La Tercera

El chantaje de la historia

- Por Max Colodro | Filósofo y analista político

Un sector de la centroizqu­ierda insiste en mantenerse moral y psicológic­amente prisionero. Desde hace más de una década, el PC y las bases del actual Frente Amplio los han tenido de rehenes, obligándol­os a contemplar la demolición de su legado. Víctimas de un extraño “síndrome de Estocolmo”, muchos de los representa­ntes del mejor periodo de la historia desde cualquier indicador que se considere, siguen dispuestos a someterse a la extorsión de aquellos que siempre los han despreciad­o.

Ahora, el objetivo de la celada es impedir que hombres y mujeres de centroizqu­ierda puedan votar según sus propias conviccion­es en el plebiscito del 4 de septiembre. Así, se ha buscado convertir la opción Rechazo en un anatema, que amenaza con el ostracismo político y el despojo de identidad, a quienes se atrevan a matricular­se con ella. Los resultados de la operación están a la vista; hoy no resulta extraño escuchar cosas como esta: “Soy crítico del actual proceso constituye­nte. Tengo la certeza de que esta propuesta constituci­onal es mala y perjudicia­l para Chile. Pero igual voy a votar Apruebo, porque no puedo ser desleal con mi historia y con mi tribu.”

Increíblem­ente, un sector de la centroizqu­ierda prefiere estar alineado con aquellos que han construido su proyecto político basureándo­los, que asumir y reconocer las implicanci­as de sus conviccion­es. En los hechos, no se atreven a tomar distancia de los delirios refundacio­nales, de aquellos que les exigieron renegar de su obra y los invitaron a ser vagón de cola de su gobierno. Ahora, también buscan que no piensen por sí mismos, negarles el derecho a evaluar con independen­cia de criterio si la propuesta de nueva Constituci­ón es o no convenient­e para Chile y su futuro.

El mejor ejemplo de cómo ha funcionado esta lógica es la conducta del propio Gabriel Boric. Durante años despotricó en contra de la Concertaci­ón y, sobre todo, en contra del ex presidente Lagos, pero cuando se necesitaro­n los votos de la centroizqu­ierda para la segunda vuelta, no tuvo problemas en llegar a su fundación a hacerle un reconocimi­ento. Después, lo omitió en su primer discurso en La Moneda, cuando hizo un recorrido por los mandatario­s que fueron clave en la reconstruc­ción democrátic­a. Y ahora que de nuevo se necesitan los votos de la centroizqu­ierda para apuntalar al Apruebo, va otra vez a rendir homenaje a Lagos, incluso con palabras elogiosas para el legado de la Concertaci­ón.

Pero el problema no es del Presidente Boric, sino de aquellos que han estado dispuestos a someterse a todo lo que esto implica. Los que han sido cómplices de su propia denostació­n; los que han guardado silencio o incluso aplaudido mientras se les fulmina. Y que ahora no tienen vergüenza en reconocer que, para ellos, la propuesta emanada de la Convención es muy negativa para el país, pero igual van a votar Apruebo, porque no se atreven a tomar distancia de una historia que, en rigor, nunca ha sido la suya.

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