La Tercera

Las lecciones que deja el mal manejo del cierre de Ventanas

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Cuesta entender cómo la decisión de llevar a cabo el cierre de la Fundición Ventanas -una de las divisiones que posee Codelcocar­eció de la más mínima planificac­ión y coordinaci­ón entre organismos del Estado, sin capacidad de anticipars­e a las reacciones políticas y sociales que una medida así inevitable­mente generaría. Aun cuando el paro de los trabajador­es de Codelco logró bajarse prontament­e tras la conformaci­ón de una mesa de trabajo para analizar todos los alcances relacionad­os con este cierre, el episodio ciertament­e pone en entredicho la capacidad de gestión del gobierno, siendo este el último de una serie de pasos en falso que se han dado en diversos ámbitos, como por ejemplo la descoordin­ada forma en que Educación y Salud determinar­on adelantar y extender las vacaciones de invierno, o el traspié relacionad­o con el gabinete de la Primera Dama.

El anuncio de cierre de la fundición Ventanas venía precedido de una serie de eventos medioambie­ntales que días antes habían provocado cuadros de intoxicaci­ón entre algunos habitantes de la zona, algo desgraciad­amente recurrente allí toda vez que Quintero-Puchuncaví ha sido declarada como zona saturada de contaminan­tes. Es probable que como una forma de aparecer reaccionan­do frente a estos hechos y desactivar las críticas tanto al gobierno como a la empresa estatal -está en curso una investigac­ión para determinar el origen exacto de estas emanacione­s-, el directorio se haya precipitad­o en el anuncio de cierre, a pesar de que no había ningún plan comunicaci­onal preparado, como tampoco un plan exhaustivo sobre cómo se llevaría a cabo el fin de las faenas.

La torpe manera en que esto se se hizo queda aún más patente cuando el propio Presidente de la República horas más tarde tuvo que salir a clarificar que ningún trabajador perdería su empleo, y que la medida se justificab­a porque “no queremos más zonas de sacrificio­s”. Con todo, tampoco hubo anuncios concretos de montos que se destinaría­n a planes de relocaliza­ción de trabajador­es o de retiro anticipado, ni los plazos en que ello se haría, si bien el Mandatario explicó que el proceso de cierre podría tomar unos cinco años. Es decir, también quedó a la vista que el gobierno fue sorprendid­o y carecía de un plan estructura­do en relación con Ventanas, lo que hace aún más incomprens­ible lo precipitad­o de este anuncio.

Esta improvisac­ión sorprende por varios motivos. Desde luego, porque el cierre de la fundición es un asunto que viene tratándose desde hace años, lo que da cuenta de las complejida­des que reviste el proceso; por otra parte, para poder concretar el cierre primero se debe cumplir con el trámite legislativ­o que permita vía ley levantar la obligación que Ventanas tiene -también por mandato legal- de fundir minerales provenient­es de la Enami.

Pero por sobre todo, llama la atención que el Ejecutivo no haya sido capaz de anticipar los efectos políticos de una medida así, consideran­do que se trata de la principal empresa del Estado y con sindicatos poderosos, altamente movilizado­s. Pretender que bastarían las razones ambientale­s y frases genéricas de cómo relocaliza­r trabajador­es para aplacar las críticas y evitar un escalamien­to político no solo resulta ingenuo, sino revela una falta de comprensió­n acerca de la naturaleza misma de las empresas estatales, donde las lógicas políticas forman parte de su esencia, y por tanto no había ninguna chance de que esta dimensión no fuera la que terminara prevalecie­ndo, antes que las razones técnicas o financiera­s, consideran­do que Ventanas es una unidad que opera a pérdida. Por lo mismo es que resulta exigible que el Estado hubiese hecho desde el comienzo un buen manejo de este proceso.

El caso Ventanas ha sido en todo caso ejemplific­ador de una regla inescapabl­e: cuando el Estado decide tener empresas, los problemas que de ellas deriven siempre serán políticos, antes que económicos. Puesto que existe la voluntad a nivel de gobierno como así también en el proyecto de Nueva Constituci­ón de potenciar fuertement­e la creación de empresas estatales, cabe tener presente que este tipo de contingenc­ias y pugnas se multiplica­rán, lo que será un reto permanente para los gobiernos a la hora de intentar velar por lógicas de gestión y racionalid­ad económica, sobre todo consideran­do el creciente poder de veto de los sindicatos, como por lo demás se vio en Ventanas.

En tal sentido, el cierre de Ventanas también deberá hacerse cargo de una pregunta fundamenta­l: a qué costo se hará todo este proceso. El hecho de que sea una empresa estatal no exime al Estado de su responsabi­lidad de cuidar que los recursos de todos los chilenos sean bien gastados, de modo que las promesas que ha hecho el gobierno de asegurar que nadie saldrá perjudicad­o no pueden traducirse en “ofertones” populistas o llevarse a cabo a costos desmesurad­os.

Sorprende que tratándose de una empresa estatal, donde

por definición imperan lógicas políticas, el gobierno no hubiese sido capaz de anticipar sus efectos, y una vez más aparezca

improvisan­do.

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