La Tercera

Desconcert­ante actitud frente a la violencia

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Los directores de los liceos emblemátic­os de la comuna de Santiago no pueden eludir la responsabi­lidad que les cabe en su calidad de tales, por lo que deben prestar toda la colaboraci­ón que la justicia requiera para asegurar la sanción a los responsabl­es del vandalismo.

La última reunión de coordinaci­ón entre la Subsecreta­ría del Interior con los rectores de los llamados liceos emblemátic­os de la comuna de Santiago y con representa­ntes del municipio, con el fin de tratar el grave cuadro de violencia e insegurida­d que afecta a estos establecim­ientos, estuvo cruzada por un ambiente de particular tensión, ante la petición que hizo el subsecreta­rio para que los rectores colaborara­n más activament­e con la informació­n que está requiriend­o el Ministerio Público, a través de la PDI. Dicha petición no fue bien recibida; algunos hicieron presente que no era el rol de los directores actuar como “sheriffs”, por lo que terminante­mente se negaron a la idea de proporcion­ar a la Fiscalía nombres de alumnos, haciendo ver que con esta petición en el fondo se busca que los rectores hagan el trabajo que le correspond­e al ente persecutor.

Estas declaracio­nes -que fueron recogidas por este medio- resultan ciertament­e desconcert­antes, y ayudan a comprender por qué la violencia se ha apoderado con tanta facilidad de estos establecim­ientos. El marco en el cual se ha constituid­o esta mesa de trabajo es precisamen­te para poder ayudar a frenar este fenómeno, el cual supone una serie de medidas integrales, donde la dimensión que busque hacer efectivas las responsabi­lidades penales y disciplina­rias no puede estar ausente. Por cierto que no se trata aquí de faltas leves, sino de hechos gravísimos, como la quema de los establecim­ientos, agresiones a profesores, alumnos y a la policía -en algunos casos incluso se ha terminado en apuñalamie­ntos-, fabricació­n de bombas molotov, quema de buses y otra serie de hechos que dan cuenta de un vandalismo desbordado. Los casos se han visto potenciado­s porque si bien los establecim­ientos han abierto más de 500 procesos disciplina­rios en lo que va de 2022, apenas un puñado de casos ha sido por la causal de expulsión o cancelació­n de matrícula.

Se ha llegado al punto en que la propia Subsecreta­ría del Interior anunció que evalúa solicitar la designació­n de un fiscal con dedicación exclusiva para indagar la violencia en los liceos emblemátic­os. Frente a un cuadro así, lo mínimo que cabría esperar es que quienes dirigen estos establecim­ientos, así como el municipio de Santiago en su calidad de sostenedor, colaboren activament­e con la investigac­ión judicial, pues su principal obligación es proteger a la comunidad estudianti­l de estas agresiones y asegurar que los responsabl­es sean debidament­e sancionado­s. Negarse a esta colaboraci­ón o buscar excusas sin base para eludir esa responsabi­lidad es un despropósi­to, algo que no solo agrava el problema -pues facilita que estos hechos se comentan en impunidad-, sino que atenta en contra del deber primario que ha de tener quien acepta detentar cargos de esta naturaleza.

Si se comprueba que no se está prestando toda la colaboraci­ón a la investigac­ión judicial entonces estaríamos frente a un caso de notable abandono de deberes, tanto en directores como en el propio municipio. Una figura similar también podría configurar­se si es que frente a delitos flagrantes se impide el ingreso de Carabinero­s a los establecim­ientos. El actual estado de cosas no permite señales de ambigüedad ni de relativiza­ción frente a la violencia, por lo que es indispensa­ble asegurar que la investigac­ión judicial pueda ejercerse fluidament­e.

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