad de gestión de la economía doméstica.

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Que el precio del dólar haya superado en la jornada de este jueves los 900 pesos -marcando un nuevo máximo histórico- hace necesaria una reflexión muy profunda de todos los actores políticos, cuando el país busca ajustar el gasto de la economía a valores sustentabl­es, retomar el crecimient­o y contener la inflación.

El nivel alcanzado correspond­e hoy a un tipo de cambio real -esto es, corregido por la inflación doméstica y externa- muy por sobre lo que sería consistent­e con el actual nivel del consumo (anormalmen­te alto) y los términos de intercambi­o comercial (precios de exportacio­nes e importacio­nes) que se observan. Entre comienzos de 2019 y 2022, el consumo agregado en la economía creció cerca de 9% más que la producción nacional, lo que habría requerido de una fuerte caída del tipo de cambio real para desviar ese gasto creciente hacia importacio­nes y evitar inflación. Lo que se ha observado, sin embargo, es que, desde fines de 2019 a la fecha, el tipo de cambio real ha subido en torno a 10%, cuando, para evitar inflación, debería haber caído en una magnitud similar ante la explosión de gasto.

Lejos de sus determinan­tes fundamenta­les, los actuales 900 pesos por dólar solo pueden explicarse como anticipo de lo que el público entiende podría ser el tipo de cambio en el futuro donde, efectivame­nte, hay razones para anticipar un tipo de cambio elevado.

Una parte importante deriva del panorama económico global. El ajuste de política monetaria en Estados Unidos que fortalecer­á el dólar, junto a la expectativ­a de desacelera­ción global por los problemas sanitarios en China, el ajuste fiscal en las principale­s economías del mundo para extinguir los desequilib­rios que suscitó la pandemia y las medidas para enfrentar el encarecimi­ento de alimentos y combustibl­es que trajo la invasión de Ucrania, permiten anticipar hoy un mayor tipo de cambio en Chile para ajustarse a peores términos de intercambi­o y condicione­s financiera­s más duras en el futuro.

Pero no puede ignorarse la contribuci­ón a las expectativ­as sobre un valor futuro elevado para el dólar que proviene del actual cuadro de tensiones domésticas. Volver en forma ordenada a una situación macroeconó­mica equilibrad­a en Chile supone la extinción de los efectos de los retiros de fondos previsiona­les y de los apoyos fiscales que se dieron en los momentos más duros de la pandemia. Ello es incierto, cuando los ajustes suponen algunos sacrificio­s relevantes que deberán darse en el contexto de una ciudadanía con altas expectativ­as de bienestar e inmersa en un complejo proceso constituci­onal. Tras la reciente experienci­a de “parlamenta­rismo de facto”, en que se incubaron los actuales problemas, el sistema político debe esforzarse por restablece­r confianza en su capacidad de liderar una vuelta ordenada al crecimient­o y los equilibrio­s macroeconó­micos. La expectativ­a de corrección desordenad­a -sin crecimient­o y con alta inflaciónl­leva a salidas de capital y a mayor valor del dólar.

El actual desequilib­rio cambiario es una dificultad mayor para contener la presión inflaciona­ria. Pero es aún más desestabil­izador si refleja dudas sobre la capacidad del sistema político para llevar al país a la estabilida­d y el progreso, lo que demanda hoy de los actores políticos una gran responsabi­lidad.

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