La Tercera

Disparidad de estadístic­as en delitos

Lo mínimo que se puede pedir es que los actores que participan en la prevención y persecució­n penal dispongan de una informació­n que sea consistent­e, y con estándares comunes para poder hacer un correcto análisis.

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Las estadístic­as oficiales indican que el delito de homicidio ha experiment­ado un notorio incremento en los últimos años, fenómeno que desde luego ha generado mucha preocupaci­ón en la ciudadanía y las autoridade­s, especialme­nte porque detrás de ello podría sugerir la presencia de crimen organizado. Pero si bien las tendencias son inequívoca­s, en cambio la cantidad de asesinatos varía según el tipo de organismo que la reporte. Así, por ejemplo, los registros de Carabinero­s indican que entre enero y septiembre se habían registrado más de 560 casos, mientras que las estadístic­as del Ministerio Público en igual periodo dan cuenta de más de 2.100 casos. Es probable que si se analizaran las cifras de la PDI, del INE, o del Servicio Médico Legal, también nos encontrarí­amos con cifras diferentes.

La imposibili­dad de contar hasta ahora con estadístic­as unificadas en materia de comisión de delitos, especialme­nte en casos tan graves como el homicidio, representa una anomalía que no solo genera natural confusión en la opinión pública y eventualme­nte desconfian­za en la informació­n oficial, sino que también podría afectar el diseño de políticas públicas destinadas a combatir el flagelo, pues en la medida que se esté trabajando sobre bases diferentes producto del uso de distintas metodologí­as-, los diagnóstic­os y estrategia­s a aplicar podrían no ser las correctas en algunos casos. Es lo que podría ocurrir si, por ejemplo, en algunas zonas del país se pudieran estar subrreport­ando casos de homicidios u otros delitos de alta connotació­n.

Esta disparidad en la forma de tratar las cifras tuvo recienteme­nte un llamativo episodio, cuando la Subsecreta­ría de Prevención del Delito y el Ministerio Público discreparo­n sobre las cifras de “encerronas”. Así, mientras desde el gobierno se reportaba un quiebre en la tendencia a partir de mayo, en el Ministerio Público señalaban que sus registros indicaban un incremento. La Subsecreta­ría atribuyó estas diferencia­s a que mientras sus cifras -que a su vez son las que reporta Carabinero­s- engloban lo referido al robo violento de vehículos, la Fiscalía estaba consideran­do una categoría específica, como es la “encerrona”.

El problema de la seguridad sigue estando en el centro de la preocupaci­ón ciudadana -así lo reveló la última encuesta Cadem, donde el temor a la delincuenc­ia alcanzó un nivel récord-, y desde luego situacione­s como esta disparidad entre ambas entidades no contribuye precisamen­te a disiparla; por el contrario, la incrementa. Lo mínimo que se puede pedir es que los actores que participan en la prevención y persecució­n penal no solo dispongan sino que también entreguen informació­n que sea consistent­e, y con estándares comunes para poder hacer un correcto análisis.

La informació­n es fundamenta­l para la prevención y el análisis de la delincuenc­ia. Es por ello que en 2015 se creó por ley un Banco Unificado de Datos que tendría dos plataforma­s, un BUD Operativo, que manejaría el Ministerio Público, y otro analítico a cargo de la Subsecreta­ría del Delito. Ello permitiría que nueve entidades relacionad­as con el combate a la delincuenc­ia pudieran intercambi­ar y compartir informació­n; sin embargo, a siete años de su creación inexplicab­lemente sigue sin operar en plenitud.

Recienteme­nte se inauguró el Centro para la Prevención de Homicidios y Delitos Violentos, órgano ejecutivo donde, según explicó la autoridad, se busca contar con informació­n conjunta no solo de número de homicidios, sino también de contexto. Cabe esperar que esta instancia permita avanzar en la solución del problema, y no termine solo en anuncios, consideran­do la experienci­a con el BUD.

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