La Tercera

Gritos de negación desde el interior de Ventanas: “Lo del ‘Chernóbil chileno’ es un invento”

Contravini­endo la evidencia científica,

- Ignacio Leal

“Mire, yo he vivido toda mi vida en La Greda, mi familia también, y si fuese tanta la contaminac­ión que dicen que hay, ya hubiésemos sufrido algún tipo de intoxicaci­ón ¿no cree?”. Milna Bernal (76), una reconocida profesora normalista de Puchuncaví, cuestiona lo que muchos de sus vecinos vienen denunciand­o desde hace más de dos décadas. Vive en la calle Los Alerces, en el sector La Greda, a 200 metros de la antigua escuela, que en 2011 fue escenario de la intoxicaci­ón masiva de 33 niños y 9 adultos.

“Recuerdo muy bien ese episodio porque yo era la presidenta del centro de apoderados de la escuela en ese momento”, rememora. Asegura que fue ella quien debió canalizar el pánico colectivo en toda la comunidad, y con quien debieron conversar autoridade­s regionales y nacionales para buscar una solución. “Al final, el doctor (Jaime) Mañanalich, que era el ministro de Salud de la época, fue quien decidió el cierre de la escuela, para trasladarl­o dos kilómetros más arriba. Y ahí uno se pregunta: ¿acaso no llega la misma contaminac­ión arriba?”, reclama.

Ahora, la hija del exalcalde de la comuna, Héctor Godofredo Bernal, se queja por el completo abandono en que se encuentra el antiguo recinto de educación básica, que tras el episodio fue detectado con una alta presencia de arsénico y plomo. “Esta escuela tenía más de 100 años de historia y nunca había tenido este problema. La comunidad se reunía aquí, la gente hacía talleres, pero ahora no hay nada”, contrasta.

Efectivame­nte, pese a los diversos proyectos planteados –que iban desde hacer un museo contra la contaminac­ión a una estación de monitoreo del aire- la antigua escuela de La Greda está hoy en ruinas. Luce rayados en sus murallas, sus techos se derrumbaro­n con el peso de las hojas acumuladas por años y, según denuncian los vecinos, en las noches sirve de guarida para alcohólico­s y drogadicto­s. Por eso, Milna siente pena de lo que le ocurrió a su comunidad.

“Es muy raro que justo durante los últimos años, cuando la planta de Codelco ha mejorado tanto sus estándares, haya casos de intoxicaci­ón y que justo afecten a las personas que llegaron de afuera a vivir acá. No digo que la contaminac­ión no exista, porque antes de los 90 aquí había que encerrarse y guardar la ropa a las cuatro de la tarde por los humos que salían de la fundición, pero hace rato que eso dejó de ser así”, testifica. En cambio, para ella existe una suerte de aprovecham­iento por las indemnizac­iones que la cuprífera nacional debió entregar a decenas de denunciant­es. “A mí me tocó recibir a todos los abogados que quisieron hacerse parte de la demanda contra el Estado y Codelco. Se peleaban por tomar el caso porque sabían que había mucha plata en juego”, recuerda.

“Un invento de los ambientali­stas”

Similar es la opinión de Mario Roldán (54) e Isaías Sepúlveda (60), dos operarios de la

dos operarios de dilatada trayectori­a en la fundición de Codelco y una exprofesor­a del emblemátic­o sector de La Greda ponen en entredicho que la contaminac­ión de los gases y metales pesados en la zona realmente afecte a personas. “He vivido toda mi vida aquí y nunca he sufrido una intoxicaci­ón”, dice ella. “Si la contaminac­ión fuese tal, ya estaríamos con cáncer”, dicen ellos.

fundición Ventanas, con años de servicio para Codelco. “Yo trabajo en la planta hace más de 20 años y nunca he sufrido una intoxicaci­ón, ni siquiera un malestar. Antes, incluso se trabajaba así nomás, sin ningún tipo de protección, con polera y pantalón corto, pero sin mascarilla ni nada y a nadie le pasó nada”, asegura Roldán.

“Siento que se ha estigmatiz­ado mucho a Ventanas, cuando se ha demostrado que son otras empresas las que más contaminan. Llevamos dos semanas paralizado­s y han seguido ocurriendo los casos de contaminac­ión, entonces no pueden decir que somos nosotros los responsabl­es, porque está claro que no es así”, dice Sepúlveda, encargado de operar en la renovada nave de electrolit­os que procesa las emisiones de Ventanas.

Ambos reconocen que durante años la empresa sí realizó emisiones contaminan­tes, pero que las diversas reformas mejoraron este proceso, llegando ahora a atrapar el 95,6% de los gases tóxicos. “Por eso, creo que esto de que somos el Chernóbil chileno es un invento de los medioambie­ntalistas, porque aquí la gente no muere de cáncer como se ha dicho”, se queja Sepúlveda.

En cuanto a los procesos de prevención, ambos concuerdan en que la empresa está constantem­ente midiendo a través de exámenes de orina los niveles de metales pesados que cada trabajador posee en el cuerpo. “Y cuando detectan a alguien con los niveles superiores, lo envían a una zona especial donde se los elimina y ahí recién puede comenzar a trabajar”, asegura.

¿Sienten miedo de trabajar en Ventanas o que su familia esté expuesta a los agentes contaminan­tes? Ambos aseguran que no: “Es que si esto fuera así de grave como se ha planteado, ya estaríamos todos contaminad­os y eso no es así”.

Arsénico en las venas

Pero sí hay estudios que han demostrado el nivel de contaminac­ión de esta zona de sacrificio. El último, publicado en febrero de este año, tiene un título tan sugerente como escalofria­nte: La concentrac­ión de arsénico en la capa superior del suelo de Chile central está asociada con la metilación aberrante del gen P53 en células sanguíneas humanas: un estudio transversa­l.

La investigac­ión fue realizada por un grupo interdisci­plinario de ocho científico­s de las universida­des de Valparaíso, de Chile, Andrés Bello, La Frontera, además de clínicas y centros de estudio nacionales, que estudió la sangre de adultos de la zona que rodea el cordón industrial de Quintero-Puchuncaví durante cinco años, concluyend­o que esta población posee concentrac­iones de metales pesados (arsénico, cobre, plomo y zinc, entre otros) que superan ampliament­e los estándares internacio­nales.

“Los resultados de este estudio sugieren que la contaminac­ión ambiental en los municipios de Quintero y Puchuncaví, en Chile, ha inducido cambios epigenétic­os en el genoma de sus habitantes. De acuerdo con estos resultados, el gen p53 (supresor de tumores) y su metilación (cantidad de grupos metilo en el ADN) aberrante están asociados con la duración de la residencia en un área con mayor concentrac­ión de metales pesados en el suelo”, finaliza el estudio.

Ricardo Quero, concejal ambientali­sta de Puchuncaví, es quien expone este estudio para advertir de la situación de su comuna. “Hay visiones encontrada­s, pero la evidencia científica ha demostrado que se ha contaminad­o durante décadas la zona. Actualment­e, no se sabe si es o no Ventanas la que más contamina, pero se comprobó que ellos emiten más del 60 por ciento del total de las emisiones de azufre en la región”, argumenta. Por eso, explica que el cierre de la planta de fundición de Codelco debe entenderse bajo un contexto histórico. “Durante años Ventanas ha contaminad­o la zona. Es cierto que hay otras 17 industrias en la zona, pero ellos, al ser la más antigua, han acumulado la mayor cantidad de agentes tóxicos, y eso es algo de lo que deben hacerse cargo”, expone Quero. ●

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