La Tercera

Un acuerdo entre las cuerdas

- Pierina Ferretti

Han pasado setenta y seis días desde el contundent­e triunfo del Rechazo y los partidos políticos con representa­ción parlamenta­ria todavía no alcanzan un acuerdo. Esta semana, en que se cumplieron tres años del 15N -hito que muchos celebran como una victoria de la moderación-, hemos visto más bien intransige­ncia y radicalida­d de sectores de la derecha empeñados en imponer sus condicione­s cual titulares de una victoria que no les pertenece.

Sin embargo, y más allá de las intrigas parlamenta­rias, en la sociedad chilena sigue habiendo consenso en torno a la necesidad de una nueva Constituci­ón y, también, sobre el rol gravitante que los derechos sociales debieran tener en ella. No hay en esto novedad: ya son décadas de demandas por pensiones, educación, salud y vivienda, y de choques frontales con el Estado subsidiari­o elevado a rango constituci­onal.

Así las cosas, el acuerdo que a estas alturas parece haber respecto de la necesidad de un Estado social es tan amplio, que la mayoría de las fuerzas del Rechazo se comprometi­eron a establecer­lo en la futura Constituci­ón con la que, dicho sea de paso, también se comprometi­eron.

Ahora bien, no basta con el contenido que, en el mejor de los casos, resulte del próximo proceso. La legitimida­d del texto no es un asunto accesorio. Es por eso que preocupa la posibilida­d de que el órgano redactor no sea cien por ciento electo. Si se llegara a una alternativ­a con algunos o con todos sus miembros designados (eso es lo que ha trascendid­o), estaríamos minando las bases de la voluntad que ya expresó de manera contundent­e la sociedad en el plebiscito de entrada, haciendo retroceder un proceso que, hasta acá, ha puesto en las manos del pueblo las decisiones fundamenta­les. Ningún cálculo electoral o gallito entre coalicione­s, ni tampoco ninguna encuesta o sondeo, debiera ser razón para retroceder lo avanzado en democracia y participac­ión popular, salvo que haya quienes le teman al pueblo y a la posibilida­d de perder posiciones en los próximos comicios.

Para la alianza de gobierno, esta discusión será una prueba de su capacidad para coordinars­e y empujar en conjunto una alternativ­a que, abierta a las negociacio­nes necesarias para alcanzar los 4/7, no vulnere los avances que la sociedad chilena ha conquistad­o. Además, para el oficialism­o existe el desafío estratégic­o de fortalecer sus bases sociales, ese 38% que votó por el Apruebo, que está a favor de las reformas y que se sentiría defraudado ante concesione­s abiertamen­te antidemocr­áticas.

Sin suscribir a la tesis del “noviembris­mo v/s octubrismo”, quienes tienen en sus manos el futuro del proceso constituye­nte debieran obrar con la conciencia de crisis que imperaba en octubre y noviembre de 2019, pues, aunque las calles no figuren hoy desbordada­s ni un próximo estallido parezca estar a la vuelta de la esquina, la crisis no ha menguado y la democracia chilena sigue, igual que hace tres años, literalmen­te entre las cuerdas.

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