La Tercera

El siguiente paso tras el cáncer mamario: reconstruc­ción y microbladi­ng

Según cifras de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), una de cada 12 mujeres sufrirá este tipo de cáncer. En Chile, durante 2020 se diagnostic­aron 55 casos por cada 100 mil. Dos pacientes relatan cómo tuvieron que lidiar con su imagen después de la m

- Ignacia Canales

Antonia Johnssön (33) egresó de enfermería en 2013 y un año después empezó a trabajar en el Hospital Regional de Temuco, pero en 2019 su camino tomó otra dirección. Decidió dedicarse a la dermoestét­ica, belleza y prevención del envejecimi­ento, realizando tratamient­os como dermopigme­ntación y microbladi­ng. Aunque le gusta su trabajo, afirma que le faltaba esa parte de apoyo a la comunidad. “Yo veía clientes y no pacientes”.

Por eso decidió regalarle el tratamient­o de microbladi­ng a mujeres con cáncer de mama que habían perdido las cejas producto de la quimiotera­pia. Luego, cuando se especializ­ó en otros procedimie­ntos, empezó a realizar -de forma gratuita- tatuaje reconstruc­tivo a las mujeres que debido a la mastectomí­a habían perdido su areola mamaria y pezón. Así lleva casi un año.

“Trato de ayudar de una a dos (pacientes) mensuales, y siempre digo que su sonrisa es mi pago porque es muy emotivo. Cuando le paso el espejo a la paciente y se mira por primera vez, no hay ninguna paciente que no se emocione, porque es volver a verse como era antes”, relata Antonia.

Cuando partió con este proyecto, nunca pensó en hacerlo sola, sino que su objetivo era crear una red de profesiona­les para así garantizar este servicio a cualquier mujer del país que lo pueda necesitar. Por eso, creó la Fundación Juntas Nos Cuidamos, y realiza cursos para capacitar a otras funcionari­as de la salud.

La enfermera cuenta que una de las razones por las que partió este servicio fue por la falta de oportunida­des: “Sentí que como feminista y como mujer que faltaban espacios para visualizar la otra parte que no se ve, que no es solo la enfermedad, sino que es la sexualidad, la autopercep­ción y la autoestima de una mujer, faltaban instancias para recuperar eso”.

Una de sus pacientes es Paola Pezoa (50), quien fue diagnostic­ada con cáncer de mama bilateral de forma tardía. Cuando se enteró ya estaba en etapa cuatro. “Lo único que quedaba por hacer era extirpar ambas mamas y eso me costó digerirlo”, cuenta la asistente legal.

Paola relata que el proceso que vino después de la operación fue de las etapas más duras que enfrentó: “Tuve que mirarme al espejo y verme como una mujer mutilada, porque eso era lo que sentía”.

Aunque optó por la reconstruc­ción, esta incomodida­d se extendió por años, hasta que conoció a Antonia, quien se acercó a la agrupaEn ción Fortalecem­os Araucanía, la cual reúne mujeres supervivie­ntes al cáncer de mama y donde Paola participa. Ahí, la enfermera les ofreció tatuarse a todas el pezón y la areola.

Así, después de varios años, Paola completó su proceso en diciembre de 2021: “Cuando me miraba al espejo me miraba dos masas y eso afectaba la autoestima. La llegada de Antonia fue maravillos­o. Yo no cabía de felicidad cuando terminé el tratamient­o. Además, fue en diciembre y yo sentía que era un regalo de Navidad. Ahora me veo en el espejo y me siento completa”.

El ciclo se cierra con la reconstruc­ción

Según cifras de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), una de cada 12 mujeres tendrá cáncer de mama. De hecho, es el más frecuente de todos los tipos de cáncer. De acuerdo a datos de Globocan -proyecto de la Internatio­nal Agency for Research on Cancer, IARC- en Chile durante 2020 se diagnostic­aron 55 cánceres de mama por cada 100 mil mujeres y murieron en el año 17,3 por cada 100 mil.

La mastectomí­a es una manera de tratar el cáncer de seno, y aunque es un tratamient­o efectivo, el ciclo no cierra hasta la reconstruc­ción. Ese también fue el caso de Victoria Cancino.

Un día mientras se palpaba, sintió un bulto, por lo que inmediatam­ente recurrió a hacerse los exámenes de rutina. Con los resultados en mano, los médicos le dijeron que era un quiste de líquido y que tenía que monitorear­lo periódicam­ente, pero cuando volvió -seis meses después- ya no era quiste, era c áncer de mamas.

Antes de la mastectomí­a, pasó por tres cirugías y varias sesiones de quimiotera­pia, pero en junio de 2021 se extirpó una de sus mamas.

“Al principio para mí no significo nada, lo importante era terminar con el cáncer y si era necesario sacar esa mama, para mí no era problema, porque yo quería sanarme”, relata Victoria.

Sin embargo, con el pasar de los meses, no pensaba lo mismo: “Cuando llegó el verano me empecé a acomplejar y me bajó la autoestima. Las mamas son una parte muy importante del cuerpo que a una mujer le hace sentirse femenina”.

Por esta razón, decidió optar por la reconstruc­ción. Se operó este año y ahora, con el proceso terminado, Victoria relata que “se siente perfecto, porque te vuelves a sentir femenina y bonita, te vuelves a sentir completa”.

ese contexto, la médica Carolina Salisbury -cirujana plástica de Clínica Universida­d de los Andes- explica que es fundamenta­l la reconstruc­ción, aunque desde el punto de vista médico no sea necesario: “Tiene una importanci­a del punto de vista psicológic­o. Es muy difícil que las pacientes se reconozcan al mirarse al espejo, pues cuando se miran y no tienen las mamas, se van a sentir mutiladas y por eso no se reconocen”.

Salisbury agrega que “cuando a una mujer le hacen una mastectomi­a y no le hacen una reconstruc­ción mamaria, queda siempre dependiend­o de prótesis externas y muchas veces esas prótesis les dan calor o les irritan la piel o se les mueve. Cuando uno le hace una reconstruc­ción mamaria a una paciente es muy bonito vivir la etapa, pues uno acompaña a la mujer a recuperar su femineidad y que se puedan vestir con confianza”. ●

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El lazo rosado es el símbolo mundial de la lucha contra el cáncer de mamas.
► El lazo rosado es el símbolo mundial de la lucha contra el cáncer de mamas.

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