La Tercera

“Convencion­ales de izquierda tuvieron una vanidad refundacio­nal de creerse los únicos demócratas”

Mayoría circunstan­cial. Es una hostilidad ambiental que uno la notaba y lo han reconocido convencion­ales de izquierda.

- Por Paula Catena C.

El convencion­al UDI analiza su paso por el órgano constituye­nte y el rol que jugó la derecha en la construcci­ón de la propuesta de Carta Fundamenta­l. “Deben ser unas cuatro o cinco normas que tienen origen en presentaci­ones nuestras”, dice, agregando que, pese a eso, “no me he arrepentid­o nunca de haber formado parte” del proceso. El exparlamen­tario, además, asegura que “hay muchos cerebros grises que no están en la Convención” que influyeron en el contenido de la nueva Constituci­ón.

leva la cuenta anotada. “Faltan 12 días para que finalice el trabajo de la Convención y 74 días para el plebiscito del 4 septiembre”, comenta de entrada el convencion­al Rodrigo Álvarez (UDI) desde su oficina, en Las Condes. Es miércoles y restan solo días para que el órgano constituye­nte entregue el texto final al Presidente Gabriel Boric, el próximo 4 de julio. Ante eso, Álvarez, quien estaba esperando que concluyera el trabajo de la Convención para decir su postura de cara al plebiscito, confirma lo obvio: que votará Rechazo. En esta entrevista, el exparlamen­tario reafirma que existió una especie de veto hacia la derecha y que la izquierda utilizó una “mayoría circunstan­cial” para imponer sus ideas. De todas formas, asegura que no se arrepiente de haber postulado para ser convencion­al.

Ha existido un debate sobre el rol que cumplió la derecha en el proceso. Fernando Atria, y también otros convencion­ales de izquierda, dicen que faltó voluntad de ustedes para dialogar, que por su historia debían poner mayor esfuerzo. ¿Comparte ese diagnóstic­o?

No lo comparto. Hicimos todos los esfuerzos. Presentamo­s una inmensa cantidad de indicacion­es, participam­os en todas las instancias, debatimos con nuestras ideas todos los temas. Por lo tanto, el punto de vista de nuestro trabajo formal fue absolutame­nte impecable. En segundo lugar, porque cuando llegamos a una Convención que requiere 103 votos y la izquierda tenía 118, me da la impresión de que son ellos los que tienen que estar más disponible­s también a conversar.

Hace un tiempo, en La Tercera señaló que “hasta me dijeron que bajo ninguna condición estaban disponible­s a conversar con la derecha”. ¿Esa actitud cambió?

Desde el punto de vista de la relación y el trato, sin duda alguna, los últimos tres meses mejoró. Pero desde el punto de vista político, mantengo absolutame­nte esa declaració­n. A mí me dijeron que no había disponibil­idad. La Convención representa absolutame­nte una

¿Se aprovechar­on de eso?

Usaron una mayoría que era circunstan­cial y creyeron que esa mayoría era definitiva. Hubo una vanidad histórica de la Convención de creerse la institució­n única y más importante de la historia de Chile y al mismo tiempo la única institució­n democrátic­a. Esta Convención desaparece en diez días y va a continuar la Cámara de Diputados, Senado y la Presidenci­a. Hay muchas más institucio­nes que son democrátic­as en nuestro país. Convencion­ales de izquierda tuvieron una vanidad refundacio­nal de creerse los únicos demócratas y que son más importante­s, que terminó jugando mucho en contra.

¿No se justifica la desconfian­za cuando la derecha, particular­mente la UDI, ha sido defensora de la Constituci­ón del 80?

Yo fui parlamenta­rio durante 12 años. Me tocó participar directamen­te en la gran reforma del 2005. Por lo tanto, en primer lugar, hay que decir que la UDI, por supuesto, habiendo defendido muchas de las cosas extraordin­ariamente positivas que han tenido los últimos 40 años de la historia, también estuvo disponible a hacer cambios mayores, como fue participar en esas reformas constituci­onales que han cambiado la Constituci­ón del 80. Pero, con toda esa experienci­a, yo considero que los primeros seis meses fundamenta­lmente fueron de una hostilidad y un rechazo hacia ese diálogo enorme. Esa fue una decisión tomada por amplios sectores de la Convención de izquierda de no conversar con la gente derecha, de no buscar acuerdos. Por eso ese sueño de la casa de todos se desarmó a los pocos meses.

¿Y de quién provenía principalm­ente esa hostilidad?

¿Quiénes eran los que más se resistían?

No, no me atrevo a calificar con un nombre específico. Los colectivos de izquierda y en eso reúno a Movi

mientos Sociales, al Pueblo Constituye­nte, al PC, a buena parte de los sectores del pueblo originario, no tenían la intención de conversar con la centrodere­cha porque creían que sus ideas eran suficiente­s para producir el texto constituci­onal.

A lo largo del proceso se les vio rechazar, no querían los cambios.

No, hay que recordar que los primeros cuatro meses y medio de la Convención no vimos nada de fondo. Los primeros cuatro meses y medio fue declaracio­nes de los presos políticos, fue temas reglamenta­rios que, ahora con perspectiv­a, espero que se haga una buena autocrític­a de lo que fue el trabajo.

Pero en la práctica rechazaron casi todo.

¿Hizo todo lo posible para intentar llegar a acuerdos?

¿No se arrepiente de haber postulado a la Convención? Usted ya había dejado atrás el Congreso.

Yo llevaba diez años fuera de la actividad política y tomé la decisión de participar porque creo y sigo pensando que es uno de los procesos más relevantes que iba a vivir nuestro país. No me he arrepentid­o nunca de haber formado parte de la Convención. Eso no significa que no tenga también una sensación de amargura y de tristeza porque no creo que haya sido un buen resultado del trabajo de este año.

¿Qué considera que es lo más negativo de un texto?

Hay un tema de fondo que para mí es lo más negativo que es esta visión refundacio­nal, alejada de nuestra historia, alejada también al conocimien­to comparado al derecho. Este es un texto absolutame­nte excesivo en muchas materias. Cambian nuestra forma de gobierno, nuestro sistema político, nuestro catálogo y profundida­d de los derechos. Se basa en principios nuevos, no son los principios clásicos ni de Chile ni del extranjero en las constituci­ones como son este plurinacio­nalismo, que yo creo que es desmedido para Chile y este medioambie­ntalismo bastante radical. Es una propuesta que choca en algunos elementos con la realidad y con las expectativ­as de los chilenos. El texto que va a terminar teniendo unos 420 artículos, tiene solo un artículo de pensiones, tiene solo dos artículos o tres artículos entre vivienda y salud.

¿Cree que no se resuelve la demanda del estallido?

Las expectativ­as sociales no quedan bien resueltas. Me impacta tanto el nivel excesivo que tiene. Había temas que probableme­nte hubiéramos podido llegar a acuerdos: en materia de descentral­ización todos queríamos una Constituci­ón mucho más descentral­izada (...). Pero reconocien­do plenamente esas intencione­s, mi visión es que la forma en que terminan siendo consagrada­s es excesiva, descoordin­ada y va a tener un choque con la realidad. Si haces un análisis final, creo que lo que ya sabemos que va a ocurrir el 4 de septiembre, nos indica que la propuesta no va a ser de unidad. Gane el Rechazo o gane el Apruebo, este proceso va a darle más inestabili­dad a Chile en los próximos diez años.

¿El mal menor es el Rechazo?

normativa, política, institucio­nal y, al mismo tiempo, con un choque como aludía, hace un instante atrás, con la realidad y las expectativ­as. Si gana el Rechazo, yo coincido con Javier Macaya de que tenemos que dar claras muestras de que estamos disponible­s para hacer los cambios que la ciudadanía sí quería. El llamado del 80 a 20 y el llamado de mucha ciudadanía cuando votó en el plebiscito por los convencion­ales que necesitaba cambios.

¿Cree que la derecha fue un aporte en el proceso?

¿Las tiene contadas?

Se les acusa de una campaña anticipada de terror.

Pero algunos cayeron en fake news. ¿No hay una autocrític­a ahí?

Lo que ocurrió es esta curiosa distinción entre cosas que estaban aprobadas en las comisiones, pero que todavía no iban al pleno. Ahí, sin duda alguna, hubo ciertas materias que tuvieron algún nivel de mayor

dificultad en la explicació­n.

¿En algún momento no siente que se excedieron algunos, por ejemplo, cuando se dijo que con la Constituci­ón nueva se iban a expropiar los fondos de pensiones?

Sí lo dijeron...

Puede ser que haya habido alguna declaració­n más exagerada, pero también ha habido una reacción injusta en muchas de las críticas.

¿Alguna vez pensó en abandonar el proceso? La convencion­al Carol Bown deslizó algo así.

No, jamás pensé en abandonar el proceso, nadie lo pensó. Teníamos una responsabi­lidad con los electores y, al mismo tiempo, era la mejor forma de defender tus ideas.

Todos identifica­n que el momento más duro de la Convención fue todo lo que pasó con Rojas Vade. ¿Identifica algún otro episodio?

Sin duda alguna, Rojas Vade es muy determinan­te, pero hay otros momentos bien complejos (...). Mi sensación es que no solamente por Rojas Vade o por el dinosaurio o la Tía Pikachu caminando por la sala, sino que, yo creo que la ciudadanía identificó muy rápidament­e que hay posturas muy radicales. Cuando la mayor parte de la gente prefería visiones más sensatas.

¿Le atribuye a alguien en particular el cómo quedó el texto constituci­onal? Por ejemplo, se escuchaba en algún momento, esta es la Constituci­ón de Atria o de Barraza.

Hay muchos cerebros grises, muchos de ellos no están en la Convención. Pero si tú me dices personas relevantes de la Convención, que sin duda alguna influyeron mucho, evidenteme­nte Fernando Atria influyó muchísimo en el sistema político. Marcos Barraza es una de las personas más influyente­s en la Convención. Creo que las voces del Partido Socialista también fueron muy relevantes.

¿Y de afuera, a quién identifica?

¿Hará campaña a partir del 4 de julio?

¿Y después?

En los próximos días, nuestro país entrará de lleno a uno de los momentos de debate más relevantes de su historia. La Convención Constituci­onal entregará el producto de su trabajo de un año y se iniciará el debate de la propuesta para una nueva Constituci­ón. La discusión volverá a la ciudadanía, única soberana de un proceso que sólo le pertenece a ella y que dará su veredicto en las urnas. Llegar hasta acá no ha sido fácil. Con razón, probableme­nte, hay sectores excluidos que han visto en este proceso la oportunida­d de levantar una serie de reivindica­ciones postergada­s hace mucho tiempo y que el sistema político no fue capaz de procesar. Fue así que la crisis política y social que derivó en el estallido, trajo posteriorm­ente un acuerdo político bastante transversa­l (los que se quedaron abajo al principio o miraron esto con reticencia, se sumaron después) y estamos hoy ad portas de abrir una discusión significat­iva que tendrá su punto cúlmine el próximo 4 de septiembre, abriendo una nueva etapa en la historia republican­a de nuestro país.

En tal cuadro, vale la pena no sólo calmar los ánimos y mirar con perspectiv­a la propuesta para la nueva carta fundamenta­l, sino que también, iniciar un análisis ponderado de la historia que nos trajo hasta acá y que nos hará construir el país del futuro.

“No son 30 pesos, son 30 años”, decía la consigna en la calle que levantó el estallido social. Si miramos de manera menos destemplad­a el devenir de la historia de nuestro país, es necesario considerar que el juicio de los 30 años requiere un análisis más ponderado. Ni se trata de los 30 años más oscuros de Chile, ni tampoco se puede refundar un país de cero. En ello, las señales de los últimos días parecen, desde el punto de vista político, traer nuevamente el debate a la sensatez. Por una parte, el Presidente de la República ha hecho un gesto al expresiden­te Ricardo Lagos, reuniéndos­e con él y señalando la importanci­a que tiene aprender de la historia y sus vicisitude­s. Del mismo modo, la comisión de Preámbulo de la Convención, aprobó en el pleno esta semana un texto sobrio, alejado de la alusiones octubrista­s, quiero creer, porque ha primado el buen juicio de entender que la historia del proceso constituye­nte no empezó con el estallido ni el acuerdo del 15 de noviembre, sino que con la necesidad de construir un nuevo pacto social que se venía fraguando hace mucho tiempo y no es privativo de ningún sector en particular. De hecho, tanto es así que incluso aquellos sectores defensores de la Constituci­ón del 80, hoy se manifiesta­n abiertamen­te por la superación de ese texto y promueven su reforma posterior en una curiosa apuesta en el plebiscito por el rechazo.

Un debate ponderado en los próximos meses deberá atender más, desde el mundo político, aquello que la ciudadanía ha expresado con claridad en la encuesta CEP, la necesidad de alcanzar acuerdos. Todo ello, por lo demás, más necesario que nunca en un escenario para el debate que estará cruzado por un una crisis económica relevante, por una creciente sensación de insegurida­d y por una pandemia que aún no termina.

Este nuevo pacto social en construcci­ón, donde el plebiscito sólo será un hito más dentro de un largo proceso, requerirá altura política, responsabi­lidad y entendimie­nto. Nuestra dolorosa historia de vencedores y vencidos, que ha traído múltiples fracturas sociales, requiere que seamos capaces de tener el coraje suficiente para defender siempre la vía democrátic­a y el diálogo, teniendo la suficiente humildad para entender que nadie es dueño de la historia, porque esta la escriben los pueblos.

“Gane el Apruebo o gane el Rechazo, este proceso va a darle más inestabili­dad a Chile en

los próximos diez años”.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile