UNA MAYOR DIGNIDAD DEL TRABAJO
SEÑOR DIRECTOR:
Según el Boletín de Informalidad Laboral, casi 2,4 millones de personas se ocupan informalmente. El trabajo informal es precario, como lo expresa el CEP, los “trabajadores informales muestran mayor inseguridad económica y menor bienestar social que ocupados formales”.
Este problema está presente en todo el mundo y nos desafía como humanidad. Recientemente el Papa Francisco participó en dos encuentros para el mundo empresarial en los cuales abordó el tema del trabajo y la pobreza. En ellos llamó a “mirar al mundo con los ojos de los más pobres”, que permitirá “mejorar la economía”. Le señaló a los empresarios que están “llamados a actuar como fermento para que el desarrollo llegue a todas las personas, pero especialmente a los más marginados y necesitados, de modo que la economía pueda contribuir siempre al crecimiento humano integral”.
El desafío estará en generar las condiciones de confianza y unidad de propósito, que permitan a toda la sociedad, Estado y sociedad civil, trabajar juntos, con énfasis en desarrollo y creación de trabajo de calidad.
Este tema trataremos en nuestro seminario anual. La empresa no es un actor aislado, sino que forma parte del tejido social –familias, cuerpos intermedios y el Estado–, y nace para contribuir al bien común. Hoy más que nunca está llamada a crear empleos que permitan el desarrollo integral de los colaboradores y sus familias. En palabras del Papa, el trabajo es “la puerta de entrada a la dignidad del hombre”. Sin embargo, existe una condición anterior. El Estado debe utilizar sus capacidades para generar las condiciones para la inversión y el desarrollo.
Es necesaria la colaboración entre cada sector para una recomposición del tejido social, poniendo a las personas en el centro y al bien común como propósito final.
Francisco Jiménez Ureta
Presidente
Unión Social de Empresarios Cristianos